Aquí hay un trozo de ti, de mí, y de millones de personas que aman el FÚTBOL, el DEPORTE y la VIDA. Las pasiones y sus emociones no se eligen, se entrenan para jugar con ellas. Así es el fútbol, así es el deporte, una manera entender la vida, de entrenar el corazón, y de jugar con el mundo. Este es un pequeño rincón para hablar de todo ello. Porque al final, tú, siempre Juegas Como Entrenas.
miércoles, 25 de julio de 2018
“Inspiration Women”, el espejo de los sueños
La Federación Española de Baloncesto ha puesto en marcha, junto al Diario As, una magnífica iniciativa con motivo de la celebración del próximo mundial de baloncesto femenino que se disputa en España (Tenerife), del 22 al 30 de septiembre. Se trata de un ciclo de conferencias bajo el lema “Inspiration Women”, destinados a dar a conocer y compartir historias de éxito de mujeres de diferentes ámbitos de la sociedad, vertebrado con el hilo conductor de la mujer en el deporte. Su misión es la de ser un espejo, una fuente de inspiración que consiga enganchar a los jóvenes hacia el desarrollo de carreras exitosas, hacia la persecución de sus sueños en la vida. También la de atraer y promover, en este caso, la atención de los aficionados hacia el baloncesto, reclamando más apoyo y seguimiento, más interacción, fomento y práctica de este deporte.
Se trata de dar visibilidad y empujar el papel de la mujer en la sociedad, de poner en valor sus capacidades, y de enseñar mediante ejemplos enriquecedores, cercanos, reales. En un mundo idealmente igualitario y sin discriminación, esto no sería necesario, pues hombres y mujeres tendrían las mismas oportunidades y derechos, y serían valorados por criterios objetivos sin sesgos. Pero dado que el peso de la historia nos hace partir de una situación anómala, iniciativas como esta se tornan más necesarias que nunca, y se agradecen como viento fresco que renueva la ilusión por construir una sociedad paritaria en el futuro. Aún queda mucho por recorrer, pero lo importante es ponerse en marcha, y acciones como ésta nos recuerdan que estamos avanzando.
En mayo, las protagonistas del primer evento fueron Anna Montañana (ex jugadora internacional de baloncesto y entrenadora ayudante del Montakit Fuenlabrada) e Inmaculada García (presidenta de Loterías y Apuestas del Estado). Ahora en julio, con el segundo hito, les ha tocado el turno a Alba Torrens (jugadora internacional de baloncesto y de la selección española femenina) y a Nathalie Picquot (directora general de Twitter España). En septiembre, previo a la celebración del mundial, tendrá lugar el tercer ciclo de estas conferencias.
Resulta muy agradable la naturalidad con la que estas mujeres hablan de sus vidas, de su lucha por conseguir sus sueños. El denominador común de todas, este “Sueño Compartido”, se convierte precisamente en el lema de la campaña que está impulsando el mundial femenino en nuestro país durante estos meses. En estas charlas se aprecia que nada es fácil, para nadie, pero que el camino hacia la felicidad, el desarrollo personal, profesional y la consecución de las metas en la vida se hace más factible si uno cree en sí mismo, si tiene la determinación de conseguir lo que quiere. Estas mujeres lo hicieron, y lo siguen haciendo hoy en día. Su ejemplo de constancia, esfuerzo y sacrificio nos trae los resultados que proyectan en sus discursos: mujeres seguras, felices, plenas. Mujeres que han sabido crear las oportunidades en sus vidas mediante entrenamiento diario de los valores más necesarios. Mujeres que hacen avanzar el mundo con su empuje, su inspiración y con las ganas de contagiar su energía. Mujeres agradecidas que se sienten orgullosas de mirar hacia atrás y poder hablar de sus excepcionales resultados o experiencias, pero a la vez exigentes y autocríticas cuando miran al futuro, persiguiendo mejorar más.
Las historias que han compartido estas mujeres deben hacer eco en todos los estratos sociales, pero tienen un efecto especialmente potente a la hora de conectar con los jóvenes. Ellos son el futuro, y es muy importante que aprendan a perseguir sus metas pensando que éstas son posibles si se comprometen, confían y perseveran. Las mujeres de “Inspiration Women” nos hablan de la importancia de descubrir lo que nos emociona, pues es lo que nos mueve a luchar por las metas en la vida. Conjugan humildad y compromiso para superar los retos, y entienden orgullosas que rodearse de un equipo con el que perseguir sueños compartidos engrandece la tarea. También nos hablan de ser inconformistas, no rendirse nunca y luchar ante la adversidad. De desarrollar una fuerte resiliencia, de forjar un carácter que permita sobreponerse a las dificultades que se encuentran en el camino. Creer en uno mismo es lo más importante, dicen, como también lo es aceptar que, a pesar de todo, no siempre se consiguen los resultados esperados. En esa tarea, el deporte tiene la capacidad y a la vez la responsabilidad de enseñar a perder y a ganar, a disfrutar y a compartir, a competir y a explorar nuestros límites.
