Crees que sufres cuando sueñas cosas imposibles, pero es el primer paso para crecer. Sufres porque las ves lejanas e inalcanzables, pero están ahí para que descubras la grandeza de tu ser.
Creces con ello de manera inevitable cuando das una mejor versión de ti misma, aunque el sueño conlleve gran sacrificio. Y el sueño aparece cada noche, constante y resiliente. No se esfuma, no te deja de visitar. No puede hacerlo, no sabe dejar de ser. No tiene otro sitio que habitar que tu propio corazón. De él salió y por él se alimenta y se hace más grande. Con él conecta y proyecta hacia otros corazones comunes, otros sueños sinónimos que sintonizan la frecuencia de un camino a recorrer juntas.
Un camino a lo imposible que empezó haciendo sufrir a quien lo soñaba, pero que con el tiempo consiguió aplacar, convirtiendo el sufrimiento en determinación. La misma determinación que te lleva a entrenar y progresar, a competir, a ganar y a aprender cada día. La misma fuerza que no entiende que no hay vuelta atrás. Esa vuelta que te da la vida cuando crees en ti misma y en tu proyecto por encima de todo, ese todo que resume tu vida y tus pasiones sobre el verde. Ese verde que te recuerda por qué estás aquí, cuál es tu objetivo y tu valor. Ese valor que dignifica tu esfuerzo, te pone a caminar y no entiende de límites. Esos límites que rompes cuando asumes que no hay más frontera que la propia mental, mente que doblega sus miedos cuando es parte de un colectivo al que nada puede parar. Algo más grande que una misma, que construye equipo junto a ti.
Y no pares hasta conseguirlo porque cada año estás más próxima a tu sueño. Sueño que te robó el dolor el curso pasado por rozar la gloria y caer tan cerca. Cerca de una orilla a la que no estás dispuesta a renunciar, por la que te levantas cada día de nuevo con más fuerza y segura de que este año sí lo lograrás.
Y avanzas firme sin dar un paso atrás, sin confiar nada al azar, creyendo en ti y en que el éxito vendrá. Porque tu trabajo y tu esfuerzo lo merecen sin dudar. Y las dudas se acaban cuando ves el sol brillar, ese sol que es tan alto como el sueño que quieres lograr. El sueño que ya no es sufrimiento sino que es oportunidad real. Lo consigues y lloras de felicidad. Ese sueño que dice que eres de verdad, un equipo de primera en lo más alto del fútbol nacional.
Ese fútbol que te aplaude y te quiere a rabiar, del que formas parte por derecho de calidad. El mismo que te vio nacer y sufrir como equipo natural, equipo cercano, humilde pero con enorme voluntad. Equipo que sueña unido, equipo que al caer levanta y que con coraje vuelve a gritar, que siempre peleará unido por el sueño que finalmente merecerá. Merecimiento que trae orgullo y dignidad, reconocimiento, alegría y bienestar. Aquello que nace del sentimiento puro de quien quiere llegar, a tocar el cielo con las manos sin olvidar su origen y su humildad.
Esas manos y sus voces, que elevan al cielo el grito de la victoria, el grito de “campeonas”, el de “nada nos puede parar”. Este año que es de oro y es de primera en los pies de todas. Esos pies que consiguen acariciar el balón con pasión, esos pies que laten por el CD Tacón. Y todas ellas lo lograron, todas juntas vencieron, y rieron y lloraron, por la pasión, el sufrimiento y el sacrificio de algo más grande que ellas y su propio corazón: el fútbol y el equipo, el sueño de crecer sin fronteras y alcanzar la gloria de verdad.
Es así como se inspira a la gente, es real lo que hicieron sin dudar. Es amor por su equipo lo que sienten, por el fútbol y sus valores, la pasión que las convirtió en guerreras de esta ciudad. Aquellas que juntas, en libertad, salen al verde seguras de quién ganará, y le gritan al mundo del fútbol: ¡yo soy de primera, élite del fútbol nacional! Y le dicen con fuerza a sus sueños, susurrando con gran emotividad… lo ves, ves cómo lo imposible, solo tarda un poco más…
Sirva este relato como sincero homenaje al CD Tacón, equipo de fútbol femenino que hace unos días consiguió el sueño de todos sus integrantes al materializar su ascenso a la primera división (Liga Iberdrola), la máxima categoría del fútbol femenino nacional. Enhorabuena a todo el equipo por un éxito que llevaban años persiguiendo y que se ha hecho por fin realidad. Por su inspiración y valor para con la sociedad, por hacernos creer a todos que con trabajo, constancia y confianza en uno mismo se puede alcanzar aquello que uno sueña, sin barreras. Enhorabuena a Ana Rossell, presidenta del equipo, por su visión y su capacidad para nunca rendirse. Felicidades porque es un paso más en el camino del fútbol femenino profesional, del deporte femenino en general y de la igualdad social hacia la que caminamos. Es momento de celebrar y de seguir trabajando duro, mirando ya a lo alto en el horizonte, pensando en grande y disfrutando de un camino dulce que ha costado mucho conseguir. Llegar ha sido complicado, ahora el reto es mantenerse, saboreando el día a día de un sueño que ya es real. Forza Tacón.
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