No habrá otro como Cristiano Ronaldo, será insustituible.
Goleador voraz, competitivo al máximo, líder indiscutible, ganador
nato, creyente en sus posibilidades por encima de todo. Atleta hecho a sí mismo a base de trabajo incansable,
de nunca rendirse, con una mentalidad de acero y una resiliencia
imbatible. Futbolista total, probablemente el más completo de la
historia, motivador estandarte e icono del balompié mundial, capitán de
su país, deportista de estadísticas inconmensurables, a base de una
carrera de récords.
Con un físico portentoso, un ego
superlativo y una mente empeñada en ser el número siempre, contra viento
y marea, contra las circunstancias, contra el mundo, contra sí mismo y
contra el tiempo. Estuvo en el momento preciso y en lugar
correspondiente para marcar un antes y un después en el fútbol. En la
época más excelsa de este deporte, en el club más grande donde podía
crecer. Ha sido todo lo grande que ha querido, ha elevado al Real Madrid todo lo que ha podido.
Cristiano y el Madrid se han realimentado mutuamente
en una relación simbiótica que durante la última década ha cosechado
unos frutos gloriosos a nivel de títulos deportivos, prestigio mundial,
impacto económico y mediático. También ha cosechado recelos y odios, no
nos engañemos, pues la ambición sin límite por ganar y ser el mejor, la
autoexigencia sin sensibilidad, despide emociones de falta de humildad y
prepotencia.
Gracias a Cristiano, entre otros, el Real Madrid ha conseguido no
sólo equilibrar el pulso que venía perdiendo con el Barcelona antes de
la llegada del portugués, sino que ha conseguido doblegar a su rival en la hegemonía europea y mundial,
sobre todo en el último lustro. Y ello a pesar de coexistir con Leo
Messi (honestamente, el mejor futbolista de la historia con el balón en
los pies), lo cual ha hecho mucho más grande y espectacular la batalla
del fútbol en nuestra liga, y mucho más meritorio los impresionantes números de Ronaldo con el Madrid:
450 goles en 438 partidos, 16 títulos (4 Champions entre ellos), 4
balones de oro, 3 botas de oro… pero sobre todo su espíritu de
superación, capacidad de creer en sí mismo, en la victoria, en ser cada
día más grande. Quizá el mejor resumen de todo ello se plasme en el gol
de chilena que le marcó precisamente a la Juve esta temporada: “Cum
laude”, excelso colofón a todo lo que ha sido Cristiano Ronaldo en el
Real Madrid.
Puede que no haya caído bien como persona, incluso dentro del
Bernabéu, pero su aportación al equipo en el campo y fuera de él están
fuera de toda duda. Cristiano nos deja un legado espectacular de fútbol y goles,
de todas las formas imaginables, en todos los escenarios, en todas las
competiciones. El éxtasis ha acompañado cada uno de sus goles,
machacando las redes contrarias como un martillo pilón. Ha sido el ancla
del barco y el faro que ha guiado al Real Madrid en la tempestad, en los momentos cruciales y determinantes, cuando había que dar un paso al frente.
El
Madrid ha volado a lomos de Cristiano, y éste ha recibido con creces
los honores y la gloria de vuelta. Cristiano ha estado a la altura del
reto, ha superado las expectativas con las que se le fichó. Ha sabido
tirar del carro, encumbrar su talento, y asumir la responsabilidad del 7 del
Madrid, una tarea complicadísima por el enorme peso que lleva su
historia, ya que habla por sí sólo con letras de oro: Kopa, Amancio,
Juanito, Butragueño, Raúl, Cristiano. Ronaldo ha conseguido unir al
madridismo, encabezar la lucha por la defensa de su escudo en España, en
Europa, en el mundo. Todos estos años, ha sido el abanderado de la victoria permanente, el icono de un sentimiento, la fortaleza de los más grandes.
A Cristiano le honra su dedicación como profesional entregado, y su valentía como jugador.
Incansable en su preparación y entrenamiento, jamás se escondió en el
campo, nunca rehuyó una disputa por el balón, un esfuerzo extra por
llegar más lejos y ayudar al equipo. El talento a la par que la nobleza,
valores que ha asumido mejor con el paso de los años en el seno del
Real Madrid. También a la hora de evolucionar como futbolista, de
entender y explotar de manera más eficiente sus virtudes, de adaptarse a
lo que el tiempo y el fútbol le han ido obligando. Ha sabido mantener
la templanza casi siempre, ha sido un jugador respetuoso con sus
compañeros, rivales y con su profesión, consciente de los galones y del
ejemplo que representaba para el madridismo y para el fútbol, en
especial para los niños. Fuera del campo, además, le honra su
generosidad y humildad a la hora de acercarse socialmente a los más
desfavorecidos, acciones desinteresadas, donaciones y actos benéficos.