El deporte femenino en general, y el baloncesto en particular, tienen en este sentido mucho que contribuir al desarrollo de la mujer en España y en el mundo. Este próximo mundial debe marcar un hito, un antes y un después. Un trampolín que impulse el crecimiento de aficionados, licencias y práctica general de este deporte. La Federación Española de Baloncesto así lo percibe, y está llevando a cabo una excelente estrategia de difusión y expansión que va más allá de la cancha y se trasmite a través de su cultura, valores y principios. Para ello, está utilizando diferentes tipos de eventos, plataformas, competiciones y campañas, como ésta que nos ocupa, con las que impulsar la actividad femenina y su desarrollo en torno a la canasta. Un ejemplo fundamental para conseguir este objetivo a futuro es la retransmisión de los partidos de la Selección y de la liga femenina DIA a través de Twitter, que permitirá acercar la competición al aficionado con mejores herramientas, más información e interacción.
En definitiva, todo suma. Las iniciativas anteriores vienen a impulsar esta corriente en el marco del programa Universo Mujer, creado por el Consejo Superior de Deportes, en el que se pretende conseguir un cambio de paradigma, de actitud y de percepción de los españoles ante el papel de la mujer en la sociedad y en el deporte en nuestro país. Estamos ante un momento de transformación y cambio, de apostar realmente por una intensa promoción, de profundizar en la dimensión educativa, social y cultural de la mujer y el deporte, y de asimilar con naturalidad la igualdad en todos los ámbitos. Ello requiere de la implicación y participación activa de toda la sociedad, para la construcción de un modelo de convivencia inclusivo, más justo y sano. La mujer en el deporte, no sólo dentro del terreno de juego sino también fuera, desde la perspectiva de liderazgo, formación, responsabilidad social, desarrollo, planificación y promoción, es el vehículo ideal para visualizar este cambio con el impacto y la capilaridad necesarios. En la medida en que consigamos incorporar los valores del deporte al día a día de la sociedad, a nuestra educación y a nuestro modelo de convivencia, los jóvenes estarán mejor preparados y más capacitados para conseguir sus sueños, y nuestra sociedad alcanzará mayores niveles de estabilidad, madurez y crecimiento.
“Innovation Women” es un excelente altavoz para concienciarnos de que queda mucho por hacer, pero también de que hay mujeres que son un excelente ejemplo para las generaciones venideras. Dar a conocer sus historias y sus emociones mediante este tipo de acciones, facilitando su papel de embajadoras para guiar a los jóvenes, es una potente herramienta que nos recuerda la responsabilidad de crear un mundo mejor cada día entre todos, y de progresar juntos. A través de la inspiración en mujeres de éxito, tenemos la extraordinaria ocasión de recorrer un camino más natural y sostenible que nos debe llevar más lejos, a seguir luchando por nuestros sueños. Gracias a la Federación Española de Baloncesto por crear esta oportunidad y compartirla.
jueves, 19 de julio de 2018
Rusia 2018, un mundial en la retina
Junio 2018, el mundial de fútbol. Ese evento mágico y único que nos visita cada cuatro años. Que nos mantiene en sesiones maratonianas viendo fútbol, analizando los grupos, las posibilidades, los enfrentamientos dispares entre culturas diferentes, o entre clásicos históricos, con jugadores tan diversos. Equipos y aficiones llenos de ilusión, países enteros que se paralizan por ver sus colores y seguir a su selección. O a cualquier selección, el caso es empaparse de mundial, exprimir el delicioso mes intensivo que nos trae esta competición y seguir el día a día como si no hubiese nada más importante. Participar es una fiesta para algunos, para otros ganar es la obligación. Para los amantes del fútbol, seguirlo es una tradición de la que no es posible prescindir.
El mundial consigue marcar el tempo del planeta durante el mes que dura. Todos somos un poquito más felices mientras hay mundial, no nos vamos a engañar. Nos emociona, nos hace vibrar, nos hace sonreír y soñar, nos ayuda a conocer más el mundo, su cultura, tradiciones, su geografía. El mundial está para no hacer planes más allá de los partidos, para quedarse en casa amortizando el sofá, para compartirlo en las plazas y en los bares. En año de mundial la natalidad crece, el turismo mejora y aunque algunas parejas lo encuentren incomprensible, el mundo se da una tregua amistosa que hace más amable y llevadero el día a día de esta sociedad.
