lunes, 10 de junio de 2019

Bola de partido: Rafa Nadal y el éxito del momento presente

Rafa Nadal ha vuelto a hacerlo. Ha ganado otro Roland Garros, otro título de Grand Slam que agranda su historia como tenista, como deportista y competidor mundial. Uno de los grandes de todos los tiempos. Pero también es otro espaldarazo más a la forma de gestionar su carrera y a su método, a su forma de trabajar y de pensar, a su manera de enfocar los objetivos y su vida. Un método que mejora cada año y cuyos resultados son avalados de forma incontestable.

La base de todo está en la salud física. Respetado eso y en plenitud de condiciones, Nadal hace gala de una energía y una combatividad cuya clave no está solamente en su capacidad física, su talento o su destreza con la raqueta. Tampoco en su inteligencia táctica o en su intuición en la pista. La clave está en la fortaleza mental y en la estrategia de pensamiento simple y directa que aplica Rafa. Y es que cada punto es una bola de partido para él. Así de sencillo, así de complicado. A menudo los rivales de Nadal destacan el alto nivel de intensidad que es capaz de mantener en la pista de juego, sostenidamente durante largos partidos y periodos de la temporada. Eso tiene que ver con la concentración, el equilibrio emocional y la capacidad mental de filtrar distorsiones y visualizar única y exclusivamente el punto que está en disputa, el presente.



Nadal es capaz de eliminar el punto anterior de su cabeza, y de anular la anticipación del siguiente. Consigue reprimir las emociones que pueden generar el pasado y futuro inmediatos para mirar sólo el punto actual. Ese dominio de su estado de concentración es el que le lleva a ser capaz de poner toda la energía concentrada en el punto presente. Es lo más importante y lo único que tiene, sobre lo que puede influir, afectar y modificar con su juego. Toda su intensidad la focaliza en la bola que se disputa ahora mismo. Lo único que puede ganar ahora mismo es este punto, y debe poner todo lo que tiene en ir a por él. No hay más. Y así en cada uno de los interminables puntos de un juego, de un set, de un partido, de un campeonato, de una temporada, de una carrera entera. Sea en primera ronda de un torneo menor o en la final de un Grand Slam. Contra el número 1 del mundo o contra un amateur. En categoría alevín o en el deporte profesional. Siempre lo ha hecho así.

El esfuerzo necesario para alcanzar esta cota es enorme. Tremendamente exigente. Por ello hay tan pocos deportistas que lo puedan conseguir, y menos aun mantener en el tiempo con tanta eficacia. Requiere de mucho entrenamiento y disciplina. Precisa de un autocontrol y un conocimiento personal muy elevados. Aptitudes propias de esos deportistas de élite que consiguen gestas impensables, que marcan el curso de la historia y que nos descubren que el secreto del deporte al nivel más esencial, es asimismo el de vivir la vida de esta manera, en el presente.



Todo lo que Rafa Nadal ha conseguido con esta forma de trabajar, con la manera de elevar su energía y de emplearla con la misma intensidad en todos los puntos de su vida dentro y fuera de la pista, tiene que ver con su educación y el respeto a sí mismo primero, y a los rivales y la competición después. Con el aprendizaje de normalizar a partes iguales el error y el éxito, dándole a las cosas su valor preciso en cada contexto. Tiene que ver con la humildad de saber aceptar las adversidades con buena cara y sin queja, con desarrollar las fortalezas que dentro de la pista hacen emerger la resiliencia y el carácter ganador de un deportista inspirador como ninguno.

El secreto de tener la energía para salir a ganar siempre es pensar que ésta es tu mejor oportunidad. Y Rafa va a por ella una y otra vez. Sólido, rocoso. Sea la primera o la última: la bola actual es la esencial. Se centra en competir, en dar lo mejor que tiene en cada punto. No se guarda nada para después. No sabe qué hará en el futuro, cómo le irán las cosas, ni cuáles serán sus prioridades: lo más importante es esta bola, este partido, este día, este torneo. Es esta vida, esta gente, este mundo, esta suerte.



A base de vivir y jugar en el presente, Rafa Nadal ha construido no sólo un precioso legado lleno de recuerdos, alegrías y hazañas para orgullo de un país, sino la admiración del mundo entero y la transmisión de valores ejemplares para millones de jóvenes y niños, así como un modelo de vida y de trabajo que pueden ser fuente de inspiración para cualquiera. Rafa nos enseña que lo único importante es hoy, ahora. Que la grandeza está en dar todo lo mejor sin reservas en el momento presente. Que sólo podemos jugar con la bola actual, ya que el punto posterior es un misterio en el que no debemos de gastar energía innecesaria. Esa energía que Rafa condensa en cada acción y cada gesto, también cuando termina de jugar y agradece, reconoce y ofrece con generosidad todo lo que puede aportar, todo lo que nos ayuda a  aprender, todo lo que con él podemos compartir.

La energía del presente es mayor que cualquier otra. Y así es como Rafa Nadal nos ha enseñado una vez más, con la mayor naturalidad y humildad, cómo la vida es mejor con esfuerzo, paciencia, constancia y compromiso. Haciendo suyo el “carpe díem” sobre la pista. Cómo todos y cada uno de los puntos que juegas en la vida se pueden convertir en bola de partido, si aplicas la intensidad y la pasión adecuada en el momento actual. Hoy celebramos otro éxito impresionante del deportista español más grande de todos los tiempos, su duodécimo Roland Garros, el decimoctavo grande de su carrera, ahí es nada. Y no deja de sorprendernos cómo Rafa Nadal, a través del deporte, es capaz de ilustrar que es no sólo posible sino imprescindible vivir en el presente para sacar el mayor rendimiento de uno mismo, para entregar la máxima energía y posibilitar así que ocurran las mejores cosas de la vida.



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