¿De quién es el baloncesto? No es de nadie y es de todos, pero sobre todo lo es de los aficionados, de los valores sociales y la educación, de los chavales y del futuro, de la pasión por el deporte sano. Es además patrimonio de los jugadores, de los entrenadores, preparadores y árbitros. Por último, también debe serlo de sus dirigentes, comités, organizadores y gestores, así como de los patrocinadores e impulsores que lo hacen posible, pero sin olvidarse nunca de que su papel debe velar por la responsabilidad y continuidad de sus competiciones, por el respeto al juego limpio y por hacer sostenible un modelo global como hasta ahora, sin excluir ni limitar las posibilidades del resto de actores del juego. La avaricia rompe el saco cuando unos pocos quieren quedarse con todo el pastel y echar de la pintura al resto.
Es triste, pero corren tiempos convulsos en un deporte tan natural y fresco como frágil; tan necesario y valorado como amenazado por el canibalismo de la competición. El hombre es un lobo para el hombre, y el baloncesto lo está sufriendo en sus carnes, en especial desde este último año. El choque de trenes que supone la escasez de recursos (jugadores, calendario y financiación) con la avaricia y el egoísmo de ciertas competiciones privadas está poniendo en serias dificultades la conciliación del baloncesto profesional tal y como lo conocemos, a todos los niveles.
El conflicto se plantea, para todo el ámbito baloncestístico europeo, cuando Euroliga (asociación privada formada por varios de los clubes más potentes de Europa) decide romper el equilibrio, ya de por sí inestable, que existía entre ella misma y las ligas, las federaciones nacionales (ACB y FEB en España) y la FIBA (máximo organismo mundial de baloncesto). En su ansia de crecer y organizar una competición a modo de “súper liga europea exclusiva”, donde el formato se basa en un núcleo permanente de equipos y varios invitados, transforma su competición invadiendo y arrasando el espacio de las demás, de manera que expande su calendario, el número de partidos y la intensidad y frecuencia de los mismos. Provocando con ello un efecto dominó muy pernicioso en el que nadie gana realmente y el baloncesto pierde, poniendo en jaque su propia supervivencia:
– La coincidencia de los partidos de Euroliga con los de clasificación para competiciones FIBA (Mundial/Eurobasket) y Juegos Olímpicos, fuerza a los jugadores a elegir entre acudir con su selección o disputar los partidos de Euroliga con su club.
– Fuerza además a los clubes a posicionarse de manera intransigente en la cesión de sus jugadores para la selección por la disputa de la competición continental.
– Provoca una ausencia notoria de los principales jugadores en sus selecciones nacionales, lo cual machaca el equilibrio histórico y merecido de las grandes potencias, poniendo en riesgo su clasificación y disputa de los grandes torneos de selecciones.
– Genera conflicto entre los organismos federativos y los propios jugadores por el reglamente específico respecto a los compromisos de selecciones, dificultando los acuerdos y la gestión del día a día entre los estamentos nacionales deportivos, envenenando unas relaciones ya de por sí intensas.
– Provoca un acordeón en el calendario, una excesiva acumulación de partidos, un gran impacto en la salud de los jugadores y en la calidad del juego, así como un desgaste tremendo respecto al reclamo y expectación de los grandes partidos europeos, que por repetidos se vuelven manidos.
– Fuerza también a las ligas nacionales a restringir el número de equipos para mantener su competitividad como producto de entretenimiento y mantener su atractivo cartel, a proteger sus activos, ajustando y trastornando a los equipos, y también su planificación y horarios.
– Lo anterior repercute en los más débiles, categorías inferiores y amateurs, pues se reducen las oportunidades deportivas y económicas para los que vienen desde abajo (número de equipos de ACB, ascensos y descensos desde la Liga LEB Oro, menos recursos para promoción del baloncesto en categorías inferiores, etc).
– Provoca un reparto desigual e injusto de los recursos económicos que el mercado del baloncesto genera a través de los patrocinadores y sponsors de las competiciones, maniatando a varios de los actores principales y poniendo en riesgo a todo el ecosistema financiero del baloncesto europeo.
– Genera engaño y confusión en el aficionado, le priva sus derechos a un espectáculo más racional y sostenible en el tiempo, le sobreestimula con tanto partido repetido, baloncesto exprimido de un solo tipo y competición, y le niega un equilibrio de jugadores y juego natural en la pista a lo largo del año.
