martes, 30 de enero de 2018

Hispanos, ¿cuál es vuestro oficio?

“Hispanos, ¿cuál es vuestro oficio? ¡Balonmano, aú, aú, aúuu!”
Ésta bien podría haber sido la arenga previa del seleccionador Jordi Ribera o del capitán Raúl Entrerríos antes del campeonato de Europa de balonmano masculino 2018 que España ha ganado brillantemente en Croacia. Antes de cualquier partido, pero especialmente en el duelo directo contra Alemania, la semifinal ante Francia o la final con Suecia.
Los hispanos, los guerreros españoles del balonmano, han vuelto a hacer historia. Han vuelto a ganar, a llegar a lo más alto de un campeonato, esta vez de Europa, que se les había resistido hasta en cuatro ocasiones. A pesar de que las circunstancias y el entorno han sido muy esquivos en los últimos años, y han llenado de obstáculos y dificultades adicionales el ya de por si complicado camino hacia cualquier título, esta selección se ha reinventado y se ha apoyado en la fortaleza del grupo para volver a crecer; sobre sí misma, sobre sus pasos, sobre sus valores básicos y sobre una enorme base de trabajo. Sobre el balonmano puro sin ruido ajeno.
Con el desgaste añadido que supone tener que batallar en el campo y fuera de él (con las instituciones, las lesiones, los problemas de preparación y planificación, con la falta de medios y recursos, con la mala gestión de los organismos gestores de este deporte, etc.), el mérito es aun mayor para estos chicos y sus entrenadores. Pero el deporte tiene esta grandeza, y ha aportado a nuestra selección una motivación y unas ganas de reivindicarse que ha doblegado por fin la resistencia del cetro europeo del balonmano continental.
Sí, hay que tener un gen competitivo especial y un hambre deportivo enorme para superar cuatro finales de Europa perdidas y llegar a la quinta con más confianza y determinación que nunca, y ganarla por talento y por convicción. También después de haberse caído del pódium en los últimos campeonatos del mundo, después de no clasificarse para los juegos Olímpicos de Río, y en medio de la crisis deportiva e institucional que atraviesa el balonmano en nuestro país, centralizado en los problemas de la federación y la liga ASOBAL, la gesta de esta selección merece un reconocimiento muy especial.
A pesar de no ser favoritos, los hispanos siempre se creyeron capaces de ganar, de doblegar a las grandes selecciones que se pusieran en su camino como así ha sido. En los momentos delicados han sabido construir una rocosa defensa sobre la que han desplegado un ataque cada vez más rodado, a cada partido más incisivo y determinante. Han sacado a relucir su mejor versión en los partidos más complicados. Ellos si creían en  el equipo, en su talento. Porque conocen el espíritu y el coraje del que está hecha esta selección, la pasta que gobierna un grupo homogéneo y solidario. La mezcla de experimentados jugadores veteranos con jóvenes entusiastas la han sabido equilibrar, cada vez mejor, bajo una fenomenal dirección técnica.
Pero sobre todo la fuerza mental que se transmite en los hispanos de generación en generación, el ADN ganador que nunca se rinde (para muestra, el botón de los Dujshebaev). Aquello que es innato y no se entrena, ese convencimiento de que se comen al rival, la determinación demostrar que son mejores, lo llevan escrito en la frente, reflejado en los ojos, latiendo en la sangre, y tatuado en la piel.
honran a toda una saga de jugadores míticos que llevaron en volandas al balonmano español hasta las cotas más altas del mundo. Así, en volandas,  les han llevado a ellos ahora el peso de la historia, el amor por la competición y la victoria, la entrega apasionada al deporte y sus valores más puros. Es la confianza y el esfuerzo el que les ha hecho ganar, es la devoción total a su deporte lo que les ha hecho grandes. Es el balonmano al fin y al cabo, su oficio, su sentimiento más noble, el que les ha hecho alzarse por encima del resto y darnos de nuevo una alegría increíble, una gesta de esas que se recuerdan durante años, por el momento, las condiciones y la manera de conseguirla.
Hispanos, generaciones perennes de campeones en la tempestad, sois enormes, sois eternos, os admiramos. Os damos las gracias a vosotros, que seguís haciendo grande la marca España, a vosotros que sabéis mejor que nadie de dónde venís, dónde estáis y a dónde vais (y todos nosotros con vosotros), porque conocéis vuestro oficio¡Balonmano, aú, aú, aúuu!


domingo, 7 de enero de 2018

Pasión sevillana, locura de fútbol: derbi espectáculo

Sevilla exporta al mundo pasión, semana santa, feria de abril y toros, arte, cultura, gastronomía, alegría de vivir, tradiciones con sabor diferente y especial. Exporta un sinfín de experiencias bajo su marca ciudad, y entre ellas está su derbi futbolero, único en el mundo por su fervor y su manera de entenderlo. Sevilla y Betis proyectan bajo la competición de La Liga una magia sin igual en el planeta fútbol, una rivalidad diferente y cuyo sabor cobra mucho más sentido cuando se entiende desde dentro.

