martes, 17 de octubre de 2017

Andrés Montes, jugón del baloncesto

Hace 8 años que nos dejó un jugón del deporte, un narrador distinto, la voz por excelencia del baloncesto moderno. Andrés Montes era diferente a los demás, un periodista que se salía del guion, sin cortapisas. Un emocionado amante del deporte que vibraba con su trabajo y te hacía sentir el baloncesto desde otro prisma, bajo una dimensión diferente.
 Ver el baloncesto con Andrés Montes era como sentir que estabas dentro de la pista. Más allá de escuchar a un narrador contando lo que ocurría, te sentías al lado de un forofo que aportaba una gran emoción, que vivía cada acción del juego como tú en tu casa, y te la trasladaba con una originalidad y una emotividad que te hacían despertar del letargo de las madrugadas NBA. Haciéndote reír a carcajadas, siendo partícipe de las historias que contaba e inventaba, emocionado por todo el valor añadido que daba a los partidos, a nivel de conocimiento técnico, táctico y de actualidad, pero también de sentimiento, de calidez, sobre la vida.
Montes era un tipo que reflexionaba en alto sobre cualquier tema mientras narraba el baloncesto, que filosofaba como nadie sobre los jugadores y su vida dentro de la pista y fuera de ella. No tenía pelos en la lengua, hablaba muy clarito. Era un showman, una voz y un icono tremendamente influyente, mucho más allá del periodismo y la narración clásica, alejado del estereotipo de comunicador tradicional. Era puro marketing auditivo y emocional, era un humor venenoso y directo, sin tapujos. Era sarcástico e irónico, y gestionaba como nadie el tempo de los partidos, manejando la emoción de seguirlo pegado a sus palabras. Se hacía tan protagonista, que sus comentarios y las emociones que transmitía captaban la atención del espectador a veces mucho más que el propio juego. De la anodinia de algunos partidos ha hecho verdaderas maravillas prosaicas, auténticos ratos de lucidez mental y de disertación deportiva, baloncestística y de la vida. Y con ello se hizo amigo de la audiencia.
Andrés Montes era una mente brillante, genial. Una mezcla de locura y pasión, con la justa cordura y la necesaria desvergüenza para contar lo que le diera la gana durante el partido. Opinaba de todo y de todos. Con respeto pero sin esconderse, transparente como su brillante calva y su expresivo rostro, con aquellas gafas y la pajarita que acompañaban a un personaje caricaturesco por imagen, por voz, por emoción, por discurso y ocurrencias. Desafiando al estilo clásico, superando su propio estilo día a día, haciéndolo propio, genuino y tremendamente reconocible. Un producto diferencial con el que la audiencia siempre repetía.
Para la historia quedan horas y horas de narración de  baloncesto NBA sobretodo (aunque también baloncesto FIBA, eurobasket y mundiales, e incluso de fútbol). Historias que marcaron mi adolescencia y juventud y que me acercaron al fascinante mundo de la NBA de una manera única, irrepetible. Andrés Montes fue el culpable de mi gancho con este deporte y la competición americana, gracias a su conexión directa con las emociones, el sarcasmo y el humor. Pocos narradores han conseguido captar la esencia de este espectáculo de una forma tan natural y excéntrica a la vez, tan amada y tan cercana. En España Andrés Montes cambió la forma de ver el baloncesto. De alguna manera te hacía participar, prestar atención al juego, no podías quedarte indiferente. Nos hizo sentir una piña y formar parte de su club de seguidores, de los jugones que compartíamos y nos entendíamos con su lenguaje, sus expresiones y su lengua vivaz e irreverente.
