miércoles, 26 de abril de 2017

El niño del balón (I)- Por qué

Ayer vi a un niño con un balón en el parque, y volví a sentir la emoción y la plenitud de quien no siente barreras, ignora el tiempo y sólo vive para jugar y ser feliz. Esos para los que sólo hacía falta un balón  y mucha imaginación para dar rienda suelta al juego. Yo fui uno de esos “niños del balón”.

Un espacio verde en un parque, con escaso césped, era como encontrar petróleo, oro. Aun cuando estuviera descuidado y pareciera una pradera salvaje, aquello se convertía en el mejor de los estadios. Además del parque, cualquier sitio era bueno para experimentar con el balón: en tu casa (con tu madre gritando detrás que dejaras la pelotita),  en la playa (con las señoras diciendo que te fueras lejos porque levantabas arena), en medio de la calle (donde a veces los pelotazos golpeaban coches o ventanas y había que salir corriendo), en la árida tierra del patio del recreo (donde muchos niños corrían buscando el balón entre árboles, montículos y demás obstáculos, incluyendo otros partidos que se jugaban con otro balón en el mismo espacio)… ¡cuánta diversión acumulada en el caos!

Aunque estos lugares no fueran los más idóneos, era la capacidad de los niños de hacerlo mágico, de transformarlo a su antojo, lo que convertía cualquiera de ellos en el campo de juego perfecto para soñar. Allí donde no había nada, los niños del balón lo llenaban de sentido, de risas y de diversión sin límites. También de llantos y pataletas, de frustraciones y enojo por no conseguir un objetivo: un gol, una parada, una falta. Los niños del balón recibían siempre valiosas lecciones de vida cuando creaban ese entorno, cuando se sumergían movidos por la pasión del juego en un partido imaginario que les iba a enseñar mucho más de lo que eran conscientes en ese momento.

El uso de la imaginación es fundamental para esta historia. No se conciben horas y horas detrás de una pelota en un pequeño espacio, si no se imagina que es un estadio donde te conviertes en el ídolo que ves por televisión, donde se narran tus acciones y tus goles en directo, donde el mundo se detiene para prestar la debida atención a un juego que convierte el corazón en el músculo más potente, porque la atracción del balón sólo se puede explicar de esa forma.

Es importante y necesario que se siga promoviendo la existencia de “niños del balón” hoy en día. Y niños de la raqueta, de la bicicleta, de los patines, de los esquís o de la piscina. ¿Por qué? Porque los niños serán mejores personas mañana si hoy son niños del deporte, niños sencillos que sonrían con el ejercicio físico. Niños sanos y formados en los valores deportivos en cualquier caso. Niños que necesiten poco para divertirse y ser felices, a los que su creatividad les estimule para imaginar escenarios donde competir y mejorar, donde compartir y aprender, donde caer y levantarse. Solos o con otros a su alrededor; con pocos elementos y de andar por casa, en cualquier momento y lugar.

Cultivar el deporte en los niños es una de las cosas más importantes que los padres pueden hacer por sus hijos. Debería ser obligatorio en todos los hogares, en la forma que sea. Fomentar la práctica del deporte desde pequeño hace que los niños crezcan arraigados en los valores de la pasión y la diversión, pero también de la perseverancia y el esfuerzo, de la honestidad y la deportividad, potenciando su imaginación, su creatividad, las relaciones sociales, el sentimiento de pertenencia, el trabajo en equipo, e incluso el liderazgo.

Yo he tenido la inmensa fortuna de tener un entorno, una familia y unos amigos, que me han llevado de la mano del deporte, siempre con un balón. Ello me ha ayudado a descubrir algunas de las mejores cosas de mi vida, me ha dado alegrías y penas, y me ha forjado la personalidad, mi manera de ser y de enfrentarme a la vida y sus desafíos. El balón nunca era el mismo (ni tampoco yo), pues iba cambiando de dirección, de textura, de color, de peso, de alcance….eso sí, la forma y el fondo eran siempre los mismos: redonda, la del balón, y pasional, la de mi alma y mi corazón.

El balón, ese simple esférico que evoca en uno mismo innumerables recuerdos tan sencillos como especiales, y te dan una idea de la grandeza de las experiencias que se acumulan entorno a él, pero sobre todo, de las personas que te acompañan…. 

(Continuará)

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