Durante el pasado mes hemos presenciado en Rusia 2018 un mundial sorprendente, entretenido, diferente. Con muchos goles, con muchas jugadas decisivas en los últimos minutos, con acciones determinantes que han cambiado partidos en los instantes más emocionantes. Con el VAR como protagonista novedoso, una ayuda que ha venido para quedarse, más ecuánime, aunque a veces dilate en suspense la alegría incontenible que provoca un gol. Con eliminaciones tempranas e inesperadas de selecciones favoritas como Alemania, Argentina, España o incluso Italia, que ni siquiera clasificó para Rusia. Con sorpresas y equipos rindiendo por encima de lo esperado (Croacia, Inglaterra, Suecia).
Ha sido un mundial de bloques, de equipos más que de estrellas individuales: Messi, Cristiano y Neymar se fueron pronto para casa. Su aportación aislada no fue suficiente para conseguir llevar a sus selecciones más lejos, lo que demuestra que el fútbol sobre el césped es hoy más colectivo que nunca, a pesar de que el marketing y los contratos digan lo contrario. Los jugadores pueden ganar partidos pero los equipos ganan campeonatos. Así lo hemos visto en los bloques sólidos y comprometidos basados en la fuerza del conjunto, que han llegado hasta las últimas rondas: Francia, el campeón merecido por solidez, táctica seria y disciplinada, solidaria, práctica y eficaz; Croacia, una selección sacrificada, equilibrada y más motivada que las demás; Bélgica, probablemente el equipo que mejor fútbol ha desplegado, que más ha brillado gracias al talento joven y combinativo de sus jugadores, a la asociación grupal de toque alrededor del balón.
Se agradece la frescura que aporta el mundial a la hora de ver un juego diferente. Las selecciones juegan de otra manera distinta a los clubes; la competición especial anima a ello. Un fútbol desde otro paradigma, más comprimido, más definitivo, más imprevisible. Un fútbol donde el dominio de los equipos europeos está más patente que nunca sobre el campo (con cuatro semifinalistas de este continente); además, los últimos cuatro mundiales los han ganado combinados del viejo continente: Italia, España, Alemania, Francia.
Asimismo, a nivel del escaparate individual que supone el mundial para la mayoría de jugadores, en este hemos asistido a un fenomenal desfile de candidatos: descubrimos futbolistas magníficos que no sabíamos ni en qué equipo o liga jugaban, que se revalorizan, y el mercado de fichajes se anima. La caza de jugadores tras un mundial se vuelve normalmente muy entretenida, y ojalá siga esa tendencia este verano, aunque la inflación desproporcionada del mercado por las grandes estrellas en los últimos años ha provocado un salto insalvable para la economía de la mayoría de clubes del mundo, lo que mengua la actividad.
Hemos podido disfrutar de un mundial retransmitido por televisión en abierto al 100%, al menos en España, cosa cada vez más extraña de ver, lo cual aseguraba fútbol casi a todas horas. Hemos contemplado cómo el seguimiento y las interacciones con el evento a través de todos los canales que las redes sociales permiten hoy por hoy se multiplicaban exponencialmente durante este fantástico mes. Hemos asistido una vez más a un desplazamiento masivo de aficionados, pieza capital que da sentido a un mundial. Espectadores que dan color y calor a las gradas, a los estadios y a las ciudades, que cantan sus himnos con pasión y que reclaman al mundo un trocito de protagonismo a propósito del fútbol. Personas que esperan este evento durante años, ahorrando para hacer el viaje de sus vidas y cruzar medio planeta para vivir el fútbol en directo.
En la retina queda un mundial que ha cumplido expectativas organizativas, sociales y económicas. También a nivel deportivo para unos cuantos, aunque no para nuestra querida España, cuya tormenta inicial dentro del equipo se ha tornado insalvable finalmente. Un episodio del que aprender a futuro, y del que ya pasamos página mirando al horizonte con optimismo y confianza en la continuidad de un estilo y una forma de entender el fútbol, aquel que nos llevó muy lejos, y que nos debe seguir manteniendo en la élite competitiva mundial del fútbol.
De Rusia 2018 queda también un poso de juego limpio, donde el número de tarjetas y expulsiones registradas ha sido el menor de la historia reciente. Tampoco ha habido especiales encontronazos, tánganas o acciones violentas sobre el césped; comportamiento que es de agradecer por el buen ejemplo que supone (otra consecuencia positiva que también es gracias al VAR). Aficiones más respetuosas con los himnos, estadios más modernos y muy tecnológicos que han permitido vivir el fútbol con la mejor calidad desde todos los ángulos y perspectivas hacia todos los rincones del planeta.