Montes nos hizo sentir acompañados en largas tardes de estudio, horas de desvelo, temporadas completas de espectáculo, partidos para la historia, vibrantes All-Star, en tiempo de playoffs… Nos acompañó durante años transformando la manera de entender el baloncesto, acercando y calando desde los noventa el hasta entonces poco conocido mundo de la NBA en España. Y le dio un vuelco a cómo seguir la competición, cómo conducir una temporada, un partido, un programa. Consiguió empatizar con los amantes del baloncesto de una manera distinta, e incluso con aquellos espectadores pasivos que ni veían los partidos, pero que reconocían su voz y sus expresiones de tanto escucharlas, o por la sola imitación sentida de quienes le prestábamos atención activamente (por experiencia propia, les ocurría a mi madre y mis hermanas de tanto verle en la tele y de escucharme a mí repetir sus chascarrillos).
Andrés Montes fue alguien especial y diferente, que junto a su inseparable Antoni Daimiel, formó una pareja de narración extraordinaria, un dúo complementario que se entendía a la perfección y cuya química nos brindó años de fascinantes sesiones pegados al televisor, no sólo viendo, sino sintiendo baloncesto, participando del baloncesto, gozando del juego y de sus alrededores con la cercanía propia de un forofo, de un amante original, de quien te da algo distinto.
Este genio se marchó para siempre hace ya 8 años y desde entonces el baloncesto ya no es igual. Dejó un  vacío en el fondo y en la forma, en el amor y el corazón del baloncesto, en la manera de vivir la NBA. La esencia, la impronta y el recuerdo que dejaste son inigualables e imborrables, Andrés, las propias de un fuera de serie, un profesional entregado, un auténtico JUGÓNEl baloncesto te echa de menos, Andrés Montes. Y yo también.
P.D.- Además de este artículo, como pequeño homenaje, escribiré un decálogo de las expresiones que más recuerdo de Andrés Montes. Por favor añade todas las que se te ocurran a continuación, para enriquecer su recuerdo entre todos. ¡Gracias!
  • ¡¡Jugón, jugón, jugón!!
  • Bienvenidos al club
  • I love this game!
  • ¡El artículo 34, la ley de O’Neal! Hago lo que quiero y cuando me da la gana…
  • ¡Pero esto qué es, Daimiel!
  • ¡¡Ratatatatatatatatatatatatatatata!!
  • ¡Raza blanca, tirador!
  • Robin Hood Nowitski!
  • ¡Chocolate blanco Williams!
  • Dime, ¿por qué eres tan bueno McGrady?
  • ¡El insolente Payton!
  • Pero este tío es un funky man!
  • ¡Vaya pase de míster Catering!
  • El bailarín de claqué…
  • ¡Tambores de guerra en Phoenix!
  • ¡Buuurrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrbbbbb! ¡Aterrizando en el aeropuerto con Vicente!
  • Bienvenidos al vuelo número 23, les habla el comandante de aerolíneas Jordan.
  • Paseando a Miss Daisy, ¡un extraterrestre en Memphis!
  • ¡Subiendo, la fiebre amarilla!
  • That’s entertainment!!! La lala lararara laaaa
  • Tiempo de basket, tiempo de playoffs
  • ¡¡Si parpadean se lo van a perder!!
  • ¡Vaya pincho de merluza!
  • ¡¡¿Por qué todos los jugones sonríen igual?!!

