miércoles, 20 de febrero de 2019

Digitalizar el arbitraje deportivo: mejor justicia, mayor credibilidad y más juego limpio

En el mundo digital de hoy, de la tecnología punta y del impacto global e inmediato por las redes sociales y los medios, el deporte de alta competición debe evolucionar en su forma de ofrecer espectáculo. Y una forma esencial de hacerlo es avanzar con paso firme en la impartición de justicia sobre el juego, minimizando los errores humanos y emocionales de los jueces de cada competición. No puede quedarse atrás en esto, es de vital importancia para el futuro del deporte. Sin perder el atractivo y el dinamismo de la competición, el arbitraje en todos los deportes debe ir por delante, en lugar de como suele ir en estos tiempos (más bien rezagado y con la soga al cuello).Este actor fundamental no sólo del juego, sino pieza clave y sensible en el valor añadido del espectáculo y del propio negocio deportivo, no acaba de encontrar su sitio, se adapta tarde y ensombrece la competición de manera dañina para todos.

Es absolutamente imprescindible que la industria del deporte apueste de forma decidida por esto: invertir e introducir a gran escala la tecnología punta, la innovación y desarrollo en medios y soluciones avanzadas que soporten la toma de decisiones, ayudando a jueces y árbitros a valorar mejor todas las acciones posibles, en especial las más críticas. Buscando decisiones más objetivas, justas, precisas, rápidas y efectivas en los momentos en los que los partidos y el juego exigen una respuesta a la altura del evento, de los profesionales y de la masa social de aficionados y especialistas que hay detrás de ello. También al nivel que se merecen las marcas, medios y patrocinadores, que apuestan y ponen mucho dinero detrás de los torneos para hacerlos crecer con notoriedad. Y por supuesto, por el bien de las instituciones, organismos, asociaciones, entidades, clubes y federaciones que son los responsables de cuidar y fomentar sus propios torneos, de preservar la credibilidad de sus competiciones y asegurar su calidad, de manera que el entregable en forma de producto audiovisual de entretenimiento deportivo, retorne el valor que merece en el mercado.

En los últimos tiempos hemos observado grandes conflictos por las decisiones arbitrales tomadas en diferentes deportes y distintos torneos. Y todos debidos a alguna o varias de las siguientes deficiencias: falta efectiva de medios tecnológicos adecuados; imprecisión, mal uso o infrautilización de los medios disponibles; no aplicación correcta de la norma; disparidad de criterios y dudas; subjetividad basada en factores de error humano, y la no asunción de responsabilidades de los organizadores. El proceso cae en cascada y provoca una sangría de malestar y críticas en todos los sectores y por parte de todos los actores: del que gana, del que pierde, y de todos los entornos impactados. Y entonces la sombra de la duda, la desconfianza, planea en las aficiones y la opinión pública.



Es el momento de reclamar con fuerza mucha más tecnología, y de mayor calidad, en el deporte. Inversión, I+D. Debe ser una realidad palpable de verdad, no sólo palabras y proyectos a medio hacer. Y debe hacerse lo antes posible. Que se implanten más chips, más sensores integrados en todos los elementos posibles: en las líneas principales de los campos, pistas y canchas, en la indumentaria completa de los jugadores, en los aros, tableros, porterías, redes, en las pelotas y balones, en las piscinas, en las bicicletas y raquetas. Ojo de halcón, tecnología de gol, VAR reforzado, repetición instantánea, cámaras 360 con todos los ángulos disponibles, realidad virtual, imágenes tridimensionales y zonas de calor, trazabilidad automática a través de ordenador, detección de contacto y ayuda de robots/inteligencia artificial para interpretación de comportamientos, captación de gestos y palabras. Rearbitraje de jugadas en tiempo real. Iluminación, sonidos, alarmas, vibración. Tecnología de alto nivel, que ya está en el mercado, lista para ayudar a la imperfecta apreciación humana, la subjetividad y el error que lleva a la parcialidad en las decisiones. Se trata de mitigar la influencia de emociones en los árbitros, potenciando la aplicabilidad de la justicia evidenciada con medios.

Tecnología que debe traducirse en recursos (inversión) al mismo tiempo que en una mejora de los procesos que imparten la justicia deportiva ordinaria sobre la cancha, que es donde realmente tiene más valor. Esto exige un reglamento claro, simplificado, sin dudas y conocido por todos. Implica definir las situaciones de aplicabilidad, escenarios y criterios uniformes, y unanimidad en su empleo, con agilidad y sin titubeos. Tipificar claramente las razones que hay detrás de cada decisión, que deben ser llevadas a la práctica con clarividencia y personalidad por los árbitros. Para ello es clave mejorar y potenciar la formación, divulgación y soporte/ayuda a través del altavoz de los medios, las plataformas digitales, las instituciones y publicaciones de todos los participantes a través de los canales disponibles.

Asimismo, dentro de los estamentos arbitrales y sus comités, insistir en consensuar criterios profesionales, fijar las bases, resolver dudas y hacer frente común de manera transparente y ecuánime. Crear centros de excelencia, compartir mejores prácticas y dar un paso más allá en la credibilidad, limpieza y justicia del juego. Estamentos arbitrales que hagan autocrítica verdadera para mejorar y ayuden a calmar los ánimos y disminuir la crispación. En esta línea, debe haber un criterio de evaluación interno de los propios jueces de manera mucho más transparente y público, del todo objetivo. Que se traduzca en sanciones y multas a los árbitros al igual que a los jugadores, ante errores graves de aplicación y uso de su potestad. Y así eliminar toda sombra de manipulación.