Ha sido un mundial muy positivo en todos los sentidos, un evento muy disfrutado para todos. Sobre el campo y fuera de él, el reto es seguir haciendo evolucionar este extraordinario evento, pero manteniendo su excelente nivel como producto de entretenimiento. Lógicamente, debe buscar el seguir creciendo en expectación, seguimiento y valor, pero sin desvirtuar el formato, la emoción que genera, la igualdad y lo impredecible de sus resultados, las condiciones para que los futbolistas rindan al máximo nivel y den el mejor espectáculo, y sobre todo la pasión de un evento por el que el planeta fútbol siente devoción. Con estas premisas, el mundial viajará en el tiempo dentro de cuatro años, en 2022, hasta Qatar, donde habrá cambios importantes: respecto al calendario (se jugará en el otoño del hemisferio norte), y respecto al número de selecciones, cuyo aumento está aún por ratificar. Confiemos en que FIFA no patine y permita mantener la esencia que hace grande, único y diferente al mundial: la pasión por el buen fútbol, la emoción de grandes partidos y el formato más atractivo posible para el espectador.
El mundial consigue marcar el tempo del planeta durante el mes que dura. Todos somos un poquito más felices mientras hay mundial, no nos vamos a engañar. Nos emociona, nos hace vibrar, nos hace sonreír y soñar, nos ayuda a conocer más el mundo, su cultura, tradiciones, su geografía. El mundial está para no hacer planes más allá de los partidos, para quedarse en casa amortizando el sofá, para compartirlo en las plazas y en los bares. En año de mundial la natalidad crece, el turismo mejora y aunque algunas parejas lo encuentren incomprensible, el mundo se da una tregua amistosa que hace más amable y llevadero el día a día de esta sociedad.
Durante el pasado mes hemos presenciado en Rusia 2018 un mundial sorprendente, entretenido, diferente. Con muchos goles, con muchas jugadas decisivas en los últimos minutos, con acciones determinantes que han cambiado partidos en los instantes más emocionantes. Con el VAR como protagonista novedoso, una ayuda que ha venido para quedarse, más ecuánime, aunque a veces dilate en suspense la alegría incontenible que provoca un gol. Con eliminaciones tempranas e inesperadas de selecciones favoritas como Alemania, Argentina, España o incluso Italia, que ni siquiera clasificó para Rusia. Con sorpresas y equipos rindiendo por encima de lo esperado (Croacia, Inglaterra, Suecia).
Ha sido un mundial de bloques, de equipos más que de estrellas individuales: Messi, Cristiano y Neymar se fueron pronto para casa. Su aportación aislada no fue suficiente para conseguir llevar a sus selecciones más lejos, lo que demuestra que el fútbol sobre el césped es hoy más colectivo que nunca, a pesar de que el marketing y los contratos digan lo contrario. Los jugadores pueden ganar partidos pero los equipos ganan campeonatos. Así lo hemos visto en los bloques sólidos y comprometidos basados en la fuerza del conjunto, que han llegado hasta las últimas rondas: Francia, el campeón merecido por solidez, táctica seria y disciplinada, solidaria, práctica y eficaz; Croacia, una selección sacrificada, equilibrada y más motivada que las demás; Bélgica, probablemente el equipo que mejor fútbol ha desplegado, que más ha brillado gracias al talento joven y combinativo de sus jugadores, a la asociación grupal de toque alrededor del balón.
Se agradece la frescura que aporta el mundial a la hora de ver un juego diferente. Las selecciones juegan de otra manera distinta a los clubes; la competición especial anima a ello. Un fútbol desde otro paradigma, más comprimido, más definitivo, más imprevisible. Un fútbol donde el dominio de los equipos europeos está más patente que nunca sobre el campo (con cuatro semifinalistas de este continente); además, los últimos cuatro mundiales los han ganado combinados del viejo continente: Italia, España, Alemania, Francia.
Asimismo, a nivel del escaparate individual que supone el mundial para la mayoría de jugadores, en este hemos asistido a un fenomenal desfile de candidatos: descubrimos futbolistas magníficos que no sabíamos ni en qué equipo o liga jugaban, que se revalorizan, y el mercado de fichajes se anima. La caza de jugadores tras un mundial se vuelve normalmente muy entretenida, y ojalá siga esa tendencia este verano, aunque la inflación desproporcionada del mercado por las grandes estrellas en los últimos años ha provocado un salto insalvable para la economía de la mayoría de clubes del mundo, lo que mengua la actividad.
Hemos podido disfrutar de un mundial retransmitido por televisión en abierto al 100%, al menos en España, cosa cada vez más extraña de ver, lo cual aseguraba fútbol casi a todas horas. Hemos contemplado cómo el seguimiento y las interacciones con el evento a través de todos los canales que las redes sociales permiten hoy por hoy se multiplicaban exponencialmente durante este fantástico mes. Hemos asistido una vez más a un desplazamiento masivo de aficionados, pieza capital que da sentido a un mundial. Espectadores que dan color y calor a las gradas, a los estadios y a las ciudades, que cantan sus himnos con pasión y que reclaman al mundo un trocito de protagonismo a propósito del fútbol. Personas que esperan este evento durante años, ahorrando para hacer el viaje de sus vidas y cruzar medio planeta para vivir el fútbol en directo.