martes, 3 de octubre de 2017

Alberto reinicia su CONTADOR en el mejor momento

Nos sigue resultando extraño aceptar la retirada de Alberto Contador del ciclismo profesional. Tanto por reciente, como por su trayectoria, por la nostalgia que da despedir a un grande, y por el momento de forma en que lo ha dejado. Es una decisión valiente la suya, y creo que tiene mucho más mérito de lo que a priori puede parecer desde fuera.
El deportista de élite tiene una mentalidad diferente, mucho más entrenada para el sacrificio y para seguir superándose siempre, en el siguiente reto. Para una mente así, no debe de ser fácil digerir la retirada sin entenderla como una rendición, un abandono, o dejar de luchar. El reto aquí está en conseguir aceptar que es ley de vida en el deporte, pues las etapas pasan para todos. Pero no todos los egos entienden bien este punto. El ego de un deportista de élite es un arma de doble filo, pues si bien por un lado alimenta el espíritu de competición y mantiene la voracidad por superarse, por otro también juega malas pasadas durante las épocas duras de su carrera deportiva (crisis, lesiones, etc.), así como en su fase de ocaso, y de posterior gestión de su vida.
Por eso es tan importante que el deportista tenga la cabeza bien amueblada y vaya evolucionando con los pies en el suelo según lo hace su carrera profesional. Pensando en que nada dura para siempre, en plantear una transición para el retiro de la alta competiciónplanificando el momento de dejarlo, que es lo que más cuesta: cómo, cuando, donde. Escuchando al cuerpo y a la mente, al entorno cercano. Observando la competición, no sólo respecto a la planificación de la temporada y resultados, sino a cómo quiere uno despedirse de ella, con ella. Prestándole atención para descubrir cuál es tu momento, sabiendo identificarlo y aprovecharlo, ni muy pronto ni muy tarde.
Un deportista profesional que lleva tantos años dedicándose a lo que le gusta, sacrificando una parte muy importante de su vida, su gente y su tiempo, y que además ha cosechado tantos éxitos, debe estar también preparado mentalmente para la competición más dura: la aceptación de sí mismo y de sus límites. En este sentido, Alberto Contador ha vuelto a ser un ejemplo de lucha y de valentía, y quiero aplaudirle por ello.
Contador ha sido el ciclista español al que nos hemos aferrado en los últimos 14 años dentro del pelotón. Ha sido el bastión y el continuador del espíritu de ataque de Bahamontes, Ocaña, Perico Delgado e Induráin. Ciclista optimista y con una gran confianza sobre la bicicleta, a la altura de los mejores ciclistas españoles de la historia, por calidad, pundonor y entrega. Por palmarés y por demostración de inspiración, liderazgo y carácter. Un corredor distinto, tremendamente valiente, de esos que quedan pocos. Alberto era ese ciclista incómodo para el resto porque no dejaba de atacar sin temor;  un ejemplo de ciclismo más puro a la antigua usanza: el que apretaba hacia adelante cuando tenía un gramo de fuerza para ello. Sin tanto control, sin mirar la clasificación, los grupos del pelotón o pendiente de los potenciómetros y tecnología similar que se usa actualmente.
Ha sido favorito en todas las vueltas grandes y carreras que ha disputado, y nos devolvió la ilusión por tener una referencia española de nuevo en el pelotón internacional, alguien que competía de tú a tú con los demás jefes de filas del momento, y que nos ha regalado etapas llenas de espectáculo. Un corredor que nunca se ha escondido, en las duras y en las maduras, del que se puso en entredicho su profesionalidad, y a lo que respondió con más trabajo, más generosidad. Siempre con una sonrisa, siempre positivo. Atento con la afición y con la prensa, Alberto ha sido un deportista cercano y sincero. Y eso le honra y nos ha hecho quererle más, porque nos hemos sentido más partícipes de su carrera, de la persona que hay detrás, de su motivación para seguir luchando, creciendo y ganando. Para aceptar y aplaudir su evolución en el ocaso.
Creo que Contador ha demostrado una inteligencia tremenda a lo largo de su carrera, y una capacidad de adaptación física y mental a las diferentes etapas de su trayectoria que le han valido para crear una imagen de deportista extraordinario, consecuente con sus valores y su manera de entender el deporte. La suya es una carrera digna de aplaudir por la ilusión que nos ha transmitido siempre, contagiando sus ganas de hacer las cosas bien, de presentar batalla y no rendirse. Siempre ha entendido el ciclismo de ataque y sin miedo, cosa que es muy de agradecer frente a la monotonía que a veces plantea este deporte.
Y en su madurez deportiva ha sabido llevar su trayectoria de la mejor manera, centrándose en disfrutar cada vez más y en saborear cada carrera que preparaba, con las mismas ganas que un principiante, pero sabiendo que la cosa iba tocando a su fin. Ha elegido, a mi modo de ver, el mejor momento y la mejor manera para decir adiós. Aun con fuerza, con piernas y capacidad  para aguantar incluso un par de años más, ha sabido elegir una gratificante y dulce despedida, en lugar de apurar y agonizar hasta el final de su capacidad física.
Eligió retirarse en casa, sonriente y feliz. Con su gente y su público. Decidió decir adiós a su manera; dando espectáculo, compitiendo a tope todos los días de la Vuelta a España 2017, optando hasta el final a ganarla, a hacer pódium, o a llevarse alguna etapa como así fue. Escogió despedirse de manera muy valiente, atacando allá donde podía, cuando el pelotón no lo esperaba, desconcertando a los rivales y enardeciendo a un público volcado con él, que siempre le ha devuelto merecidamente toda la energía y la pasión que él ha dejado en la carretera.
A este chico de Pinto, este profesional de bandera, uno de los ciclistas españoles más grandes de la historia, le tengo un enorme respeto y una tremenda gratitud. Por ser tan sincero corriendo, por llenar de ilusión un deporte extraordinario, por impulsarlo y dar ejemplo, desde dentro y ahora desde fuera, por la pasión que ha dejado en nuestros corazones. Sinceramente, Alberto Contador, bravo por una brillante carrera profesional, por toda tu dedicación y lo que has aportado al ciclismo. Bravo por el broche de oro en tu retirada, que ha sido merecida, preciosa, inmejorable e inolvidable. Con buen sabor de boca, quedando satisfecho contigo mismo y con el mundo del ciclismo. Te has ganado todo el reconocimiento por tantos años, por tantos éxitos, por tanta lucha y valentía. Por ser un caballero, un deportista fiel a sí mismo y a su manera de entender la competición. El ciclismo te echará mucho de menos, y yo desde aquí te doy las gracias y la enhorabuena, Alberto, por saber reiniciar tu Contador en el mejor momento.