Me gusta mucho la bicicleta, el ciclismo, sentirme ciclista. Su desafío. Subirse a los pedales para sentir la libertad de un deporte tan extenuante como gozoso. Como aficionado, la bicicleta me lleva a todos lados: a trabajar, de excursión, a perderme por el campo o la ciudad, como transporte habitual. Transporte limpio, verde, agradecido con el entorno y el medio ambiente. Sea solo, o junto a la familia y los amigos, la bicicleta te sigue siempre que se lo pidas. Te respeta y te ayuda, te hace sentir acompañado en el esfuerzo, en la liberación del pedaleo. Se adapta a tu ritmo, al tiempo que te reta a dar lo mejor de ti: enfrenta ese puerto, ataca esa rampa, lánzate al descenso, llanea con el viento. Sentado o de pie sobre la bici, en posición aerodinámica para fundirse en el paisaje como una única figura, y donde el cambio de posición varía la perspectiva de tu ruta. Como reza la canción de Shakira y Carlos Vives, “…hace rato está mi corazón latiendo por ti… llévame en tu bicicleta…”.
Dos ruedas y unos pedales pueden hacerte sentir naturalmente feliz, entretenido, mucho más que cualquier ordenador, videojuego o similares. Una manera sana de crecer y descubrir el mundo, de fomentar la aventura, el respeto por los demás y por el medio ambiente, equilibrio entre el esfuerzo, el sacrificio y la pasión. Disfrutar del placer de dejarse llevar, del viento en la cara, de apretar los dientes, sudar y pedalear. La bicicleta me ha dado innumerables alegrías, momentos de emoción y de gozo. Me ha ayudado a conocerme a mí mismo y a mi gente, a explorar los límites. Si decides ir más allá de donde te crees capaz, ella te sigue, leal; si el miedo frena tu carrera, ella se para contigo. A veces te da algún susto en forma de sobresalto o caída, pero siempre noble, te invita a volver a subir y a superar la adversidad.
La bicicleta me ha acompañado en ratos deliciosos, bajo el sol intenso o un diluvio refrescante, sobre el viento gélido o una niebla repentina. Sobre todos los perfiles y paisajes: mar, montaña, llanura, rural, urbano. Con la mochila o las alforjas a cuestas, pero con una ilusión que soporta su peso y las lleva contenta. Siembre respondiendo al son de mis piernas, mi cabeza y mi corazón, esperándome cuando hace falta, tirando de mi cuando era necesario. La bicicleta es una y son muchas, eres tú y un equipo, es compañía asegurada. Con ella he disfrutado como un enano, he reído y he llorado. Sobre la bici he conocido lo mejor de personas auténticas que conmigo han pedaleado (mi padre, mis primos, mis hermanas y cuñados, mis amigos cercanos). En ella siempre he encontrado consuelo, ayuda y respuestas, me he encontrado a mi mismo. La bicicleta, durante tantos años montado sobre ella como aficionado y que me sigue a todos lados, como también lo hace mi entusiasmo por el ciclismo profesional, ese deporte que sigo con pasión en directo y por televisión.
A nivel profesional, en la élite, pocos deportes llevan tanto al límite al deportista como el ciclismo. Retorcidos sobre las bicicletas, los ciclistas no sólo miden sus fuerzas contra sí mismos y el perfil, los kilómetros y las inclemencias del tiempo, el riesgo de exponer su salud, sino contra otros tantos titanes del pelotón mundial con ganas de victoria y necesidad por demostrar.
Porque el ciclista tiene una profesión que, además de arriesgada y muy sacrificada, es poco o nada agradecida a nivel contractual, con una corta duración y tensa incertidumbre en los contratos, con una dependencia física enorme, y con un mercado cuyos actores secundarios exprimen y explotan el circuito mundial a costa de la salud de los ciclistas y de su seguridad. Hay que decirlo, porque es un deporte que se debe cuidar más y saturar menos, para huir de los azotes del dopaje, mejorar la seguridad global del pelotón y optimizar y regular el reparto de derechos, contratos y salarios que equilibren las fuerzas dentro y fuera de la carretera, un “fair play” a la altura de un precioso espectáculo, cuya continuidad depende de todos. Desde aquí pido una reflexión por todo ello, en pro de mantener el sentido común que nos permita conservar la esencia del ciclismo sin matar a los ciclistas.
A nivel emocional, puede ser que a muchos les aburra ver este deporte, otros no lo entiendan, y otros más no estén interesados en compartirlo, pero para mí el ciclismo es sabor y tradición. Es historia y emoción por una competición distinta, estacional, impredecible. Me enganché al ciclismo cuando de pequeño veía a Perico Delgado, pero sobretodo a Miguel Induráin, mi primer gran ídolo fuera del fútbol.
Aprendiz por imitación, yo disfrutaba cual enano que era repitiendo por las calles del pueblo las gestas que el navarro realizaba por las carreteras del tour de Francia, imaginando etapas y estrategias, contrarreloj, llano y montaña. Y el pódium, los maillots, los accesorios del ciclista….esas pequeñas cosas que de niño te hacen soñar con muy poco.
Para mi el ciclismo es esencialmente temporada de primavera-verano, son las grandes vueltas (Tour, Vuelta, Giro), las menores pero emocionantes clásicas de un día o de una semana, los mundiales y las pruebas en ruta….es subir y bajar, sufrir y sudar, esperar y escuchar. Persecución, ataques y desfallecimientos, cálculo de fuerzas, entrega total. El ciclismo es épica, emoción, son puertos llenos de aficionados, banderas y pancartas bajo ánimos y gritos incansables, es la lucha contra el crono, los watios de potencia, los pedales y sus desarrollos. Es aprovechar el viento e impulsarse dentro del pelotón, es conocer el terreno y esperar tu oportunidad, saber atacar cuando toca, es sacrificarte hasta el extremo por un compañero, un líder, por tu propia victoria o por el espectáculo. Es darlo todo cuando ya no puedes más.
Ahora que estamos en época de plena temporada ciclista, tras el Giro y las clásicas, con la Vuelta asomando al fondo, me inspiro para este artículo. En estos días en que el Tour de Francia nos brinda su clásico sabor del verano, su inestimable compañía en las tardes de julio con la emoción de la competición al máximo nivel, necesitaba hacer una sencilla reflexión. Sobre la bicicleta y sus ventajas, las endorfinas que genera, naturalidad plena. Sobre el ciclismo y su emoción, defendiendo la gran competición. Y por el ciclista, por el espectador y la continuidad de este deporte, por el cuidado diario de la normativa, perfiles, calendarios, sanciones, seguridad, salud y derechos, porque el dinero no corrompa una pasión mundial de millones de personas, un negocio que sea transparente y saludable, renovado y vivo.
Vive la BICICLETA, cuida el CICLISMO, respeta al CICLISTA