– Una competición demasiado artificial provoca un empacho de producto, una peor gestión del espectáculo, ahogamiento económico de la llama financiera, y por tanto un riesgo elevado de una bajada de audiencia y de seguimiento.
– Desatender la demanda social y deportiva de la afición por ver a los mejores en cada momento del año, por mantener la diversidad de los torneos y la esencia diferencial de cada uno, que es lo que en conjunto enriquece este deporte, es un atropello poco inteligente que empobrece el cartel global del baloncesto.
– Finalmente, provoca que el futuro de este deporte, los jóvenes jugadores y aficionados, tengan menos recursos a su alcance para su desarrollo y promoción, vean una realidad distorsionada del baloncesto y sus competiciones. Poniendo en riesgo su interés y mermando sus opciones de participar y disfrutar de su deporte, se crea el caldo de cultivo para la fuga de su atención hacia otras disciplinas.
Por todo ello me pregunto, ¿dónde vas, Euroliga? ¿Qué crees que vas a conseguir, a la vista del panorama y perspectiva actual? Las dictaduras nunca fueron sanas para nadie y no lo serán para ti. El baloncesto nunca fue de nadie en exclusiva, y menos tuyo. No es de recibo tensar la cuerda de esta manera, crispando a los estamentos del baloncesto y poniendo sus activos entre la espada y la pared. No es justo que unos cuantos pongáis en riesgo un deporte universal bajo un foco de avaricia personal, que nos privéis a todos de una solución compartida que deje de ahogar la competición de esta manera, y no limite su sostenibilidad a futuro. Es injusto y egoísta, Euroliga, es ingrato para los aficionados que amamos este deporte, es irrespetuoso con el “fair play” de la competición. Es anti-ejemplar para los más jóvenes, y te hace esclava a ti misma de tus decisiones erróneas a futuro.
Es una situación tan difícil y tan sencilla a la vez, Euroliga, porque solo depende de ti. Se trata de cambiar el foco y ser generoso, de compartir competiciones, recursos y espectáculo para hacerlo más grande y mejor entre todos, que son precisamente los valores principales del baloncesto: ser solidario, comprometerse y crecer juntos. No me resigno a que te lleves el baloncesto por delante, Euroliga, a que no negocies con sentido común con los demás socios del sector, a que abras una puerta a la cordura para preservar la naturalidad de este deporte, a que te dispares un tiro en el pie y con ello arrastres a todo el baloncesto a perderse lo mejor de su esencia y de sí mismo.
¿Quién imagina hoy por hoy un Mundial o unos Juegos sin España, sin Croacia, sin Lituania, por motivos extra-deportivos que merman deliberadamente el rendimiento de estos equipos? ¿Quién imagina una ACB,LEB, EBA, etc, más pobres y escasas, de apenas una decena de equipos, destruyendo el tejido baloncestístico nacional, y relegando el desarrollo del mismo a un puñado de afortunados? ¿Quién imagina a los aficionados aborreciendo partidos como Madrid-Barça, Panathinaikos-Olympiacos, o CSKA-Maccabi, por empacho temporal? ¿Quién imagina el canibalismo del baloncesto por su propia avaricia privada? Nadie lo desea, ninguno lo imagina, y ello no ocurrirá si tú actúas a tiempo y rectificas, Euroliga. Enrocarse no vale de nada, y plantear una y otra vez la misma propuesta no es negociar, es ser autoritario y déspota sin voluntad de acuerdos. Ejerce tu responsabilidad acorde a lo que representas, Euroliga, y sé digna. Protege el juego, las competiciones y los jugadores, y no sólo tus intereses económicos.
Seamos sensatos y cuidemos el futuro del baloncesto. Es patrimonio y responsabilidad de todos, es alegría y necesidad del sector, es esperanza y continuidad que vertebran la sociedad. Frente al negocio extremo, deporte sostenible, frente al ego y la avaricia, valores y unidad de todos. Euroliga, ahora te toca a ti. Yo creo en una solución positiva, en un proyecto conciliador, porque es lo que me han enseñado el propio deporte. Si ganamos todos, gana el baloncesto.
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