Se acaban las palabras para describir sus logros, y más aún su actitud y su capacidad de superación. El esfuerzo titánico que hizo Rafa Nadal para doblegar a Medvedev en la final del US Open añade otra vuelta de tuerca más a la reinvención continua de este chico, no sólo respecto a su carrera tenística, sino sobretodo a su crecimiento personal y profesional. Quien trasnochó con él el domingo pasado para sufrir y disfrutar hasta la extenuación con su triunfo sabe de lo que hablo.
Hasta el propio Rafa reconoció (y fue públicamente evidente), que las emociones le superaron más de lo normal. Le costó mantenerlas a raya casi más que a su oponente ruso, y no fue para menos. El partido le exigió explorar sus límites mucho más allá de donde pensábamos que podía llegar. A todos los niveles. La final fue una tempestad a cara de perro a la que Rafa nunca dejo de mirar de frente. Ante la proximidad del abismo, que no era el asomo de la derrota sino la falta de soluciones, Rafa hizo un inmenso ejercicio de crecimiento personal, deportivo y mental en vivo y en directo. Lo hizo porque está entrenado para las situaciones límite, para responder con todo, cabeza y corazón, cual caballo percherón. Se demostró a si mismo (una vez más) que aún no ha tocado techo en su progresión, que según empuja sus barreras es capaz de expandir más allá su horizonte de mejora.
Y la vida le responde y le sonríe por su nobleza y valentía. Porque persigue la plenitud de la pasión con la que vive su profesión, y no las mieles del ego, el éxito, la fama o la fortuna. Porque busca la esencia de la superación personal dentro y fuera de la pista. Porque ambiciona saborear la felicidad que da mirar hacia atrás y valorar todo el camino de esfuerzo recorrido para llegar a cumplir una meta, más que el objetivo material en sí mismo. Rafa sigue dando lecciones de humildad con su genuino desapego a los récords y cifras, a las adulaciones de las estadísticas y a las proezas que graban nuestros libros de historia y datos. Por ello su éxito es más sano e inspirador. Y por eso sigue agrandando su leyenda.
Saborear intensamente lo que te apasiona y te hace feliz, aquello que te impulsa a crecer para sentir que estás siendo la mejor versión de ti mismo en la vida, sin ponerte más objetivos que el propio día a día, es lo que Rafa lleva practicando a diario desde que era un niño, y le sigue llevando hoy hasta las cotas más insospechadas de alegría. Evitando la queja y aceptando las situaciones con buena cara. Una contundente receta de sencillez para triunfar en el complejo mundo profesional y deportivo de nuestros tiempos. Una actitud normalizada por encima de todo, que consigue gestionar igual de bien las emociones tanto en un entrenamiento en solitario, como ante una inesperada derrota, o levantando el Grand Slam número 19 de su carrera frente a millones de aficionados.
Nadal ha entrenado sin descanso la vida y el tenis desde siempre, y lo sigue haciendo ahora. Lo entrena todo al máximo y al detalle: la técnica, la táctica, la estrategia. La mente y el cuerpo físico: la salud también se entrena, al igual que la suerte. El calendario y la planificación, las condiciones y los rivales. La motivación y la ambición por ser mejor cada día. Entrena con toda la intensidad cotidianamente, con todo lo que tiene en cada torneo. Entrena maximizar su rendimiento, entusiasmarse con su profesión y minimizar las lesiones y la frustración que en un profesional ello genera. Entrena la victoria y la derrota para convivir con ambas. Entrena alargar su carrera y ser feliz con ella.
Rafa es un ganador de la vida porque juega como entrena. Está acostumbrado a practicar apasionadamente la actitud, la mentalidad y la forma de encarar las dificultades. Y es capaz de proyectar en su juego y en la competición todas esas cualidades que le da su práctica habitual. Por eso está preparado para seguir aprendiendo y creciendo dentro y fuera de la pista. Por eso superó con esfuerzo inconmensurable una de las finales más duras de la historia. Y por todo ello Rafa es, sin ninguna duda, mi mejor embajador, la esencia y el ejemplo más fidedigno de que en esta vida, siempre JUEGAS COMO ENTRENAS. ¡Gracias Rafa!
Y la vida le responde y le sonríe por su nobleza y valentía. Porque persigue la plenitud de la pasión con la que vive su profesión, y no las mieles del ego, el éxito, la fama o la fortuna. Porque busca la esencia de la superación personal dentro y fuera de la pista. Porque ambiciona saborear la felicidad que da mirar hacia atrás y valorar todo el camino de esfuerzo recorrido para llegar a cumplir una meta, más que el objetivo material en sí mismo. Rafa sigue dando lecciones de humildad con su genuino desapego a los récords y cifras, a las adulaciones de las estadísticas y a las proezas que graban nuestros libros de historia y datos. Por ello su éxito es más sano e inspirador. Y por eso sigue agrandando su leyenda.
Saborear intensamente lo que te apasiona y te hace feliz, aquello que te impulsa a crecer para sentir que estás siendo la mejor versión de ti mismo en la vida, sin ponerte más objetivos que el propio día a día, es lo que Rafa lleva practicando a diario desde que era un niño, y le sigue llevando hoy hasta las cotas más insospechadas de alegría. Evitando la queja y aceptando las situaciones con buena cara. Una contundente receta de sencillez para triunfar en el complejo mundo profesional y deportivo de nuestros tiempos. Una actitud normalizada por encima de todo, que consigue gestionar igual de bien las emociones tanto en un entrenamiento en solitario, como ante una inesperada derrota, o levantando el Grand Slam número 19 de su carrera frente a millones de aficionados.
Nadal ha entrenado sin descanso la vida y el tenis desde siempre, y lo sigue haciendo ahora. Lo entrena todo al máximo y al detalle: la técnica, la táctica, la estrategia. La mente y el cuerpo físico: la salud también se entrena, al igual que la suerte. El calendario y la planificación, las condiciones y los rivales. La motivación y la ambición por ser mejor cada día. Entrena con toda la intensidad cotidianamente, con todo lo que tiene en cada torneo. Entrena maximizar su rendimiento, entusiasmarse con su profesión y minimizar las lesiones y la frustración que en un profesional ello genera. Entrena la victoria y la derrota para convivir con ambas. Entrena alargar su carrera y ser feliz con ella.
Rafa es un ganador de la vida porque juega como entrena. Está acostumbrado a practicar apasionadamente la actitud, la mentalidad y la forma de encarar las dificultades. Y es capaz de proyectar en su juego y en la competición todas esas cualidades que le da su práctica habitual. Por eso está preparado para seguir aprendiendo y creciendo dentro y fuera de la pista. Por eso superó con esfuerzo inconmensurable una de las finales más duras de la historia. Y por todo ello Rafa es, sin ninguna duda, mi mejor embajador, la esencia y el ejemplo más fidedigno de que en esta vida, siempre JUEGAS COMO ENTRENAS. ¡Gracias Rafa!
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