En la retina queda un mundial que ha cumplido expectativas organizativas, sociales y económicas. También a nivel deportivo para unos cuantos, aunque no para nuestra querida España, cuya tormenta inicial dentro del equipo se ha tornado insalvable finalmente. Un episodio del que aprender a futuro, y del que ya pasamos página mirando al horizonte con optimismo y confianza en la continuidad de un estilo y una forma de entender el fútbol, aquel que nos llevó muy lejos, y que nos debe seguir manteniendo en la élite competitiva mundial del fútbol.
De Rusia 2018 queda también un poso de juego limpio, donde el número de tarjetas y expulsiones registradas ha sido el menor de la historia reciente. Tampoco ha habido especiales encontronazos, tánganas o acciones violentas sobre el césped; comportamiento que es de agradecer por el buen ejemplo que supone (otra consecuencia positiva que también es gracias al VAR). Aficiones más respetuosas con los himnos, estadios más modernos y muy tecnológicos que han permitido vivir el fútbol con la mejor calidad desde todos los ángulos y perspectivas hacia todos los rincones del planeta.
Ha sido un mundial muy positivo en todos los sentidos, un evento muy disfrutado para todos. Sobre el campo y fuera de él, el reto es seguir haciendo evolucionar este extraordinario evento, pero manteniendo su excelente nivel como producto de entretenimiento. Lógicamente, debe buscar el seguir creciendo en expectación, seguimiento y valor, pero sin desvirtuar el formato, la emoción que genera, la igualdad y lo impredecible de sus resultados, las condiciones para que los futbolistas rindan al máximo nivel y den el mejor espectáculo, y sobre todo la pasión de un evento por el que el planeta fútbol siente devoción. Con estas premisas, el mundial viajará en el tiempo dentro de cuatro años, en 2022, hasta Qatar, donde habrá cambios importantes: respecto al calendario (se jugará en el otoño del hemisferio norte), y respecto al número de selecciones, cuyo aumento está aún por ratificar. Confiemos en que FIFA no patine y permita mantener la esencia que hace grande, único y diferente al mundial: la pasión por el buen fútbol, la emoción de grandes partidos y el formato más atractivo posible para el espectador.
jueves, 12 de julio de 2018
Cristiano Ronaldo, la leyenda contra el tiempo
No habrá otro como Cristiano Ronaldo, será insustituible.
Goleador voraz, competitivo al máximo, líder indiscutible, ganador
nato, creyente en sus posibilidades por encima de todo. Atleta hecho a sí mismo a base de trabajo incansable,
de nunca rendirse, con una mentalidad de acero y una resiliencia
imbatible. Futbolista total, probablemente el más completo de la
historia, motivador estandarte e icono del balompié mundial, capitán de
su país, deportista de estadísticas inconmensurables, a base de una
carrera de récords.
Con un físico portentoso, un ego superlativo y una mente empeñada en ser el número siempre, contra viento y marea, contra las circunstancias, contra el mundo, contra sí mismo y contra el tiempo. Estuvo en el momento preciso y en lugar correspondiente para marcar un antes y un después en el fútbol. En la época más excelsa de este deporte, en el club más grande donde podía crecer. Ha sido todo lo grande que ha querido, ha elevado al Real Madrid todo lo que ha podido.
Cristiano y el Madrid se han realimentado mutuamente en una relación simbiótica que durante la última década ha cosechado unos frutos gloriosos a nivel de títulos deportivos, prestigio mundial, impacto económico y mediático. También ha cosechado recelos y odios, no nos engañemos, pues la ambición sin límite por ganar y ser el mejor, la autoexigencia sin sensibilidad, despide emociones de falta de humildad y prepotencia.
Gracias a Cristiano, entre otros, el Real Madrid ha conseguido no sólo equilibrar el pulso que venía perdiendo con el Barcelona antes de la llegada del portugués, sino que ha conseguido doblegar a su rival en la hegemonía europea y mundial, sobre todo en el último lustro. Y ello a pesar de coexistir con Leo Messi (honestamente, el mejor futbolista de la historia con el balón en los pies), lo cual ha hecho mucho más grande y espectacular la batalla del fútbol en nuestra liga, y mucho más meritorio los impresionantes números de Ronaldo con el Madrid: 450 goles en 438 partidos, 16 títulos (4 Champions entre ellos), 4 balones de oro, 3 botas de oro… pero sobre todo su espíritu de superación, capacidad de creer en sí mismo, en la victoria, en ser cada día más grande. Quizá el mejor resumen de todo ello se plasme en el gol de chilena que le marcó precisamente a la Juve esta temporada: “Cum laude”, excelso colofón a todo lo que ha sido Cristiano Ronaldo en el Real Madrid.
