Huele a feria de abril y a primavera, en Sevilla y en España entera. En el Betis, sin embargo, lleva oliendo a éxito desde principio de temporada. El Betis lleva todo el año viviendo en primavera futbolística, a pesar del frío o la lluvia, porque el año del equipo verdiblanco está siendo una continua cosecha de frutos jugosos y objetivos muy bien trabajados a lo largo del año. A un mes del final de competición, le queda rematarlo con la guinda, pero tiene las hechuras y el recorrido planificado para poder conseguirlo: entrar de nuevo en Europa.
Una parte de este fruto se debe a una directiva renovada, con experiencia y con rumbo claro, implicada y que hace partícipe a todos sus estamentos desde la apelación al sentimiento deportivo común. Cuyo proyecto de club está muy bien trazado, y cuya ejecución en su gestión deportiva, social y económica está siendo muy acertada, meditada y con perspectiva. Bravo por su paciencia. Aterrizando al siguiente nivel, gran parte del mérito se lo lleva Quique Setién, el entrenador tranquilo, paciente y consciente del entorno en que se desenvuelve, que de fútbol sabe muchísimo, y además le están dejando hacer. Habla poco, claro y directo fuera del campo, pero dentro de él transmite, motiva, enseña y conecta con su plantilla como pocos lo saben hacer, hasta sacar el máximo rendimiento físico, táctico y emocional de su joven plantilla.
Joven plantilla de chavales comprometidos que hacen piña, solidarios y con ganas de aprender, un grupo de futbolistas competitivo y en formación con mucha progresión por delante. Y donde emerge como ninguna la gran figura del capitán Joaquín, el eslabón donde empieza y termina el proyecto del euro-Betis, la piedra estratégica donde todo conecta y converge en este club. A sus 36 años, está viviendo una plenitud dorada en sus últimas temporadas como futbolista. Es el fiel reflejo del que es y está feliz con lo que hace, donde lo hace, cómo lo hace y con quién. Es la imagen de un jugador de leyenda que ha sabido entender su carrera y su transición, su sitio y su tradición. Es aquel jugador que sabe bien de dónde viene y donde debe terminar, todo lo que le han dado y lo que le queda por aportar.
Joaquín es la viva imagen de la felicidad del día a día, de la alegría hecha fútbol, de la gratitud por el esfuerzo, el trabajo bien hecho y la recompensa merecida. Joaquín ejerce de todo en el Betis; desde consejero y accionista, hasta jugador; desde padre, amigo y hermano en el vestuario hasta de conductor; de utillero, compañero o de psicólogo, así como de entrenador. Es la prolongación del míster en el campo, de los compañeros en los momentos difíciles o de duda, y también de euforia claro está, y del espíritu que marca el rumbo claro de una pasión, la del Betis por su equipo y su afición.
Joaquín estaba llamado a ser un referente del fútbol español, y lo fue a ráfagas durante algunos años. Las circunstancias no le llevaron a ningún club “top” de Europa, pero ello le ha permitido quizás ser aun más grande, y llevar toda su calidad, su arte y su genialidad a distintos rincones del planeta fútbol, y en todos ellos ha dejado impronta, ha hecho más grande el equipo, y sobre todo ha dejado un recuerdo imborrable por actitud, compromiso, ejemplo y pasión hacia su profesión. Joaquín es un artista entregado a su causa, un profesional que entiende el fútbol igual que la vida: lleno de alegría, vitalidad, optimismo, esfuerzo y belleza. El fútbol fluye por sus venas con la misma facilidad con la que le sale la guasa y los chistes, con la misma naturalidad con la que pone siempre buena cara, se supera y trabaja para conseguir sus objetivos.
Ver a Joaquín siempre, pero en especial este año, es ver el goce por una profesión, un deporte, y un equipo; por sus colores, su gente y por su club. Es un personaje genuino de nuestra sociedad que nos hace mucho bien, nos recuerda que la felicidad está en el día a día y que el fútbol puede contribuir a ello con mucha fuerza. Joaquín es un tipo honesto, que respeta la competición, la historia, los rivales y el juego limpio. A su edad le queda poco que demostrar, y sin embargo sigue siendo un ejemplo que sorprende y enamora, que hace agradable cualquier aparición suya dentro y fuera del campo. Se hace tan amable que toda España sonríe al verle, y la mayoría se alegra por su buen hacer y la fenomenal temporada de su Betis (salvo los sevillistas, por lógica y natural rivalidad futbolística).
El Betis y Joaquín viven un momento dulce que ha llegado tras años de zozobra y sufrimiento en el club, y tras mucho trabajo para sacar adelante un extraordinario proyecto, que está brotando actualmente de una manera fresca y natural. Así surgen siempre las mejores cosas en la vida, y el fútbol no es una excepción. La constancia en el trabajo bien hecho, la dedicación con cariño a unos colores y a un sentimiento, el apoyo incondicional de una afición que nunca le abandona, es lo que da fuerza y está llevando al Betis en volandas. Esta temporada partía con el objetivo de mantenerse en primera, de no sufrir, y está terminando mirando de frente a Europa, siendo uno de los rivales más peligrosos de esta liga y jugando un fútbol vistoso, equilibrado y práctico, que nos ha regalado extraordinarios partidos, goles y espectáculo de manera sostenida.
Uno se siente alegre y contagiado del fútbol del Betis, de su gente, de sus colores, de su proyecto y su manera de entender la competición. Se siente cercano a un equipo que desprende simpatía, profesionalidad y desparpajo a partes iguales, valor y fe en sus posibilidades. Uno se siente agradecido de tener en LaLiga un club con tanto arte y solera, que después de muchos años oscuros de farándula directiva y deportiva, ha sabido cuajar un proyecto a la altura de esta entidad. Un equipo construido y dirigido por el visionario Setién, artesano discreto del fútbol sencillo, efectivo y gustoso, al que hay que elogiar tremendamente. Y un equipo aderezado por un mago de la vida y del balón, un líder con carisma, talento y don de gentes que arrastra felicidad allá por donde va. Joaquín es el corazón del Betis, su leitmotiv. Es su imagen visible, la del bienestar futbolístico, la madurez bien llevada dentro y fuera del campo, la alegría de vivir cada día. Su fútbol, su actitud y su expresión reflejan la felicidad de una afición entera, que vive un momento dulce, de trabajo en continua feria, y una temporada repleta de primavera.
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