El fútbol es el
deporte más practicado y más seguido del planeta. No se sabe si una cosa
lleva a la otra o la otra lleva a la una, si fue antes el huevo o la gallina.
Pero el caso es que esta gallina que pone tantos huevos de oro, hay que
protegerla y evolucionarla.
El fútbol necesita
modernizarse y adaptarse a la nueva demanda deportiva, la nueva realidad
social y a los modelos de negocio que está generando su industria. Los máximos organismos internacionales de este
deporte (FIFA y UEFA), así como las federaciones nacionales y las ligas
profesionales de cada país, actúan como un dinosaurio poco flexible al que le cuesta moverse, con mucha reticencia a cambiar reglas y procedimientos, y cuando
lo hace es poco ágil. Los dirigentes del
fútbol se resisten demasiado; les cuesta sobre todo tomar decisiones que
mejoren y hagan más sostenible y más vistosa la competición.
La demora en la llegada
del VAR es un ejemplo claro. Ha costado mucho tiempo de negociación, de
dudas, de pruebas, de disyuntivas y moratorias. De que nadie perdiera su trozo
del pastel y de cómo rentabilizar y acoplar este sistema a la competición.
Parece que verá la luz en el próximo Mundial de Rusia y a partir de ahí en las
principales competiciones europeas. Aleluya,
ya era hora. La tecnología nos facilita la vida en muchos otros sectores
desde hace mucho tiempo, y debe actuar de la misma manera en el fútbol, donde
se mitiguen al menos los errores que se pueden juzgar en
las situaciones objetivas.
Las subjetivas, es otro cantar que hace referencia a la
imperiosa necesidad de mejora,
unificación de criterios y simplificación de las interpretaciones arbitrales
en jugadas sensibles y con mayor impacto en el juego: penaltis, manos,
tarjetas, expulsiones, simulaciones, comportamientos violentos o
antideportivos, etc. Aquí también hay mucho margen de desarrollo y mejora si
los estamentos competentes deciden actuar y ponerse de acuerdo en condiciones,
en fijar criterios firmes y menos sujetos a libre interpretación. Y que sean abiertamente
comunicados, aceptados y conocidos por todos los agentes de la competición:
jugadores, técnicos, aficionados, comités, etc. Debería permitir la convergencia respecto al juego limpio y a la justicia equitativa
con aceptación múltiple.
Otra mejora a la vista, que ha tardado demasiado en llegar,
es la inclusión de un cuarto cambio.
En el Mundial de nuevo se probará, aunque solamente durante la prórroga. Los jugadores son el origen y el valor más alto que tiene el producto fútbol, y hay que
empezar a preocuparse por cuidarlos de
verdad. Viendo que cada vez hay más competiciones, más exigentes y largas,
el calendario está inundado de partidos sin dar respiro, y el apetito y la
exigencia del espectador y del negocio crecen insaciables por ver jugadas,
goles, jugadores y partidos más espectaculares, se hace imprescindible dosificar a la gallina para que sus huevos sigan siendo de oro. Proteger la salud de los futbolistas,
limitar sus minutos sobre el campo para que puedan rendir mejor, lesionarse menos
y prepararse para participar en las competiciones con garantías, es una medida
de cuidar también el espectáculo y el
negocio de la misma manera. Bienvenido sea el cuarto cambio, o el quinto y
sexto si fueran necesarios. O incluso jugar con doce jugadores, cambiar la
duración de los partidos o aumentar los descansos. No debería haber límites a
las soluciones imaginativas y efectivas para adaptar y preservar la salud del
fútbol, siempre con sentido común y consenso.
El fútbol tiene que modernizarse
también mirando hacia los lados, a sus deportes vecinos y en cómo estos
mejoran y manejan los avances: baloncesto, tenis, balonmano, ciclismo, etc.
Competiciones que llevan años de ventaja al fútbol en la introducción rápida y
evolutiva de mejoras, de tecnología, de adaptación natural.
Y también debe mirar el fútbol hacia arriba; desde el terreno de juego hacia el palco, los despachos, las instituciones. No son
gratos, y hacen mucho daño, los ejemplos que hemos tenido en los últimos años
acerca de cómo se maneja la política del fútbol, los oscuros métodos de
gobierno y la corrupción que salpica a sus dirigentes. El deporte rey debe sanearse en sus órganos de más alto
nivel, con más transparencia, mejores procesos electorales, mayores medidas
de control, limitación y separación de responsabilidades y poderes, exigir
cuentas claras y evaluación independiente. Con el objetivo de regenerarse y ser un ejemplo limpio y
sostenible, socialmente admirado y consistente con los valores que debe
promover.
Capítulo aparte, para terminar, debe ser la ampliación,
aplicación efectiva y supervisión férrea de las reglas del “fair play” financiero. De momento éste parece un
arreglo superficial de cara a la galería, una voz de la conciencia que indica
el buen rumbo, pero ha de implantarse con políticas y mecanismos efectivos que
prevengan de manera real los comportamientos fraudulentos, engaños y quiebros a
las reglas comunes, que protejan la
competición y la equilibren de verdad. El valor de los jugadores y los clubes
debe ser tangible y fidedigno, sostenible de manera veraz, y debe protegerse a sí mismo de burbujas financieras,
magnates o jeques y demás élites caprichosas que ponen sus ojos en el fútbol
cual juguete de usar y tirar.
El fútbol debe respetarse a sí mismo y luchar por mantener el equilibrio competitivo de los clubes por
magnitudes de mercado y volumen social objetivo, respaldadas de manera robusta
para hacerse fuerte ante los villanos que pretenden convertirlo en un polvorín
privativo, en el que sólo unos cuantos expriman el jugo de este zumo o se coman
todos los huevos de la gallina, y los demás no accedan ni a las migajas de un
patrimonio que ha sido y deberá seguir siendo de todos.
Hay mucho más por hacer, pero estos ejemplos pueden ser un
buen comienzo. Sólo con medidas
deportivas, sociales, políticas y económicas tomadas de forma ágil,
efectiva y flexible, transparente y justa para todos, este deporte evolucionará a mejor, y su industria
será más saludable y sostenible a
largo plazo. Señores del fútbol, tomen nota, empiecen a hacer los deberes en
condiciones y garanticen así la continuidad de esta maravilla de espectáculo
que es el fútbol, que pide a gritos protección, evolución, madurez y
responsabilidad para seguir emocionando al mundo como pocas otras cosas son
capaces de conseguir.
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