Puede que no haya caído bien como persona, incluso dentro del Bernabéu, pero su aportación al equipo en el campo y fuera de él están fuera de toda duda. Cristiano nos deja un legado espectacular de fútbol y goles, de todas las formas imaginables, en todos los escenarios, en todas las competiciones. El éxtasis ha acompañado cada uno de sus goles, machacando las redes contrarias como un martillo pilón. Ha sido el ancla del barco y el faro que ha guiado al Real Madrid en la tempestad, en los momentos cruciales y determinantes, cuando había que dar un paso al frente.
El Madrid ha volado a lomos de Cristiano, y éste ha recibido con creces los honores y la gloria de vuelta. Cristiano ha estado a la altura del reto, ha superado las expectativas con las que se le fichó. Ha sabido tirar del carro, encumbrar su talento, y asumir la responsabilidad del 7 del Madrid, una tarea complicadísima por el enorme peso que lleva su historia, ya que habla por sí sólo con letras de oro: Kopa, Amancio, Juanito, Butragueño, Raúl, Cristiano. Ronaldo ha conseguido unir al madridismo, encabezar la lucha por la defensa de su escudo en España, en Europa, en el mundo. Todos estos años, ha sido el abanderado de la victoria permanente, el icono de un sentimiento, la fortaleza de los más grandes.
A Cristiano le honra su dedicación como profesional entregado, y su valentía como jugador. Incansable en su preparación y entrenamiento, jamás se escondió en el campo, nunca rehuyó una disputa por el balón, un esfuerzo extra por llegar más lejos y ayudar al equipo. El talento a la par que la nobleza, valores que ha asumido mejor con el paso de los años en el seno del Real Madrid. También a la hora de evolucionar como futbolista, de entender y explotar de manera más eficiente sus virtudes, de adaptarse a lo que el tiempo y el fútbol le han ido obligando. Ha sabido mantener la templanza casi siempre, ha sido un jugador respetuoso con sus compañeros, rivales y con su profesión, consciente de los galones y del ejemplo que representaba para el madridismo y para el fútbol, en especial para los niños. Fuera del campo, además, le honra su generosidad y humildad a la hora de acercarse socialmente a los más desfavorecidos, acciones desinteresadas, donaciones y actos benéficos.
Cristiano nunca tuvo techo en el Real Madrid, más allá del tiempo. Su hambre por mejorar, su capacidad de superarse, su afán de victoria, son los genes compartidos con este club que le han permitido crecer sin límites. La mejor semilla para la mejor tierra. Si la naturaleza le permitiese jugar al mismo nivel físico hasta los 50 años, lo habría podido hacer sin duda en el Madrid, donde siempre hay cabida para alguien que quiere ganar, ganar y volver a ganar, sin cortapisas. Pero Cronos, dios del tiempo, no perdona a nadie por muy Cristiano que sea.
¿Más dinero? ¿Problemas fiscales en España? ¿Búsqueda de su sucesor en el Madrid? ¿Mala relación con el presidente, y poco cariño de la afición? ¿Jugador camino de los 34 años? ¿Nuevos retos en otro equipo? Son argumentos dudosos que sobrevuelan la marcha del astro portugués a la Juventus de Turín. Seguro que hay un poco de todos y nada de alguno. Se antoja complicado entender, por ejemplo, cómo uno de los mejores futbolistas del mundo (que pretende seguir siéndolo), jugando en el mejor club y la mejor Liga del planeta, posicionado en el mayor escaparate mundial, decide salir hacia un torneo de menor nivel y competitividad, menor impacto mediático, más dura y más aburrida… ¿buscando qué retos?
Lo cierto es que Cristiano Ronaldo ha dejado un gran vacío en el Real Madrid, en LaLiga y en el fútbol español. Su marcha, incomprendida y dolorosa para muchos, celebrada por otros, es la consecuencia natural de tantos años en la élite. Del paso del tiempo, del desgaste. Nadie es eterno y Cristiano Ronaldo tampoco. Pierden todos, pero es necesario, inevitable, porque todo pasa en la vida, y en el deporte aun más rápido. Hay que aceptarlo, tarde o temprano iba a ocurrir. Más vale una despedida en lo más alto, amable y cordial, que no un adiós empañado y crispado por las horas bajas, desgarrado por el empeño de estirar lo que es imposible.
Nadie duda de que esta misma situación no se hubiera dado si Cristiano tuviera 4 años menos, es evidente. Quizá simplemente suponga una transición honrosa hacia su jubilación, para dejar inmaculada su imagen futbolística en el Real Madrid. Una retirada a tiempo puede ser una victoria para ambos. El tiempo da y quita razones, y nos dirá retrospectivamente si éste era el mejor momento para que el Real Madrid y Ronaldo separasen sus caminos, si debió ser después. También si debió ser más cálido por ambas partes, puesto que el poso que deja en los aficionados es que la ruptura de este amor futbolístico no ha estado a la altura del idilio histórico que han compartido club y jugador. Demasiado discreto y silencioso para una leyenda.
