10 años llevan Cristiano Ronaldo y Leo Messi repartiéndose los balones de oro, la mitad para cada uno. Nadie les ha hecho sombra en sus números, sus títulos, y en la fuerza y arrastre de masas mediático dentro del planeta fútbol. Esto es historia pura de este deporte, algo sin precedentes que está catapultando la industria hasta los límites más elevados de su centenaria vida.
La década 2008-2017, ambos incluidos, ha sido un binomio de dominio argentino-portugués, bajo los focos del fútbol español y europeo. Y ello a pesar de que ha habido dos mundiales de por medio (que supuso el triunfo del toque y el talento colectivo reflejado en España y en Alemania, dicho sea de paso), pero que ninguno de los dos ha ganado. Sin embargo, la espectacularidad de su juego, sus registros, su ambición y todo lo que son capaces de generar alrededor de su figura en sus equipos, son pruebas más que fehacientes para asegurar que la dominancia intrínseca que se han ganado dentro y fuera del campoes algo único y más que merecido.
Podrán despertar mayor o menor simpatía, pero son lo que son por capacidades superiores y diferenciales a todos los demás, y por supuesto por su trabajo extremo y dedicación ejemplar al fútbol, entregados a hacerlo mejor sin descanso. Decididos a no cejar en su empeño día a día, a ser capaces de mantener una ambición fuera de lo común por mejorar y crecer, por mantener su nivel en lo más alto de manera permanente y no conformarse sólo con haber llegado allí. Otro gol, otro partido, otra victoria, otro récord; nunca es suficiente. El fútbol les ha dado todo y ellos se lo devuelven al fútbol.
Siempre ha habido grandes jugadores en la historia de este deporte, auténticos fenómenos de época que han ido apareciendo con cuentagotas, para hacer crecer y madurar el fútbol en la proporción en que éste era capaz de asumirlo, de progresar y de modernizarse. Aproximadamente uno cada década, han ido surgiendo desde los años 50 hasta los 2000: Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona, Zidane, Ronaldo. Hasta entonces, estos dominadores de cada época han sido fácilmente identificables, destacando claramente por encima de los demás sin una sombra a la vista. Parece como si la historia hubiera ido dosificando poco a poco la aparición de estas leyendas para disfrutar con un solo foco de cada una de ellas, en el lapso de historia que les iba correspondiendo. Hasta que a mediados de los 2000, el universo del fútbol conspiró para generar su propio Big Bang, en forma de colisión brutal de dos astros que han reclamado su sitio dentro de la historia en la misma época, y compitiendo de tú a tú por los mismos objetivos: Cristiano y Messi.
Sin lugar a dudas se han mejorado el uno al otro, y con su competencia voraz han hecho más espectacular y más candente el fútbol reciente y moderno. Han emergido como dos polos opuestos, dos fuerzas que se disputan la hegemonía del fútbol, trascendiendo más allá del deporte. Estos futbolistas tan antagónicos en lo físico, lo táctico, lo técnico, lo personal y lo pasional, cuyo nexo de unión es el balón y una implacable capacidad de batir récords, títulos y goles en el campo, no dejan indiferente a nadie. Vivir en la época de Cristiano y Messi, acuciados por las camisetas que defienden uno y otro y que traspasa cualquier intento de neutralidad en la opinión que le merecen al público, es reconocer las dos caras que presenta la vida en todos los ámbitos.
Son posturas irreconciliables que provocan fervorosas discusiones en todo el planeta. Y aunque sobre gustos no haya nada escrito y no exista una verdad absoluta, cierto es que decantarse por uno de ellos implica automáticamente asumir sobre el otro los contrastes propios de las fuerzas opuestas. Amor y odio, cara y cruz, luz y oscuridad, el yin y el yang, la verdad y la mentira, éxito y fracaso, Dr. Jekyll y Mr. Hide. Héroes para unos, villanos para otros, pero evidentemente respetados y reconocidos por su innegable grandeza futbolística.
En cualquier caso, en esta época de Cristiano-Messi, estamos ganando todos, en cuanto a talento, récords, historia, espectáculo, crecimiento y evolución del fútbol, atractivo de las competiciones, y capacidad para apasionar al mundo. Incluida la cantidad de futbolistas que se han visto ensombrecidos por esta dupla y que en otra época hubieran dominado y marcado su terreno, por su enorme calidad (Iniesta, Xavi, Robben, Casillas, Buffon, Ribery, Neymar, Neuer, Griezmann…y tantos otros). El fútbol es mucho mejor gracias a Cristiano y Messi.
Seguimos presenciando en directo la batalla más igualada y emocionante del fútbol al unísono, que traspasa fronteras físicas, culturales, sociales, emocionales, y perdurará a través de los años. La historia interminable por el legado que están construyendo estas dos estrellas, por la cantidad de momentos para el recuerdo y de partidos y competiciones antológicos que hemos podido disfrutar con ellos, por la grandeza de la rivalidad y el espíritu competitivo que han transmitido a todo el planeta.
La historia interminable que, lógicamente, dará paso sobre el césped en algunos años al relevo, un relevo que tiene el reto de llenar el inabarcable vacío que parece dejarán Cristiano y Messi en el panorama balompédico cuando sus cuerpos digan “basta”. Vacío cual cráter de un volcán que ocupa no sólo un planeta entero, sino una constelación completa, un universo de emociones y fútbol, que sólo el tiempo y el progreso nos dirán si ha sido el mayor impacto nunca visto en este deporte, o si podrá ser alguna vez igualado o superado. Hasta que eso llegue, sigamos disfrutando del fútbol total que tenemos aún ante nuestros ojos: la historia interminable continúa.