martes, 29 de mayo de 2018

Historia que tú hiciste, historia por hacer

El Real Madrid eleva la marca España, LaLiga y su fútbol de nuevo hasta cotas insospechadas. También el baloncesto español y la ACB. Doblete europeo en una misma temporada, gesta única en la historia de cualquier club deportivo profesional. El dominador de la máxima competición continental suma ya 13 títulos en fútbol y 10 en baloncesto, que le consolidan como el rival a batir cada año. Pocos ejemplos concretos existen, además del deporte, en el que España tenga un prestigio y una dominancia tan abrumadora. El mundo entero identifica, respeta y reconoce la marca Real Madrid como el emblema deportivo español por excelencia, asociado a liderazgo, competitividad y superación.

El club blanco ha vivido desde siempre un idilio simbiótico con la Copa de Europa. Hay una especie de atracción que nadie se explica pero que todo el mundo percibe, una fuerza especial que le vincula con esta competición, con la respuesta en los momentos más decisivos, con hacerse grande cuando los rivales le exigen ir un paso más allá. Llámese ADN, instinto, gen o impronta, pero existe algo muy hondo en la naturaleza de este club y de los que se identifican con él que permanece latente siempre, hacia la victoria, hacia el éxito. Aun no jugando mejor que el rival, aun en situaciones de inferioridad técnica, táctica o anímica, el Real Madrid tiene ese plus adicional que sabe utilizar en los momentos clave. ”De repente, percibes que el Real Madrid te va a ganar. No sabes cómo lo ha hecho o de dónde lo ha sacado, pero sientes que te dice: aquí estoy yo y voy a derrotarte. Y acaba haciéndolo”. Es un mensaje que muchos jugadores, técnicos, expertos deportivos y aficionados han expresado, sentido o reconocido en muchas ocasiones.



Esto sólo se entiende porque en definitiva el Real Madrid es un club que está concebido para ganar, para saber competir pase lo que pase, y ese factor en el deporte es algo diferencial. Cuando el Madrid está enchufado, concentrado al 100% (cosa que últimamente suele pasar principalmente en Europa), es muy difícil de batir. Lo es porque mentalmente el equipo construye y visualiza la victoria desde mucho antes de saltar al campo, a la pista. Se sabe con la confianza y los recursos del que juega seguro de sí mismo, de que su momento va a llegar y que sólo es cuestión de saber madurar los partidos y aprovecharlo. Se siente en su territorio, pues la Copa de Europa es su casa, el hábitat donde desarrolla su pleno potencial. Ese dominio emocional es lo que le da el éxito, porque el Real siempre cree hasta el final, y más allá. Por eso nunca baja los brazos, por eso no acepta lo inevitable, por eso tiene esa capacidad de aguantar, renacer y conseguir lo imposible. Mira más allá de sus propios límites, no se fija un techo, y siempre quiere más. La voracidad por el triunfo es insaciable en el Real Madrid: no hay más que observar cómo, una vez ganado un título, ya se piensa en el siguiente. Pura exigencia y convicción mental.

El club ha ido alternando temporalmente rachas de sequía con épocas de dominio apabullante en la competición europea. Ha sabido pasar por grandes desiertos y oscuras llanuras deportivas, pero también reencontrarse con su mejor versión y la reivindicación de su competición. El Madrid siempre acaba volviendo, antes o después, a la senda de la victoria en Europa. Los altibajos son parte del ciclo necesario para alimentar y construir los triunfos venideros, y sobre todo para otorgar el enorme valor y reconocimiento que merecen los títulos y las épocas de dominio absoluto, como la que está viviendo actualmente. También para reconocer con la humildad necesaria que esto es algo extraordinario, inusual, y que se tardará mucho tiempo en volver a ver. Valorar el éxito deportivo sin la perspectiva de la historia o del tiempo requiere de un ejercicio de madurez y análisis verdaderamente crítico que la mayoría no es capaz de asimilar sin pellizcarse.

Estos años de bonanza madridista en Europa producen sin duda un efecto de admiración y envidia a la par. Trae reconocimiento por lo complicado de las gestas, pero también provoca el recelo de los rivales, a los que mina en su confianza, pues la racha actual es sin duda una de esas que dejan huella en la historia, de las que sorprenden porque hacen trizas los registros anteriores. El Real Madrid lleva unos años batiéndose a sí mismo, pulverizando sus propios récords y siendo el primero en ir conquistando cotas a las que nadie hasta ahora había llegado. Es tal su afán de superación, que sus metas trascienden lo temporal. Da la sensación de que hace tiempo que dejó de competir con los demás equipos europeos, y que su espíritu le empuja a superar su propia historia, a hacerse más grande que sus antepasados en el club, a estirar los límites de lo imaginable. En una competición cada vez más pareja e igualada, en un deporte de élite cada vez más exigente que se decide por pequeños detalles, mucho más complejo y profesionalizado que antiguamente, la gesta actual del equipo de fútbol, ganando tres Champions League consecutivas, y cuatro en cinco años, parece aún más valiosa si cabe, antológica. También la de baloncesto, llegando a cinco Final Four en los últimos seis años, de las cuales ha ganado dos.

Gran parte del mérito de estos años lo tienen los enormes entrenadores del Real Madrid, Zidane y Laso. Es un modelo de entrenador que le funciona al Madrid: ex-jugadores, integrados con los valores y la exigencia del club desde muy adentro. Ambos humildes, conocedores de sus limitaciones y capaces de asumir errores, aceptar las críticas a su trabajo parta conseguir mejorar, y defensores de sus jugadores como principal activo y aval de triunfo. Ambos conocen el juego lo suficiente como para engrasar sus equipos hacia la victoria. Y ambos son excelentes gestores de vestuario, de plantillas de élite y jugadores legendarios: la confianza que depositan en su grupo es clave. Capaces de mantener el rumbo y el equilibrio en los momentos complicados, apelando a un discurso natural, práctico y cercano, a conseguir crear en los jugadores un sentimiento de compromiso, solidaridad y hambre de victoria continua. Laso y Zidane hablan el mismo lenguaje que sus jugadores, y su éxito está en saber transmitir la mentalidad ganadora del Real Madrid y mantener competitiva su plantilla mentalmente. A pesar de contar con varios de los mejores jugadores del mundo que lo han ganado todo, son capaces de despertar en ellos la motivación necesaria para ganar año tras año, para ser mejores que los demás, para superar sus propios números, para engrandecer la historia misma de un club de leyenda.

El Real Madrid no se cansa nunca de la victoria porque es capaz de realimentar sus propios éxitos, y su gen ganador viaja en el tiempo: los triunfos de hoy son sus visiones ayer, y las gestas de antaño son la motivación para los títulos de mañana. Sólo así se explica el rendimiento de este club, su capacidad de conquistar lo impensable, su afán de superación más allá de sí mismo. Porque nadie resiste sus ganas de vencer. Sólo así se entiende que la historia que tú hiciste, es la historia por hacer.

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