La ciudad hispalense respira fútbol todo el año, pero cuando se acerca un derbi, el color y la emoción ilumina con más fuerza el latir del corazón de béticos y sevillistas. Se olvida la historia, la clasificación o las situaciones concretas de cada equipo: el partido contra el eterno rival lo eclipsa todo. Los aficionados se aferran más que nunca a sus colores, a su equipo, a sus himnos. Se comenta con los vecinos, los amigos y en el trabajo; nadie queda ajeno a una rivalidad, que salvo muy contados episodios desafortunados y desagradables protagonizados por algunas minorías, se vive con deportividad, con alegría, y sobre todo con mucha ironía, sarcasmo y humor. Esa “guasa” que acompaña a esta ciudad y a su gente, con la que construyen el día a día, su forma de vivir, los puentes hacia el futuro y con la que reciben a todos los foráneos, vertebra también el fútbol, regando entre cervecita y tapita los chistes y chismes que se construyen en la previa del derbi.


Desde ambos clubes, directiva, equipo técnico y jugadores, todos se encargan de hacer piña, de hacer un llamamiento colectivo y sano, de fuerza y unión ante el partido más importante que tienen por delante. Invocan a la pasión de su gente, a los aficionados que les deben dar alas y llevar con su energía hacia la victoria. La efervescencia y la motivación que corre por todo Sevilla ante un partido así se pueden respirar y sentir desde el barrio de Triana a Santa Cruz, desde la Macarena a la Maestranza, de la Giralda al parque Maria Luisa, desde Heliópolis hasta Nervión. Colores rojiblancos de los sevillistas desde el Sanchez-Pizjuán, banderas blanquiverdes de los béticos alrededor del Villamarín, conforman un cuadro de luz y alegría deportiva que se mezcla en las calles y en los medios, en el sentir de la gente y en sus sueños.
Grandes iconos futbolísticos, locales e internacionales, han abanderado este sentir a lo largo de la historia. Artistas y figuras no sólo en el campo sino fuera de él, han sido grandes estandartes y capitanes de uno y otro equipo que han sabido entender y transmitir los valores y la pasión por sus equipos, y la importancia emocional que para sus aficionados tiene cada derbi. Históricos sevillistas como Unzué, Monchi, Manolo Jiménez, Rafa Paz, Martagón, Anton Polster, Davor Suker, Jose Antonio Reyes, Jesús Navas y hasta Maradona. Genios béticos como Pedro Jaro, Poli Rincón, Cardeñosa, Rafa Gordillo, Eusebio Ríos, Juan Merino, Alfonso, Joaquin y hasta Denilson o Finidi.



En los últimos años, además, los derbis sevillanos han subido de nivel y de calidad, en la medida en  que los equipos se han vuelto más anárquicos sobre el campo, presa de una emoción y una voluntad que traspasa cualquier orden y disciplina tácticas. Han sido un ir y venir de fútbol, de goles, de espectáculo para todos los aficionados no sólo locales, sino globales, ávidos de fútbol intenso y entretenido, de un deleite deportivo extraordinario. Un torbellino de emociones en ambos campos, una montaña rusa de dominio alternativo, jugadas y resultados imprevisibles, sufrimiento y éxtasis a partes iguales que obedecen sin orden ni concierto alguno a la locura del fútbol total, la del balón, los colores y el gol, la de la emoción, la alegría y el corazón.
El de ayer fue un ejemplo gratificante y tremendamente revelador sobre la calidad futbolística que Sevilla es capaz de exportar al mundo con su derbi, que no se queda solamente en el campo sino que trasciende al mundo antes y después del partido hasta un nivel emocional contagioso y muy intenso. Un ejemplo magnífico de cómo vivir y transmitir a su manera los valores de la pasión local, a través del idioma universal del sentimiento futbolístico por el equipo de uno.



Este derbi es uno de los diamantes de La Liga, que debe cuidar y seguir haciendo crecer; en impacto mediático, en asistencia, en repercusión social y deportiva, porque este derbi enamora a toda la liga y a toda España, a toda Europa y al mundo entero. Este derbi enseña la alegría incontenible del sevillano en su fervor por el fútbol, alrededor de sus colores y del balón, faenando y luchando con un gran pundonor ante el gran miura rival. Sevilla y Betis se hacen más grandes el uno al otro, se necesitan para contagiarse, realimentarse de fútbol y vitalidad a través de sus aficiones, para reivindicarse en el lugar que les corresponde por peso futbolístico.

El gran cartel hispalense es un atractivo extraordinario que demuestra que no sólo de Madrid, Barça o Atleti vive el fútbol español y su Liga, sino que hay un producto emocional en el tejido balompédico de este país muy completo que hay que seguir potenciando y explotando, pues nos enriquece a todos. Y Sevilla es una de las plazas deportivas donde se puede contemplar este producto con más sabor, tradición y arte futbolístico. Bravo por el Sevilla que nunca se rinde, y viva el Betis “manque” pierda. Olé por el fútbol y su derbi hispalense.