Hoy en día se nos acaban los calificativos para comentar la trayectoria y los éxitos deportivos de Rafa Nadal, ese coloso del tenis que nos deja boquiabiertos con sus logros y hazañas, pero sobre todo por su discurso, su actitud y sus acciones. Podríamos resumir toda esa esencia, fuerza y optimismo que transmite, en su lema sobre la pista: “¡Vamos!”. Esta muletilla motivacional que surge de muy adentro, tiene un efecto exponencial, contagioso. Como una bola de nieve que se hace más grande, cada vez que la pronuncia con más intensidad. Cuando Rafa dice “¡Vamos!”,
está creciendo por dentro. Está rugiendo sobre sus cimientos y se está
reafirmando, ante su rival, ante el público y ante el mundo, pero sobre
todo consigo mismo. Y seguramente lo diga no sólo dentro de la pista,
sino fuera también.
Hoy, tras el US Open, Rafa lleva ya dieciséis Grand Slams ganados. Y
muchos otros títulos, logros y récords estratosféricos, sólo a la altura
de los más grandes de la historia. Sin embargo, no es eso lo que más me
impresiona de Rafa. Lo que de verdad me impacta es sentir todo lo que transmite, con sólo verle
jugar, concentrarse, hablar, entrenar, comunicar… dentro y fuera de la
pista. Es un deportista y una persona que sabe muy bien quién es, y
tiene los pies firmes en el suelo, por mucho que el mundo intente
encumbrarle al cielo o defenestrarle en el infierno (cosa que le ha
pasado muchas veces en su carrera).
Rafa conoce y es consciente de la sociedad en la que vive y lo que él aporta desde el mundo del tenis,
desde su naturaleza de deportista. Y de la responsabilidad social que
tiene y que decide ejercer. Por ello responde al modelo de líder moderno que necesita el mundo: joven, humilde, ejemplar, natural y auténtico. Con sentido común. Así, desprende siempre un halo de energía positiva, de aquel que conoce las raíces propias que le unen a su tierra, a su gente y a todo lo que ama. Y siempre con una actitud de gratitud hacia la vida y hacia todas las personas que le han ayudado, apoyado, animado.
Esto mismo es lo que veo reflejado cuando veo su trayectoria social:
su academia, su centro deportivo, su fundación, su acción solidaria,
sus patrocinios, su relación con los medios. Y por supuesto cuando
observo a su equipo, a su familia. Serenos,
concentrados, optimistas. Prudentes, discretos. En el mundo de la fama
no es fácil ni habitual mantener una personalidad y un estilo de vida
normal, ni una actitud de respeto y trato igualitario con cualquiera, pero Rafa y su entorno lo han conseguido,
lo consiguen. Porque son personas normales, buena gente. Personas que
se apoyan en personas, como medio mundo nos apoyamos día a día en ese “¡Vamos!” de Rafa, que nos impulsa fuerte.
A mi Rafa Nadal me sugiere una enorme admiración, y supone una guía de referencia.
Ver a un deportista con tanta confianza y naturalidad, que habla de las
situaciones y sus problemas profesionales con templanza y sin
aspavientos, con un sentido de la responsabilidad y una lógica tan
aplastantes, es de aplaudir. Eso me engancha, me fascina. Me ayuda tener
ejemplos de este tipo en el panorama social y deportivo actual, cual
faro que se mantiene firme en el mar. Rafa es uno de ellos, el número 1.
“¡Vamos!” en boca de Rafa se ha convertido en un lema fácilmente identificable con la perseverancia y la confianza en uno mismo, con el trabajo, sacrificio y con la certeza de que si no sale ahora, saldrá más adelante. Pero siempre adelante, siempre valiente,
siempre luchando sin rendirse. Un lema que bien puede ser el adalid de
la marca España, que Rafa representa como nadie. Porque ese “¡Vamos!”
tiene que ver con su vida profesional y personal. Tiene que ver con las
prioridades y las cosas realmente importantes en la vida.
“No me importa cuántos Grand Slams gane, tanto como ser feliz”, dice el fenómeno Nadal. Ahí reside el secreto. En ser feliz, en buscarlo.
Él lo es y se nota, lo desprende intensamente con su presencia, su
discurso y su actitud. Ha sufrido y ha llorado, ha peleado y ha perdido,
como todos en la vida, pero ha creído siempre en sí mismo, en ser auténtico, en saber quién es y cuál es su entorno, en hacer las cosas bien, planificadas con cabeza y ejecutadas con el corazón.
El talento entrenado con perseverancia, la mente educada en la
importancia de lo que realmente es vital: la vida, las personas, el amor
y el respeto, la fidelidad a uno mismo y a sus pasiones. La felicidad trabajada en la mente, vehiculizada con el deporte y consagrada con una actitud optimista en la vida, frente a uno mismo, frente al mundo.
Cuando veo a Rafa, mis sentidos y mi atención se centran plenamente en su ejemplo. Le veo y pienso “¡Vamos!”,
adelante, arriba. Aprende, disfruta, vive. Juega, entrena duro, valora
lo que tienes, ama lo que haces y pelea por lo que sueñas. Es una fuerza
tal la que transmite Rafa, una seguridad en sí mismo, que no hay lugar
para los miedos. Seguramente él también los tenga, como todos, pero se
los come, los aplaca. Porque ser feliz es más importante que tener miedo. Porque vivir es más importante que sufrir. Porque sonreír es tan importante como comer y respirar. Porque el deporte es el alimento más sano para llenar el alma de coraje y de espíritu de superación, no solamente dentro de la pista sino fuera, al ver que existen deportistas de élite de la talla de este chaval, Rafa Nadal.
“¡Vamos!” es el sello de una pasión, de una actitud en la vida y de un modelo de liderazgo. Es la esencia de la marca España, y de toda una corriente de fuerza deportiva
capaz de impulsar e impregnar todos los ámbitos de la vida. Es la ola
imparable de motivación y esfuerzo, de humildad y confianza. Pero por encima de todo es el reflejo de una mente feliz, sana y equilibrada, que genera respeto y gratitud a partes iguales, y que disfruta de la vida no como un problema, sino como un regalo.
Gracias de nuevo Rafa Nadal, por gritar con todos nosotros, ¡VAMOS!
Aquí hay un trozo de ti, de mí, y de millones de personas que aman el FÚTBOL, el DEPORTE y la VIDA. Las pasiones y sus emociones no se eligen, se entrenan para jugar con ellas. Así es el fútbol, así es el deporte, una manera entender la vida, de entrenar el corazón, y de jugar con el mundo. Este es un pequeño rincón para hablar de todo ello. Porque al final, tú, siempre Juegas Como Entrenas.
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