martes, 9 de octubre de 2018

El arcoíris de la plenitud ciclista: Alejandro Valverde


Alejandro Valverde está viviendo una segunda juventud sobre la bicicleta. El murciano es, a sus 38 años, un ciclista incombustible, referencia del pelotón mundial, y uno de los grandes de la historia de nuestro ciclismo español. Su carrera profesional es todo un ejemplo para las nuevas generaciones. Su espíritu y su manera de correr, también. 17 temporadas hasta la fecha como ciclista profesional avalan una carrera extraordinaria, sembrada de lucha, entrenamiento duro y grandes recompensas a modo de victorias. De enormes emociones individuales y colectivas, así como de gran sacrificio y entrega. También de superación de obstáculos y momentos muy difíciles en su carrera, de decepciones, sanciones injustas y lesiones dolorosas. Pero de todo ello ha vuelto siempre más fuerte, con un ánimo renovado y unas tremendas ganas de competir.

Valverde es el corredor total, honra ejemplar del ciclismo. Gregario y líder. Rodador y finalizador. Sprinter, clasicómano y de grandes vueltas. Ciclista para fugas, para emboscadas de equipo en forma de abanicos y etapas trampa, para la media montaña y los finales explosivos. Un auténtico todoterreno sobre la bici, un corredor polivalente y adaptable a casi todos los escenarios, algo de lo que muy pocos pueden presumir. No obstante, es el ciclista con más medallas conseguidas en la historia de los mundiales en ruta. También es de los pocos que ha conseguido victorias de etapa en las tres grandes vueltas, y que se ha subido al pódium final de las tres (habiendo ganado una de ellas, la Vuelta), además de haber ganado diferentes clásicas y carreras variopintas del calendario internacional.

Alejandro es un ciclista que se conoce muy bien a sí mismo, lo cual le aporta una ventaja competitiva inestimable. Es lo que te da tantos años de profesión y el aprendizaje sobre la carretera. La experiencia es un grado, y en el caso de Valverde, está sabiendo aprovecharla de manera fenomenal en su beneficio. Como el buen vino, Valverde mejora con los años, y corre con la cabeza y el corazón más que con las piernas, lo cual en los últimos años le está dando unos resultados excelentes. Por supuesto, sigue estando en un estado de forma increíble gracias a su trabajo diario y a cuidarse mucho, pues esto es absolutamente necesario para seguir en la élite. Pero tiene un plus de energía renovado, una sonrisa sobre la bicicleta y el mono de trabajo, un brillo en los ojos que es diferente al de los demás. Es la ilusión por seguir compitiendo como un chaval en su primer día, pero con la cabeza en su sitio y el cuerpo libre, alegre, sin miedos. El suyo es un momento de dulce veteranía, de disfrutar plenamente de su carrera de deportista de élite.

Valverde es el ejemplo de “crack”. Sencillo, educado y respetuoso dentro y fuera del pelotón. Siempre dispuesto para atender a la prensa, a los fans, aun cuando esté exhausto. Consciente de la importancia de defender el ciclismo y de ayudar a hacerlo sostenible con su imagen, su tiempo, y su forma de correr. A hacerlo crecer gracias a su trabajo con los patrocinadores, para los que es un icono fundamental. Comparte su sabiduría con todo su equipo, sus auxiliares y ayudantes, sus directores, sus jóvenes compañeros. Humilde y solidario en carrera, eterno aprendiz de los errores, ha ido perfeccionando la estrategia de sus piernas sobre la bici, la eficiencia de su pedaleo en la carretera. Su potencia siempre dispuesta, su tesón en las piernas y sus feroces finales de etapa le hicieron ganarse el apodo de “el bala”. Muy descriptivo y fiel a su forma de correr.

“El bala” analiza, apunta y dispara. Mide su distancia, marca a sus rivales, prepara su ataque y lanza sus piernas. Explota la potencia de su sprint. La cantidad de kilómetros en su cuerpo no le pesan, al contrario. Más bien le dan una sabiduría y una templanza básicas para saber dominar y gestionar los momentos clave de las carreras. Le dan alas y fortaleza mental para decidir mejor en cada etapa. Y lo más importante, le dan el poso y el saber estar, le liberan de la presión del novato y le permiten saborear su profesión con la sonrisa del que sabe que ya lo ha hecho todo, y lo que venga es un regalo que aprecia intensamente.

Y esta estampa fue la que se reflejó hace unos días en Innsbruck, cuando voló sobre la bicicleta, en el mundial en ruta 2018, donde dejó una lección magistral de ciclismo, de patrón del pelotón, de hacerse respetar, de ir hacia adelante a por su sueño, de dominar de principio a fin, de luchar, sudar y gritar hasta el final, hacia el oro que brillantemente consiguió al sprint por delante de grandes figuras mundiales.



No sabemos cuánto le queda por delante. Ni siquiera él mismo se pone límites o techo a su carrera ciclista. Está en su plenitud y sólo piensa en disfrutar de esa libertad a la hora de correr. De pedalear, de brillar sobre la carretera hoy, sin pensar en la etapa de mañana o en la siguiente carrera. Alejandro está viviendo una merecida edad dorada sobre las dos ruedas y nos está haciendo disfrutar con ello. Se hace más grande con el tiempo, más fuerte, más sereno y más feliz. Su carrera ya es enorme y su nombre una leyenda del ciclismo en el mundo, en España y en su tierra, Murcia. Rematado además con un broche de oro en forma de maillot de campeón mundial que se ha ganado el derecho de lucir a lo largo del año que viene. El mejor ciclista del mundo en ruta es hoy Alejandro Valverde, un deportista con un enorme pasado y un delicioso futuro, pero sobre todo presente. Un inmenso corredor que está en el arcoíris de la plenitud ciclista.


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