martes, 30 de mayo de 2017

AMAR lo que HACES, HACER lo que AMAS

“Es más importante (y bonito) gestionar personas que hacer la táctica”, decía recientemente Zinedine Zidane, el entrenador de fútbol del Real Madrid. Y bien cierto es, de hecho es lo más importante para el trabajo colectivo de un grupo. Es evidente que Zidane disfruta con lo que hace, gestionando personas y deportistas de élite a la vez. Ahora bien, también sabe que la táctica es necesaria y hay que desarrollarla, dedicarle tiempo para acabar integrándola como parte del trabajo, amándola al fin y al cabo. Esto es lo primero que necesita conocer un entrenador.
De la misma forma, uno mismo también es el entrenador que necesita trabajar su “táctica” diariamente, en su vida. Cuán importante es entender lo que haces, con quién y para qué, a qué dedicas tu tiempo y tu energía  para poder disfrutarlo realmente. Para ello es fundamental que sepamos gestionar a las personas, incluidos nosotros mismos y nuestras emociones. Cuando uno está bien gestionado (por sí mismo en primer lugar, y por otras personas que nos influyan), tiene mejor ánimo, predisposición para afrontar el día a día y superar los obstáculos, mayor facilidad para aprender cosas nuevas, y sobre todo conseguir amar lo que hace.
Sí, es cierto que puede sonar complicado y contradictorio, pero es necesario saber amar lo que haces primero, aunque no sea lo que esperabas, no le encuentres sentido o pienses que estás perdiendo el tiempo, que no te llena. Es condición necesaria y suficiente amar lo que haces hoy para el día de mañana poder llegar allí donde buscas, allí donde poder hacer lo que realmente te apasione.
Se trata de entender tu trabajo como lo hace un entrenador: primero ama la táctica, para después conseguir jugar como quieras. Antes de salir al campo hay que haber entrenado en pretemporada.
Tan sencillo como divertirse en el terreno de juego, en la oficina, en el despacho, la consulta o el transporte, donde sea. Divertirse hoy para encontrar sentido. Desdramatizar, apartar el ego que nos hace pelear contra todo, sonreír y trabajar con alegría, dejando salir el talento. Cuando uno está relajado, fluye su potencial de manera natural y fresca. Aprovecha y aplícalo en tu trabajo diario, cree en que es posible amar tu táctica, sin perder de vista el horizonte de tu estrategia.
Y en ese camino, aprende, fórmate,  pregunta, practica. Equivócate y vuelve a intentarlo, quédate con las lecciones y haz las cosas de manera diferente para conseguir otros resultados, mejores o en otra dirección, que te acerquen a lo que amas. Aprende a disfrutar de lo que haces hoy, míralo de otra manera, cambia lo que no te guste. Conoce gente, habla más con tus compañeros, tu jefe, tus clientes o proveedores: pásales el balón,  desmárcate y no te quedes en fuera de juego. Juega sin miedo, reivindica tu sitio y tu valor, trabaja a gusto. Y si no lo estás no te quedes quieto, sigue buscando, nadando, corriendo, pedaleando…
A veces no sabemos dónde nos va a llevar el camino que tomamos, pero si sigue al instinto seguro que el puerto al que llegaremos nos gustará de verdad, nos hará sentir bien. El camino puede ser largo, durar toda una vida. Por eso es vital darle sentido y conseguir amarlo, hoy y ahora, porque es tu camino y el que te va a llevar al mañana en mejores condiciones, a lo que de verdad quieres.

Conseguir estar a gusto con lo que haces hoy es sembrar plenitud para el futuro, es hacerte la vida más amable, a ti y a tu entorno. Es también quererse y respetarse a uno mismo, es hablarse claramente y tomar decisiones. Escúchate, analiza tu táctica y encuentra la forma de amar lo que haces, lo que tienes y lo que eres. Sólo así llegarás a encontrarte a ti mismo en el futuro haciendo lo que quieras, lo que tengas y lo que seas.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Isco, el triunfo del talento y el trabajo