El juego limpio será verdadero cuando la justicia deportiva sea más sólida, evitando con hechos el ruido mediático y demostrando que sí es posible mejorar la competición desde el reglamento. Deporte y tecnología a la altura de la nueva era digital, por favor. Competiciones que se anticipen antes de que ser arrolladas por el “tsunami mediático” de la crispación, las emociones y el desconcierto social de todos los sectores. Tecnología y mejora de procesos para liderar el cambio de modelo social y económico del deporte del siglo XXI, con un nuevo paradigma de justicia deportiva basada en la digitalización y la objetivación, que ampare un juego más justo, limpio y dinámico, con la emoción y la pasión natural del ser humano combinada con la precisión y la mejor capacidad posible de juzgar las acciones del juego.

Por la sostenibilidad del deporte y la credibilidad de sus competiciones, digitalización y arbitraje tecnológico YA.

miércoles, 6 de febrero de 2019

El deporte nos hace CAMPEONES

“Campeones” ha recibido el premio Goya a la mejor película española de 2018, y también lo ha recibido a título individual uno de sus personajes, Jesús Vidal, como mejor actor revelación. Esto es un hito sin precedentes. Nunca antes se había hecho una película tan intensa y retadora donde el fondo y la forma fuera un equipo numeroso (y no profesional) de personas con capacidades diferentes, donde el mensaje y la esencia de la película fueran tan directos al corazón sin pasar por la razón. Y el vehículo elegido para apoyarse en esta historia ha sido el deporte, el baloncesto como fuente inclusiva, generadora de diversidad y solidaridad. La dimensión social del baloncesto siempre ha sido uno de sus activos más potentes a nivel aficionado y de base, y con esta película hemos encontrado el altavoz perfecto para despertar conciencias y elevar el espíritu a través de una historia sencilla.

Historia que comienza etiquetando cual castigo el hecho de tener que entrenar a chicos discapacitados y formar con ellos un equipo, para jugar y participar en campeonatos. Es la penitencia de un enervado entrenador, condenado a ejercer trabajos sociales como permuta de una sanción administrativa. Quizás sea la manera de abordar el tema y suponga una llamada de atención, de que solo nos ocupamos de otros colectivos humanos más desfavorecidos cuando viene impuesto, forzado, cual actividad que casi nadie quiere realizar.



El vuelco que da la película sobre ese planteamiento, con el paso de los minutos, es digno de analizar. A través de la solidaridad, el trabajo en equipo y la inclusión, la vitalidad y alegría que desprende este grupo humano, el relato reclama en voz alta un tratamiento igualitario entre personas diferentes, pero no como consecuencia, sino como prioridad, por derecho y por condición humana equiparable. El equipo de baloncesto tan variopinto de perfiles y capacidades que surge en la película mezcla humor y amor, alegría y bondad, y también miedos y barreras. Con naturalidad, consiguen ofrecer una visión real de la vida, plena, optimista y sonriente, gracias a que ellos son sencillamente felices jugando al baloncesto. Nos muestra la superación y el compromiso conectados a través del deporte, en el que caben todos y no hay sesgo para nadie. Y por supuesto la gratitud por las pequeñas cosas de la vida, esas que la mayoría damos por hechas, pero que para ciertas personas tienen un valor incalculable. Elevar esas pequeñas cosas al máximo nivel de prioridad e importancia, y darles el valor que se merecen, es otra de las lecciones que nos deja la película de Javier Fesser.



La moraleja final de la historia es un baño de realidad tremendamente agradable, un trago dulce que nos enseña a transformar lo que aparentemente es una derrota, un partido que se pierde, en una experiencia de vida que se gana por el hecho de ser, de estar, de compartir, de dedicar tiempo, alegría y energía a hacer cosas especiales con personas especiales. Una final que ya se ha ganado antes de jugar. El equipo protagonista se siente campeón aun fallando la última canasta, y celebra lleno de júbilo haber llegado hasta allí, pues en el camino han ido creciendo, superando sus límites, emocionándose con el equipo y el juego, y compartiendo la experiencia de sentirse más vivo.

Y en eso consiste la verdadera victoria. La de una película, la de un colectivo y un deporte, que se han unido para estremecer de emoción los rocosos prejuicios de una sociedad pasiva y adormecida. Canalizar esta llamada de atención social a través del deporte y del humor, algo muy nuestro, consigue suavizar la acogida que tiene su mensaje en nuestra conciencia global. Porque su impacto se cuela muy adentro y nos debe hacer sentir avergonzados, por llevar esa venda tan ridícula en los ojos durante demasiado tiempo. Pero también es un rayo de luz esperanzadora que debe hacernos despertar, para mirar de frente a los problemas de exclusión social actuales y ponernos manos a la obra en su resolución sin demora.

El cine y las artes son un excelente escaparate para mostrar este camino y alentar a su andadura. Y sin duda el deporte es el mejor acompañante para ello, un nexo donde converger en este cometido. Porque el deporte nos hace más humanos y más tolerantes, inclusivos y solidarios. El deporte desde la base social, desde el amor al crecimiento personal y a la superación de barreras. El deporte que es maestro y alumno a la vez, enseñándonos las lecciones más maravillosas. El deporte que empieza compitiendo contra uno mismo para ser mejor que el día anterior. El deporte que encuentra oponentes, pero no enemigos. Aquel que nos hace más libres, más sabios y nos ayuda a desprendernos de la suciedad de los prejuicios. El deporte que nos cambia el paradigma de un ganador, el que nos hace mejores por el mero hecho de vivirlo y sentirlo cerca, de compartirlo con todos, de abrir puertas y oportunidades a quien las sueñe. El deporte que es alegría convertida en movimiento, las endorfinas de la vida que son universales por derecho, sin discriminación. El deporte que nos hace Campeones a todos.