domingo, 5 de marzo de 2017

Cuando el Madrid es un EQUIPO


Ayer veía el partido del Real Madrid en Ipurúa ante el Éibar, y pensaba en la importancia del equipo frente al individuo. Es muy evidente que en un deporte como el fútbol debe primar el colectivo, pero también esto ocurre en deportes que a la vista son individuales, como el tenis o el atletismo, en los que el peso del equipo que hay detrás tiene tanta importancia como el deportista.

En el fútbol de élite, hoy en día, uno de los retos más importantes a los que se enfrenta un entrenador de hecho es el de hacer equipo. Crear un sentimiento de pertenencia grupal es ciertamente complicado en un entorno donde los egos individuales dominan y las marcas personales de los futbolistas acaparan el protagonismo mediático, económico y social. El entrenador tiene que saber gestionar las personalidades ególatras por encima de los conocimientos tácticos,  físicos o estratégicos, y despertar en sus jugadores la conciencia de que forman parte de algo más grande que ellos mismos. Como decía el gran Michael Jordan, "un jugador puede ganar un partido, pero es el equipo el que gana el campeonato".

No hay que olvidar que, aunque se recuerde siempre a los grandes jugadores, sus gestas o récords individuales, lo consiguieron formando parte de un equipo y no por ellos mismos, gracias al esfuerzo de muchos compañeros, que aunque menos talentosos, fueron igual de importantes. Es inevitable que, como en cualquier organización, en un equipo brillen más y se lleven los reconocimientos los jugadores más importantes. Pero al final el tiempo acaba pasando página del individuo, y lo que perdura en la historia y en el corazón de las aficiones es siempre el equipo.

Un equipo crece a base de compromiso, y éste se entrena y se mejora día a día como un músculo más. Aunque no siempre  garantiza el éxito,  conseguirlo asienta las bases para que el colectivo funcione mejor, usando todo su potencial en la misma dirección, y esté mejor preparado para asumir tanto las victorias como las derrotas. Un equipo sólido, construido a base del compromiso de cada individuo, es más humilde cuando gana y más maduro cuando pierde.

Ayer el Madrid demostró cómo un equipo es mejor que 11 futbolistas por separado, cómo se debe arrimar el hombro para obtener mejores resultados. El equipo que pelea unido aguanta mejor las tempestades y sale fortalecido de los partidos, y ayer se demostró. No se trata de nombres, eso queda al margen. La misión de los 11 jugadores de ayer la podrían haber cumplido igualmente otros 11 de la plantilla con la misma entrega y conciencia de equipo. El Madrid jugó más junto, equilibrado en las posiciones tácticas y en el intercambio de movimientos con y sin balón.

Cuando el centro del campo está mejor ocupado, y más ayudado en la presión, recupera más fácilmente el balón, lo circula con más espacio y domina el tempo del partido, facilitando las ocasiones de los delanteros y haciendo sufrir menos a la defensa. Esto que es tan antiguo como el tebeo, no es nada fácil de llevar a cabo si el grupo no entiende que todos los jugadores son igual de importantes e igual de prescindibles, cada uno en su puesto, y que el equipo debe moverse como un único ente, como una orquesta en la que si uno desafina probablemente eche al traste el trabajo de todos los demás.

El Madrid vio gratamente reflejado su trabajo conjunto tanto en el resultado final como en la imagen ofrecida, muy diferente a la de otros días anteriores: presión sincronizada, generosidad en el esfuerzo por el compañero, apertura de espacios y desmarques,  y escogiendo siempre la opción de pase más práctica y sencilla, simplificando las florituras para ir directo al gol. En definitiva, dejando fluir el fútbol como lo que es: un deporte de equipo, en el que todos siembran y el equipo recoge, en el que el talento individual debe estar al servicio del grupo y no al revés.

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