Todo intento de contar esta nueva
hazaña de Rafa Nadal se queda corto al lado de la leyenda que él sigue forjando
y ampliando. Yo al menos no encuentro las palabras que describan lo que habla
por sí solo en imágenes, en datos, en trayectoria. Simplemente trato de compartir
una reflexión que nos permita aprovechar esta oportunidad. Hago una
aproximación vital para lanzar un mensaje de esperanza, al hilo de lo que me
transmite este tenista único y diferencial.
Situémonos. Otra vez aquí, París.
Con frío y viento otoñal, pero la misma historia de amor entre el torneo
francés y el mosquetero español. Otra vez igual, pero totalmente diferente. En
medio de una tormenta indomable de sufrimiento mundial, en el baile de máscaras
de la humanidad, el oasis de paz puede ser el deporte, unos días mágicos de
tenis, y cómo no, Rafa Nadal. Una distracción, un paréntesis de desconexión
emocional y de merecido entretenimiento social.
Sin ser lo urgente ni lo más importante,
pero qué relevancia tiene esto para poder respirar. Para buscar algo de nuestra
extrañada normalidad. De nuevo Rafa levantando un trofeo en Roland Garros. Por
insistencia, por convicción real. Por perseverancia en el día a día, por amor y
respeto al trabajo bien hecho, por aceptación y humildad. Por fortaleza en el
pulso mental. Juego, set, partido y campeonato para Nadal. Y son ya 13, qué
barbaridad…. suma y sigue hasta los 20 Grand Slams.
Y, sin embargo, aun en los
momentos más épicos, los pies de Rafa siempre en la tierra (batida). La
realidad ponderada y las opiniones con mesura en su cabeza. Lo que es
importante de verdad en la vida lo hemos vuelto a ver reflejado sobre la
arcilla parisina en la figura de un chaval que desde hace años no es solamente el
mejor deportista español de la historia y uno de los mejores del deporte
mundial de todos los tiempos, sino un líder social que inspira a ser la mejor
versión de uno mismo. Su figura y su legado trascienden mucho más allá de la
pista, de sus logros, del deporte, de su país. Por ese compendio de virtudes que
cultiva, empezando por la actitud para afrontar cualquier reto, para competir.
La capacidad para mantener una mentalidad positiva, la búsqueda incansable
de soluciones a los desafíos, sin bajar los brazos jamás. La naturalidad para
reconocer y afrontar el éxito y el fracaso, asumir en primera persona los
errores y compartir generosamente los aciertos con su equipo. La empatía que
nace desde la emoción natural, de una persona sencilla y llana que conecta con
la gente, con la sociedad más plural.
A mí me emociona hablar de lo que supone Rafa Nadal. Porque es un espejo vital que devuelve todo lo que hay. Literalmente, tanto desde el fondo de la pista como en la vida fuera de ella. Porque es un reflejo esperanzador del ser humano, una versión mejorada de nosotros mismos. Una persona especial que proyecta un discurso muy claro desde su altavoz tenístico y deportivo en general. Porque ayer, hoy y siempre, mires donde mires, Nadal podría ser parte de cualquier pandilla de amigos de este país. El hijo de millones de padres. El compañero perfecto para todos los equipos que existan. El socio idóneo de cualquier colectivo. El adversario que más te va a exigir al competir. Y al mismo tiempo, es la mejor guía de referencia que podemos exportar de la marca España. Un carisma que escasea en los tiempos que corren a nivel psico-social, un modelo de educación exquisita, sin complejos, tan equilibrado como pasional. Es el mejor ejemplo de talento curtido sin excusas, a base de aprendizaje flexible y superación personal, del que se deben aprender mil lecciones. Es la leyenda más humilde y cercana que jamás va a existir, la historia de éxito con la que millones de personas se pueden identificar.
Esta nueva victoria de Rafa me emociona,
porque ahora más que nunca, nos hace falta creer y crecer como sociedad. Apoyarnos
en ello nos puede empoderar, en un momento en el que nos toca aceptar, perdonar y levantar. Necesitamos dar respuesta a una situación de emergencia mundial, y
quizás la mejor manera sea bajar el tono, rectificar, aprender de los errores y
empezar a sumar de verdad. Creo que Rafa nos muestra este camino cada vez que
le vemos jugar, y en estas circunstancias, es el ejemplo que debemos tomar para
ganar el partido como especie humana, como animal de convivencia social.
A mí me emociona Rafa, por la aspiración de alcanzar una mejor versión de la sociedad. En estos momentos de crisis, yo me apoyo en la historia que compartimos todos con Nadal. El espejo de un deportista único y ejemplar. VAMOS a lucharlo. VAMOS a aprovechar esta oportunidad, a aprender y a ser mejores de verdad.