En cualquier caso, toda la grandeza de Cristiano Ronaldo debe ser entendida en el contexto del Real Madrid. En su historia, en su mentalidad, en su ADN ganador. Y es oportuno recordar que ningún jugador debe estar nunca por encima de este club, ni siquiera la leyenda y el mejor jugador de su historia. Agradecimiento y orgullo acompañarán siempre la fabulosa aportación de Ronaldo al equipo de Chamartín: el jugador al servicio del club y no al revés. Durante los últimos nueve años, Cristiano ha sido parte esencial en la “historia que tú hiciste” del Real Madrid, que ya es pasado. Pero hoy ya ha dejado de ser parte de la “historia por hacer” de este club, de su futuro. Tan grande es la leyenda de lo que fue como todo lo que queda por venir.
La vida sigue y el fútbol también. Queda mucha pasión por disfrutar, muchas emociones que llenar. Después de una de las épocas más gloriosas de su historia, tras la marcha de Zidane y de Cristiano, al Real Madrid le toca reinventarse de nuevo para seguir ganando, y apoyarse en sus valores para superar el duelo, el vacío y la sombra de un futbolista que será irrepetible. A Cristiano, la leyenda, en su afán de exprimir una carrera memorable que se va acercando al ocaso, le toca seguir luchando contra el tiempo. Suerte a ambos.
Con un físico portentoso, un ego superlativo y una mente empeñada en ser el número siempre, contra viento y marea, contra las circunstancias, contra el mundo, contra sí mismo y contra el tiempo. Estuvo en el momento preciso y en lugar correspondiente para marcar un antes y un después en el fútbol. En la época más excelsa de este deporte, en el club más grande donde podía crecer. Ha sido todo lo grande que ha querido, ha elevado al Real Madrid todo lo que ha podido.
Cristiano y el Madrid se han realimentado mutuamente en una relación simbiótica que durante la última década ha cosechado unos frutos gloriosos a nivel de títulos deportivos, prestigio mundial, impacto económico y mediático. También ha cosechado recelos y odios, no nos engañemos, pues la ambición sin límite por ganar y ser el mejor, la autoexigencia sin sensibilidad, despide emociones de falta de humildad y prepotencia.
Gracias a Cristiano, entre otros, el Real Madrid ha conseguido no sólo equilibrar el pulso que venía perdiendo con el Barcelona antes de la llegada del portugués, sino que ha conseguido doblegar a su rival en la hegemonía europea y mundial, sobre todo en el último lustro. Y ello a pesar de coexistir con Leo Messi (honestamente, el mejor futbolista de la historia con el balón en los pies), lo cual ha hecho mucho más grande y espectacular la batalla del fútbol en nuestra liga, y mucho más meritorio los impresionantes números de Ronaldo con el Madrid: 450 goles en 438 partidos, 16 títulos (4 Champions entre ellos), 4 balones de oro, 3 botas de oro… pero sobre todo su espíritu de superación, capacidad de creer en sí mismo, en la victoria, en ser cada día más grande. Quizá el mejor resumen de todo ello se plasme en el gol de chilena que le marcó precisamente a la Juve esta temporada: “Cum laude”, excelso colofón a todo lo que ha sido Cristiano Ronaldo en el Real Madrid.
Puede que no haya caído bien como persona, incluso dentro del Bernabéu, pero su aportación al equipo en el campo y fuera de él están fuera de toda duda. Cristiano nos deja un legado espectacular de fútbol y goles, de todas las formas imaginables, en todos los escenarios, en todas las competiciones. El éxtasis ha acompañado cada uno de sus goles, machacando las redes contrarias como un martillo pilón. Ha sido el ancla del barco y el faro que ha guiado al Real Madrid en la tempestad, en los momentos cruciales y determinantes, cuando había que dar un paso al frente.
El Madrid ha volado a lomos de Cristiano, y éste ha recibido con creces los honores y la gloria de vuelta. Cristiano ha estado a la altura del reto, ha superado las expectativas con las que se le fichó. Ha sabido tirar del carro, encumbrar su talento, y asumir la responsabilidad del 7 del Madrid, una tarea complicadísima por el enorme peso que lleva su historia, ya que habla por sí sólo con letras de oro: Kopa, Amancio, Juanito, Butragueño, Raúl, Cristiano. Ronaldo ha conseguido unir al madridismo, encabezar la lucha por la defensa de su escudo en España, en Europa, en el mundo. Todos estos años, ha sido el abanderado de la victoria permanente, el icono de un sentimiento, la fortaleza de los más grandes.