Cristiano nunca tuvo techo en el Real Madrid, más allá del tiempo.
Su hambre por mejorar, su capacidad de superarse, su afán de victoria,
son los genes compartidos con este club que le han permitido crecer sin
límites. La mejor semilla para la mejor tierra. Si la naturaleza le
permitiese jugar al mismo nivel físico hasta los 50 años, lo habría
podido hacer sin duda en el Madrid, donde siempre hay cabida para
alguien que quiere ganar, ganar y volver a ganar, sin cortapisas. Pero
Cronos, dios del tiempo, no perdona a nadie por muy Cristiano que sea.
¿Más dinero? ¿Problemas fiscales en España? ¿Búsqueda de su sucesor
en el Madrid? ¿Mala relación con el presidente, y poco cariño de la
afición? ¿Jugador camino de los 34 años? ¿Nuevos retos en otro equipo?
Son argumentos dudosos que sobrevuelan la marcha del
astro portugués a la Juventus de Turín. Seguro que hay un poco de todos y
nada de alguno. Se antoja complicado entender, por ejemplo, cómo uno de
los mejores futbolistas del mundo (que pretende seguir siéndolo),
jugando en el mejor club y la mejor Liga del planeta, posicionado en el
mayor escaparate mundial, decide salir hacia un torneo de menor nivel y
competitividad, menor impacto mediático, más dura y más aburrida…
¿buscando qué retos?
Lo cierto es que Cristiano Ronaldo ha dejado un gran vacío
en el Real Madrid, en LaLiga y en el fútbol español. Su marcha,
incomprendida y dolorosa para muchos, celebrada por otros, es la
consecuencia natural de tantos años en la élite. Del paso del tiempo,
del desgaste. Nadie es eterno y Cristiano Ronaldo tampoco. Pierden
todos, pero es necesario, inevitable, porque todo pasa en la vida, y en el deporte aun más rápido. Hay que aceptarlo, tarde o temprano iba a ocurrir. Más vale una despedida en lo más alto, amable y cordial, que no un adiós empañado y crispado por las horas bajas, desgarrado por el empeño de estirar lo que es imposible.
Nadie duda de que esta misma situación no se hubiera dado si
Cristiano tuviera 4 años menos, es evidente. Quizá simplemente suponga
una transición honrosa hacia su jubilación, para dejar inmaculada su imagen futbolística en el Real Madrid.
Una retirada a tiempo puede ser una victoria para ambos. El tiempo da y
quita razones, y nos dirá retrospectivamente si éste era el mejor
momento para que el Real Madrid y Ronaldo separasen sus caminos, si
debió ser después. También si debió ser más cálido por ambas partes,
puesto que el poso que deja en los aficionados es que la ruptura de este
amor futbolístico no ha estado a la altura del idilio histórico que han
compartido club y jugador. Demasiado discreto y silencioso para una
leyenda.
En
cualquier caso, toda la grandeza de Cristiano Ronaldo debe ser
entendida en el contexto del Real Madrid. En su historia, en su
mentalidad, en su ADN ganador. Y es oportuno recordar que ningún jugador debe estar nunca por encima de este club,
ni siquiera la leyenda y el mejor jugador de su historia.
Agradecimiento y orgullo acompañarán siempre la fabulosa aportación de
Ronaldo al equipo de Chamartín: el jugador al servicio del club y no al
revés. Durante los últimos nueve años, Cristiano ha sido parte esencial en la “historia que tú hiciste” del Real Madrid, que ya es pasado. Pero hoy ya ha dejado de ser parte de la “historia por hacer” de este club, de su futuro. Tan grande es la leyenda de lo que fue como todo lo que queda por venir.
La vida sigue y el fútbol también. Queda mucha pasión por disfrutar,
muchas emociones que llenar. Después de una de las épocas más gloriosas
de su historia, tras la marcha de Zidane y de Cristiano, al Real Madrid le toca reinventarse
de nuevo para seguir ganando, y apoyarse en sus valores para superar el
duelo, el vacío y la sombra de un futbolista que será irrepetible. A Cristiano, la leyenda, en su afán de exprimir una carrera memorable que se va acercando al ocaso, le toca seguir luchando contra el tiempo. Suerte a ambos.
Aquí hay un trozo de ti, de mí, y de millones de personas que aman el FÚTBOL, el DEPORTE y la VIDA. Las pasiones y sus emociones no se eligen, se entrenan para jugar con ellas. Así es el fútbol, así es el deporte, una manera entender la vida, de entrenar el corazón, y de jugar con el mundo. Este es un pequeño rincón para hablar de todo ello. Porque al final, tú, siempre Juegas Como Entrenas.
jueves, 12 de julio de 2018
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