domingo, 2 de abril de 2017

Regalos inesperados del deporte

Hace sol, es primavera y la gente sale a la calle sonriendo. Es un día bonito, pero hay algo más que flota en el ambiente. A mi me genera chispa, me ilusiona mucho. Son las ganas de disfrutar de un regalo que sabemos que va a llegar esta tarde, tan inesperado como placentero. Ecos del pasado que vuelven a ocurrir en el presente, y que nos hacen rejuvenecer a todos los amantes del deporte, y sentirnos más a gusto con la vida, con la historia y con la época que nos ha tocado vivir.

Vuelve a haber una final de tenis Nadal-Federer, en un gran torneo (Miami). A mi me genera un revoloteo de mariposas en el estómago poder ver este partido de nuevo. El partido de siempre pero nunca igual, el que tantas veces hemos jugado, vibrado, llorado y disfrutado desde el sofá, el bar o en la pista. Porque lo jugamos todos, toda España, todo el mundo. Ver a estos dos colosos del tenis enfrentarse  una vez más es un regalo tan dulce como inesperado, y yo me siento en la obligación de saborearlo como se merece. Siempre pienso que es la última vez que les vamos a ver, a un nivel tan alto, y esa sensación de que algo bueno se acaba es el estímulo más potente para valorar las cosas de verdad. Le ocurre al ser humano con todo en la vida (dícese que sólo se acuerda uno de santa Bárbara cuando truena), y es muy cierto. Estos duelos no van a ser para siempre , de ahí que cada golpe y cada punto del partido de hoy me proponga disfrutarlos más que nunca.

Yo no vi los duelos McEnroe-Borg, ni los Lendl-Becker, me los han contado, pero percibo menos fervor en ello (por algo será). Sí que vi los Agassi-Sampras. Y aunque pueda parecer que siempre lo presente nos parece más importante o espectacular que lo pasado, lo cierto es que un Nadal-Federer es algo mucho más grande que cualquier otro duelo, mucho más inspirador, y una ocasión para pellizcarse y ser consciente de que esto que nos regala la época actual ha sido y será histórico por muchos años y décadas.

Estos deportistas, estos seres humanos, son fuera de lo normal. Por eso son capaces de poner el mundo patas arriba allá donde van, y por eso cuando coinciden en una pista de tenis ocurren cosas increíbles. Como una aurora boreal, un huracán o un movimiento sísmico, las emociones que son capaces de disparar cuando convergen jugando al tenis son difíciles de explicar. Verlos en la pista durante estos años ha sido como presenciar el paso del cometa Halley a cámara superlenta, en fotogramas periódicos que duran ya más de 12 años.

Estamos hablando del mejor tenista de la historia, por estilo, dominio del juego y capacidad de mejora y progresión. Federer sólo habrá uno y nos ha enseñado a todos cómo se juega a este deporte, cómo se golpea y se controla la bola, el tempo del partido y a tu rival. Sin aspavientos, fluyendo suavemente. Decir tenis es decir Federer, y debería quedar registrado así en la R.A.E, como sinónimos. Me pregunto si Federer aprendió a jugar al tenis de pequeño, o más bien cogió una raqueta un día y decidió que el tenis lo creaba él, que este deporte se reinventaría a su antojo, y que lo enseñaría al resto del mundo para su disfrute. En un diálogo del tipo “hola, soy Roger Federer y he venido al mundo a enseñarte a ti, tenis, quién eres en realidad y cómo debes de ser, he venido a pulirte y a jugarte para que descubras que hay mucho que enseñar al mundo”. Tal cual.

Para hablar de Nadal tengo que tragar saliva y respirar hondo un par de veces. Sin lugar a dudas el mejor deportista español de todos los tiempos, y uno de los mejores de la historia mundial. Este portento será probablemente la mente más potente que hayamos visto, la fuerza indómita de la naturaleza con más resistencia, más confianza y más capacidad de sacrificio. Ningún deportista me ha inspirado tanto y con tanta fuerza. Nadie (aparte de mi familia y amigos) me ha hecho creer con tanta fe como Rafa, en uno mismo, en sus posibilidades. Los valores más profundos y humanos del deporte los colecciona todos Nadal, y esa ha sido la base de su éxito. No le falta ni le sobra nada, simplemente ha escalado hasta la cima más alta de la historia deportiva por derecho propio, porque se lo ha ganado. Es un ejemplo que se debería enseñar en el colegio,  un modelo de superación que dispone de unas herramientas y capacidades que pocas personas aprenden en su vida.

Rafa es esa persona que siempre cree y confía, que siempre aprende y mejora con humildad, que no se rinde, que lucha y que sabe superar los errores, las decepciones, y acaba resurgiendo en su propósito. Tiene un enorme talento para el tenis, pero son su cabeza y su educación los que le han llevado a disputar al mejor tenista de la historia la hegemonía mundial del circuito en la última década. Y eso es algo grandioso, al alcance de muy pocos deportistas. Rafa ha sido además la inspiración y el coraje de una sociedad en crisis de valores, de moral y de espíritu,  una apuesta por la esperanza y confianza en el futuro y en el ser humano, a través del deporte. O al menos así lo siento yo, con los pelos de punta cuando escribo emocionado sobre este chaval, que podría haber sido parte de mi pandilla de amigos, de la cualquiera de este país, seguro.

Y con estos ingredientes y estos antecedentes, esta tarde se presenta deliciosa. Porque en la vida y en el deporte, las oportunidades se presentan solas. Solo hay que tener paciencia para esperarlas, y cuando aparecen, saber reconocerlas y aprovecharlas. Esta es una de ellas. España, mundo, por favor disfruten hoy de otro gran evento, otra gran final entre estos dos inigualables deportistas a los que no nos quedan muchas ocasiones como esta para ver, para seguir acumulando emociones y recuerdos para siempre que contaremos a las siguientes generaciones. Gracias al tenis y al deporte, por darnos otra oportunidad más, y van ya mas de veinte. Gracias Rafa, gracias Roger, por mover nuestras emociones y por deleitarnos con el juego, por recordarnos lo grande que es el tenis , y los valores que con él se transmiten. Gracias por este regalo inesperado del deporte.


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