Hace 8 años que nos dejó un jugón del deporte, un narrador distinto, la voz por excelencia del baloncesto moderno. Andrés Montes era diferente a los demás, un periodista que se salía del guion, sin cortapisas. Un emocionado amante del deporte que vibraba con su trabajo y te hacía sentir el baloncesto desde otro prisma, bajo una dimensión diferente.
Ver el baloncesto con Andrés Montes era como sentir que estabas dentro de la pista. Más allá de escuchar a un narrador contando lo que ocurría, te sentías al lado de un forofo que aportaba una gran emoción, que vivía cada acción del juego como tú en tu casa, y te la trasladaba con una originalidad y una emotividad que te hacían despertar del letargo de las madrugadas NBA. Haciéndote reír a carcajadas, siendo partícipe de las historias que contaba e inventaba, emocionado por todo el valor añadido que daba a los partidos, a nivel de conocimiento técnico, táctico y de actualidad, pero también de sentimiento, de calidez, sobre la vida.
Montes era un tipo que reflexionaba en alto sobre cualquier tema mientras narraba el baloncesto, que filosofaba como nadie sobre los jugadores y su vida dentro de la pista y fuera de ella. No tenía pelos en la lengua, hablaba muy clarito. Era un showman, una voz y un icono tremendamente influyente, mucho más allá del periodismo y la narración clásica, alejado del estereotipo de comunicador tradicional. Era puro marketing auditivo y emocional, era un humor venenoso y directo, sin tapujos. Era sarcástico e irónico, y gestionaba como nadie el tempo de los partidos, manejando la emoción de seguirlo pegado a sus palabras. Se hacía tan protagonista, que sus comentarios y las emociones que transmitía captaban la atención del espectador a veces mucho más que el propio juego. De la anodinia de algunos partidos ha hecho verdaderas maravillas prosaicas, auténticos ratos de lucidez mental y de disertación deportiva, baloncestística y de la vida. Y con ello se hizo amigo de la audiencia.
Andrés Montes era una mente brillante, genial. Una mezcla de locura y pasión, con la justa cordura y la necesaria desvergüenza para contar lo que le diera la gana durante el partido. Opinaba de todo y de todos. Con respeto pero sin esconderse, transparente como su brillante calva y su expresivo rostro, con aquellas gafas y la pajarita que acompañaban a un personaje caricaturesco por imagen, por voz, por emoción, por discurso y ocurrencias. Desafiando al estilo clásico, superando su propio estilo día a día, haciéndolo propio, genuino y tremendamente reconocible. Un producto diferencial con el que la audiencia siempre repetía.
Para la historia quedan horas y horas de narración de baloncesto NBA sobretodo (aunque también baloncesto FIBA, eurobasket y mundiales, e incluso de fútbol). Historias que marcaron mi adolescencia y juventud y que me acercaron al fascinante mundo de la NBA de una manera única, irrepetible. Andrés Montes fue el culpable de mi gancho con este deporte y la competición americana, gracias a su conexión directa con las emociones, el sarcasmo y el humor. Pocos narradores han conseguido captar la esencia de este espectáculo de una forma tan natural y excéntrica a la vez, tan amada y tan cercana. En España Andrés Montes cambió la forma de ver el baloncesto. De alguna manera te hacía participar, prestar atención al juego, no podías quedarte indiferente. Nos hizo sentir una piña y formar parte de su club de seguidores, de los jugones que compartíamos y nos entendíamos con su lenguaje, sus expresiones y su lengua vivaz e irreverente.
Montes nos hizo sentir acompañados en largas tardes de estudio, horas de desvelo, temporadas completas de espectáculo, partidos para la historia, vibrantes All-Star, en tiempo de playoffs… Nos acompañó durante años transformando la manera de entender el baloncesto, acercando y calando desde los noventa el hasta entonces poco conocido mundo de la NBA en España. Y le dio un vuelco a cómo seguir la competición, cómo conducir una temporada, un partido, un programa. Consiguió empatizar con los amantes del baloncesto de una manera distinta, e incluso con aquellos espectadores pasivos que ni veían los partidos, pero que reconocían su voz y sus expresiones de tanto escucharlas, o por la sola imitación sentida de quienes le prestábamos atención activamente (por experiencia propia, les ocurría a mi madre y mis hermanas de tanto verle en la tele y de escucharme a mí repetir sus chascarrillos).
Andrés Montes fue alguien especial y diferente, que junto a su inseparable Antoni Daimiel, formó una pareja de narración extraordinaria, un dúo complementario que se entendía a la perfección y cuya química nos brindó años de fascinantes sesiones pegados al televisor, no sólo viendo, sino sintiendo baloncesto, participando del baloncesto, gozando del juego y de sus alrededores con la cercanía propia de un forofo, de un amante original, de quien te da algo distinto.
Este genio se marchó para siempre hace ya 8 años y desde entonces el baloncesto ya no es igual. Dejó un vacío en el fondo y en la forma, en el amor y el corazón del baloncesto, en la manera de vivir la NBA. La esencia, la impronta y el recuerdo que dejaste son inigualables e imborrables, Andrés, las propias de un fuera de serie, un profesional entregado, un auténtico JUGÓN. El baloncesto te echa de menos, Andrés Montes. Y yo también.
P.D.- Además de este artículo, como pequeño homenaje, escribiré un decálogo de las expresiones que más recuerdo de Andrés Montes. Por favor añade todas las que se te ocurran a continuación, para enriquecer su recuerdo entre todos. ¡Gracias!
- ¡¡Jugón, jugón, jugón!!
- Bienvenidos al club
- I love this game!
- ¡El artículo 34, la ley de O’Neal! Hago lo que quiero y cuando me da la gana…
- ¡Pero esto qué es, Daimiel!
- ¡¡Ratatatatatatatatatatatatatatata!!
- ¡Raza blanca, tirador!
- Robin Hood Nowitski!
- ¡Chocolate blanco Williams!
- Dime, ¿por qué eres tan bueno McGrady?
- ¡El insolente Payton!
- Pero este tío es un funky man!
- ¡Vaya pase de míster Catering!
- El bailarín de claqué…
- ¡Tambores de guerra en Phoenix!
- ¡Buuurrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrbbbbb! ¡Aterrizando en el aeropuerto con Vicente!
- Bienvenidos al vuelo número 23, les habla el comandante de aerolíneas Jordan.
- Paseando a Miss Daisy, ¡un extraterrestre en Memphis!
- ¡Subiendo, la fiebre amarilla!
- That’s entertainment!!! La lala lararara laaaa
- Tiempo de basket, tiempo de playoffs
- ¡¡Si parpadean se lo van a perder!!
- ¡Vaya pincho de merluza!
- ¡¡¿Por qué todos los jugones sonríen igual?!!