Se nota mucho cuando un deportista disfruta haciendo lo que sabe y lo que le gusta. Se detecta porque hay energía y confianza en su juego. Cuando el futbolista se divierte sobre el campo, está creando el caldo de cultivo para dejar fluir todo su talento. Es imposible que se guarde nada, todo sale a relucir y se detecta toda la belleza y la armonía que guardaba en su interior. El futbolista que se divierte jugando es el que consigue explotar algo que llevaba dentro hasta que lo libera, y deja las riendas a la imaginación y la creatividad en lugar de al control y a la presión.
Esto es lo que pienso al ver la temporada del malagueño Isco, jugador del Real Madrid y de la selección española, que ha eclosionado en la flor de su carrera. Este chico ha trabajado mucho, ha peleado y reclamado su sitio, su oportunidad para tener continuidad en el equipo y así demostrar lo que lleva dentro. Y la ocasión le ha llegado, por unas u otras circunstancias, pero ha sabido labrarse su hueco, estar en el sitio y momento adecuado. Y claro está, ante ello, ha respondido de una forma extraordinaria.
Los años anteriores, no acababa de jugar bien, fluido. No era el Isco natural que había maravillado en Málaga y Valencia. Se le notaba atenazado, estresado en el campo, queriendo hacer muchas cosas a la vez y en muy pocos minutos. Esto es algo casi imposible. Nadie por mucho talento que tenga puede rendir en condiciones si no se le deja trabajar con calma. Sabemos que el fútbol son resultados y no hay margen, y más en los clubes de mayor potencial, pero a veces un poco de paciencia y visión genera  mejores resultados a medio plazo.
Ha sido este año cuando el club, el entrenador y los compañeros han creído en Isco de verdad, cuando se han jugado los partidos y las competiciones más importantes. Ha ido jugando más minutos, y aunque aún le falta un peldaño para ser indiscutible en el once, esta temporada ha sido crucial para un equipo donde la competencia es brutal. Este año Isco se ha divertido mucho sobre el campo. Da gusto ver la temporada de este jugador, cuyas jugadas parecen trompicadas y enredadas entre piernas de futbolistas, pero en las que el balón suele salir no se sabe por dónde finalmente, convertido en magia,  desahogo, claridad de juego y pases inmejorables, en ocasiones que valen quilates de oro para convertidas en gol. En muchos goles.
Además físicamente se le ha visto más fresco, más fuerte en las arrancadas y más contundente en el cuerpo a cuerpo, en la protección y conducción del balón. Incluso defensivamente, mucho más sacrificado cuando ha hecho falta. Ha crecido como jugador en 8 meses más que los otros 3 años anteriores, encontrando por fin su juego y conectándolo con el resto del equipo, con el esquema, con sus socios. Ha respondido con creces a las necesidades y a las expectativas máximas que hay siempre en el Madrid, siendo un valor capital para el equipo.
Aún espero próximamente esa proyección explosiva de su fútbol en la selección española, donde se postula como digno sucesor de Iniesta, la referencia angular sobre la que seguir manteniendo un equipo de toque y paciencia. Isco está llamado a liderar la próxima generación de “jugones” españoles, que ya está aquí, a ser ese jugador distinto que decide partidos de forma impredecible y da un paso adelante cuando su equipo lo necesita.
Todavía es muy joven y tiene que seguir aprendiendo y mejorando, pero también demostrando y aportando, pues tiene aún  mucho margen de progresión. Si le dejan, si le respetan, puede tener una brillante carrera, que si bien empezó hace varios años, no ha sido hasta esta temporada en que ha explotado con su arrollador talento. Finalmente encajado en un equipo, en un sistema y con unos minutos que han dado rienda suelta a un fútbol inspirador y distinto, una delicia técnica y táctica que ataca con imaginación y verticalidad los espacios y el área rival.

Bravo Isco por no rendirte y pelear. Bravo por mostrarle al mundo tu clase y tu fútbol especial, vistoso y alegre, y por convencer a todo un grande como el Madrid de que por derecho propio te has ganado un sitio entre los imprescindibles del año, y de los próximos. Gracias por divertirte en el campo y hacer que el aficionado se divierta igualmente. Por ser un gran ejemplo y el camino a seguir por los jugadores españoles y la cantera en general de este país. Gran presente y futuro para este gran jugador, Isco Alarcón.

martes, 9 de mayo de 2017

La primavera, el deporte altera

Me gusta la primavera, la luz que llega y el olor a flores frescas, a buen tiempo, a alegría, música, risas, terrazas. A días largos, temperaturas suaves y al renacer de la vitalidad; todo parece que se rejuvenece en primavera. Y el mar de fondo, divisando el verano en el horizonte.