A Cristiano le honra su dedicación como profesional entregado, y su valentía como jugador. Incansable en su preparación y entrenamiento, jamás se escondió en el campo, nunca rehuyó una disputa por el balón, un esfuerzo extra por llegar más lejos y ayudar al equipo. El talento a la par que la nobleza, valores que ha asumido mejor con el paso de los años en el seno del Real Madrid. También a la hora de evolucionar como futbolista, de entender y explotar de manera más eficiente sus virtudes, de adaptarse a lo que el tiempo y el fútbol le han ido obligando. Ha sabido mantener la templanza casi siempre, ha sido un jugador respetuoso con sus compañeros, rivales y con su profesión, consciente de los galones y del ejemplo que representaba para el madridismo y para el fútbol, en especial para los niños. Fuera del campo, además, le honra su generosidad y humildad a la hora de acercarse socialmente a los más desfavorecidos, acciones desinteresadas, donaciones y actos benéficos.
Cristiano nunca tuvo techo en el Real Madrid, más allá del tiempo. Su hambre por mejorar, su capacidad de superarse, su afán de victoria, son los genes compartidos con este club que le han permitido crecer sin límites. La mejor semilla para la mejor tierra. Si la naturaleza le permitiese jugar al mismo nivel físico hasta los 50 años, lo habría podido hacer sin duda en el Madrid, donde siempre hay cabida para alguien que quiere ganar, ganar y volver a ganar, sin cortapisas. Pero Cronos, dios del tiempo, no perdona a nadie por muy Cristiano que sea.
¿Más dinero? ¿Problemas fiscales en España? ¿Búsqueda de su sucesor en el Madrid? ¿Mala relación con el presidente, y poco cariño de la afición? ¿Jugador camino de los 34 años? ¿Nuevos retos en otro equipo? Son argumentos dudosos que sobrevuelan la marcha del astro portugués a la Juventus de Turín. Seguro que hay un poco de todos y nada de alguno. Se antoja complicado entender, por ejemplo, cómo uno de los mejores futbolistas del mundo (que pretende seguir siéndolo), jugando en el mejor club y la mejor Liga del planeta, posicionado en el mayor escaparate mundial, decide salir hacia un torneo de menor nivel y competitividad, menor impacto mediático, más dura y más aburrida… ¿buscando qué retos?
Lo cierto es que Cristiano Ronaldo ha dejado un gran vacío en el Real Madrid, en LaLiga y en el fútbol español. Su marcha, incomprendida y dolorosa para muchos, celebrada por otros, es la consecuencia natural de tantos años en la élite. Del paso del tiempo, del desgaste. Nadie es eterno y Cristiano Ronaldo tampoco. Pierden todos, pero es necesario, inevitable, porque todo pasa en la vida, y en el deporte aun más rápido. Hay que aceptarlo, tarde o temprano iba a ocurrir. Más vale una despedida en lo más alto, amable y cordial, que no un adiós empañado y crispado por las horas bajas, desgarrado por el empeño de estirar lo que es imposible.
Nadie duda de que esta misma situación no se hubiera dado si Cristiano tuviera 4 años menos, es evidente. Quizá simplemente suponga una transición honrosa hacia su jubilación, para dejar inmaculada su imagen futbolística en el Real Madrid. Una retirada a tiempo puede ser una victoria para ambos. El tiempo da y quita razones, y nos dirá retrospectivamente si éste era el mejor momento para que el Real Madrid y Ronaldo separasen sus caminos, si debió ser después. También si debió ser más cálido por ambas partes, puesto que el poso que deja en los aficionados es que la ruptura de este amor futbolístico no ha estado a la altura del idilio histórico que han compartido club y jugador. Demasiado discreto y silencioso para una leyenda.
En cualquier caso, toda la grandeza de Cristiano Ronaldo debe ser entendida en el contexto del Real Madrid. En su historia, en su mentalidad, en su ADN ganador. Y es oportuno recordar que ningún jugador debe estar nunca por encima de este club, ni siquiera la leyenda y el mejor jugador de su historia. Agradecimiento y orgullo acompañarán siempre la fabulosa aportación de Ronaldo al equipo de Chamartín: el jugador al servicio del club y no al revés. Durante los últimos nueve años, Cristiano ha sido parte esencial en la “historia que tú hiciste” del Real Madrid, que ya es pasado. Pero hoy ya ha dejado de ser parte de la “historia por hacer” de este club, de su futuro. Tan grande es la leyenda de lo que fue como todo lo que queda por venir.
La vida sigue y el fútbol también. Queda mucha pasión por disfrutar, muchas emociones que llenar. Después de una de las épocas más gloriosas de su historia, tras la marcha de Zidane y de Cristiano, al Real Madrid le toca reinventarse de nuevo para seguir ganando, y apoyarse en sus valores para superar el duelo, el vacío y la sombra de un futbolista que será irrepetible. A Cristiano, la leyenda, en su afán de exprimir una carrera memorable que se va acercando al ocaso, le toca seguir luchando contra el tiempo. Suerte a ambos.
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