Como cada año, esta maravillosa época llega cargada de eventos deportivos que se suceden de manera emocionante, a la vez, consecutivos, como fuegos artificiales que se solapan en el espacio y tiempo para crear una explosión de luz y destellos que a los aficionados nos dejan sin aliento, emocionados y con ganas de más.



En esta época convergen los finales de temporada de las ligas y copas europeas de fútbol, determinando en varias semanas la emoción de la clasificación final. Todo lo sembrado durante la temporada, regado con esmero, abonado con ilusión y paciencia, y trabajado con ahínco,  es examinado ahora, cuando llega la época de recolectar frutos. Ascensos y descensos épicos, históricas clasificaciones europeas de modestos o novatos, consolidación de los más fuertes, campeones de liga en finales de infarto, en un toma y daca sin cuartel que deja a las aficiones vibrando cada fin de semana.

La Champions y la Europa League se van acercando a la final, cada vez quedan menos equipos y la emoción sube de manera inexplicable. No hay ya margen para el error, las fuerzas flaquean y el valor se saca a base de talento y corazón. Los resultados se dirimen por pequeños e imperceptibles detalles, con suaves toques del destino que cambian el rumbo de un partido y un campeón en cuestión de segundos.

Lo mismo ocurre con los playoffs de baloncesto tanto en la ACB como en la NBA: “win or go home”. Qué emoción irrefrenable, las dos caras de la moneda, pasar o quedar eliminado. Este y oeste, por territorios y conferencias o por continente en final a 4 (Final Four), el caso es un formato a todo o nada que mantiene el espectáculo de manera única. Absolutos atletas, fuerzas indomables de la naturaleza con un talento descomunal para jugar al baloncesto enseñan al mundo la emoción y el significado de anotar, pasar, jugar, pensar…..todo en equipo.

Esta época también es la del despertar del albero, de ferias andaluzas (Sevilla, Jerez, Córdoba…), toreo de pañuelos y corridas de bandera, y de la tierra batida para la raqueta: Montecarlo, Godó, Madrid, Roma, Roland Garros… un espectáculo de bolas manchadas de tierra rojiza, golpeadas al ritmo más lento pero preciosista del circuito ATP y WTA. Bolas profundas, puntos trabajados y auténticas carreras, derrapes y golpes in extremis nos esperan cada año sobre esta superficie. Preciosos torneos, apetecibles para el espectador, impredecibles y sorprendentes en muchas ocasiones. Colores y olores que irán dejando el paso alfombrado a la posterior hierba fresca de Wimbledon y sus satélites, que contrastarán con su velocidad y rapidez de juego, con su endiablada elegancia de saque y volea.

Llega también el turno del ciclismo, con el sol que empieza a calentar las piernas de los rodadores, en el que es probablemente uno de los deportes más duros y sacrificados que existen. Tras una serie de vueltas cortas, la primavera nos trae con fuerza la primera de las grandes rutas, el Giro, la “bella Italia”.  Siempre con el eje central del año en el horizonte, el tour de Francia. Llanuras, valles, escarpadas montañas, terrenos rompe piernas…. Sacrificio extremo contra el perfil del mundo, la tierra de Europa, las piernas de los rivales y el corazón de uno mismo. ¡Qué espectáculo!

Vuelve igualmente la pasión al sol del asfalto caliente, la temperatura que sube en el circuito mediterráneo con el rugir del motor sobre dos y cuatro ruedas: Jerez, Le Mans, Montmeló, Mónaco, Mugello... Emoción asegurada, valentía máxima y piques por todos lados….

Aderezada la primavera con unos toques adicionales de golf (Masters de Augusta), atletismo (maratones de Boston, Londres, Madrid, Diamond League), triatlón, rally, bádminton…..hay de todo y para todos. Menú degustación, menú emoción.

Sí, me gusta mucho esta época, la primavera intensa, repleta de emociones, de deportes a flor de piel en sus competiciones y formatos más álgidos, antesala de un verano cálido y con olor a mar donde el deporte sigue tomando aires diferentes según el pulso de su traje, con altibajos deliciosos que nos hacen sentir vivos, rejuvenecidos…. ¡viva la primavera deportiva!

lunes, 1 de mayo de 2017

El niño del balón (II)- Para qué

En cualquier sitio, a cualquier hora, hiciera frío o calor, de día o de noche. Desde muy temprana edad, como niño del balón, iba construyendo mi pasión. No pensaba en nada más que en seguir mi instinto. La mente aun no hacía sin parar las típicas preguntas antes de actuar: ¿Por qué lo haces? ¿De qué te sirve? ¿Qué riesgos tiene? ¿Qué vas a sacar de esto? ¿Es el mejor momento? ¿Estás seguro?.... Simplemente hacía lo que me dictaba el corazón, que solo responde a la pregunta del “para qué”. Para divertirme, para ser feliz, para vivir. Y así lo hacían todos los que entienden al niño del balón.

Ahí salías tú, desde los imaginarios vestuarios al campo, con el público aplaudiendo. Sin darte cuenta, sentías que llevabas la equipación y las botas oficiales, y que aquel partido era lo más importante que existía en el mundo en ese instante.

Y tu compañero inseparable, se convertía en todo el equipo con el que jugabas, y también el rival con el que competías, que te ayudaba a crecer y a ser mejor. Yo he tenido la inmensa suerte de tener muchos compañeros del balón. El primero y más importante de todos es mi padre, con el que tantas veces he reído y he llorado, el que tanto me ha enseñado. Siempre ha sido mi ídolo y mi compañero de deportes, mi rival a batir, mi frustración de perder y mi motivación de ganar. Me enseñó las leyes del balón, la deportividad y la tolerancia, la aceptación del triunfo y la derrota.

Mi equipo del balón fue creciendo, y mi madre y mis hermanas también se unieron. Con ellas jugaba con la certeza del que se sabe más habilidoso y ganador, pero también con la del que se siente querido y ayudado. A pesar de que mi ego lo ponía difícil, siempre recibía consejos y cariño, aun cuando a veces no los merecía. Siempre de frente, siempre por mi bien. Cada balón que yo les enviaba con ánimo de ganar, ellas me lo devolvían con suavidad y amor.

Este niño del balón se fue convirtiendo en amigo del balón y de la vida, y con ello en amigo de su familia. Conoció de cerca y convivió con sus abuelos, primos, y tíos. Y jugó mucho, horas, días y años; soñó, vibró e imaginó con ellos, compartiendo su pasión y descubriendo quién era cada uno.

Con el balón también se convirtió en amigo de sus compañeros en todos los equipos de los que forma o ha formado parte en su vida (de fútbol, del colegio, de vacaciones,  de viajes, de universidad, de fiestas, de trabajo, de cañas, de padel…), y sobretodo amigo de sí mismo. Con el balón aprendió a quererse y a cuidarse, a entenderse y a ser justo, y a hacer lo propio con los que están cerca y siempre le han ayudado. Con el balón creció y comprendió muchas cosas, vivió alegrías y emociones, y con el balón sufrió y lloró las derrotas.

Gracias al balón tuvo el coraje y la fuerza de salir de los pozos que parecían sin fondo, y en una de esas conoció a la persona de su vida, a su media naranja, con todo el duende cálido y entrañable que ella arrastra detrás: su gente, su tierra, su alegría, sus sueños. Su mejor amiga y compañera de viaje le comparte con un balón, porque así lo hace toda su gente y su corazón.

El balón me enseñó desde niño a descubrir mi “para qué”, a seguir jugando y creciendo para encontrarme a mí mismo con la vida, con las personas que forman parte de ella. Para encontrarme con partidos que gano y con los que pierdo, para levantarme tras una falta o una lesión, y volver con más ganas a entrenar y jugar. Para marcar goles y alegrías con corazón y coraje, para fallar ocasiones inexplicables de las que aprender.

Para todo ello, el balón fue el origen, para todo ello, el balón es el destino. El balón es como un boomerang que te devuelve todo aquello que das, te obliga a ser mejor, te reta y te insta a aprender a vivir. Será por ello que años después sigo contagiado y enamorado del balón.

Gracias a la vida por poner un balón en mi camino, porque siguiéndolo encontré y encontraré todos los “para qué” de mi vida, y con ello mi destino. Lo dice un “niño del balón”.