lunes, 20 de mayo de 2019

Eterno Ferru: la honra de una carrera ejemplar


Hace unos días David Ferrer ponía punto final a su carrera deportiva como tenista. Y lo hizo despidiéndose a lo grande, en casa, en el torneo Mutua Madrid Open. En el mejor Masters 1000 del circuito ATP, en el estadio que más le ha aclamado, la “Caja Mágica”. Rodeado de su familia y amigos, de compañeros y de una afición que le admira, de entrañables muestras de cariño de todo el mundo tenístico. Jugando un tenis intenso, fiel a su estilo, luchando por todas las bolas, destilando la calidad de un veterano que aún está en condiciones de competir al máximo nivel, pero que ha decidido retirarse en un momento dulce, sosegado, en paz consigo mismo y con todo lo entregado al mundo del tenis.

La cabeza de David Ferrer va por delante de sus piernas, y ha sabido elegir el mejor momento para decir adiós. Es algo que ha meditado mucho, y que seguramente no ha sido fácil decidir, pero ha tenido la suficiente valentía y determinación para poder despedirse a su manera, eligiendo el cuándo, el dónde, y con quién. El cómo, fue parte del encanto que pudimos vivir en su último partido ante Zverev, y salió mucho mejor de lo que habría podido esperar. Esta despedida especial es algo que no todos los deportistas de élite tienen la suerte (o la visión) de poder conseguir, y le honra haber sido fiel a sí mismo y a su voluntad, tras mirarse hacia adentro y observar el entorno y el futuro con perspectiva y cabeza fría. Bravo David, porque no es fácil irse de una manera tan elegante, reconocida y emocionante.


Ferru, como cariñosamente se le conoce en el circuito del tenis, será recordado como el león de Jávea, el incansable gladiador español que nunca daba una bola por perdida y que hizo honor a lo que es un caballero en la pista de tenis. Uno de los mejores tenistas españoles de la historia. Un deportista educado y discreto, un profesional dedicado y ejemplar, todo corazón y pundonor raqueta en mano. No llegó a ser número 1 del mundo, no ganó ningún Grand Slam, pero no le hizo falta para consagrarse como uno de los grandes, de los que hacen evolucionar el tenis, de los que son un modelo para los niños, de los que emocionan por su entrega, sacrificio y veneración hacia su profesión. Su grandeza está precisamente en haber sido un tenista extraordinario, terrenal, y fiel valedor de su educación y sus sueños. Ferru ha sido reflejo de respeto hacia todos sus rivales, afición, árbitros, organizadores y torneos; ha honrado su deporte y su profesión con enorme tenacidad,  llevando los valores de la escuela tenística española a todos los confines del planeta.



Un tenista de altos horizontes, pero cercano y sencillo, con la cabeza ordenada y los pies en la tierra (batida), que siempre fue su escenario predilecto, como buen discípulo del tenis nacional. Un fenómeno que siempre ha bregado y defendido su maravilloso tenis allá donde ha jugado. Porque Ferru siempre salía a competir, a no regalar nada, a entregar todo lo que tenía. A remar sin desfallecer. Porque Ferru alcanzó y se mantuvo mucho tiempo dentro del top ten mundial de la ATP, y consiguió su fenomenal palmarés de victorias y títulos por calidad y trabajo incansable, por sus ganas de hacer las cosas bien, por su regularidad y seriedad en la preparación, en cada entrenamiento y en cada partido. Porque supo sobreponerse a los malos momentos, a los duros reveses de la vida y a sus propios miedos para seguir adelante y construir una carrera brillante. Porque lo hizo siempre con su carácter afable pero puro nervio, dando lo mejor de sí mismo, y devolviéndole al tenis la oportunidad que éste le dio de cumplir su sueño. Vaya que si le ha devuelto todo lo que tenía, y con creces, aceptando un reto proporcional a su grandeza: la de una carrera deportiva eterna. Gracias a él, el tenis es hoy un poco mejor, un escalón más especial, más agradable y vibrante, más natural y guerrero. Tal cual es David, así se refleja y se funde el tenis con su carrera.


La tierra levantina nos ofreció el ascenso imparable de un vendaval de energía y calidad que sacaba fuerzas de donde no las había, un batallador que llegaba a todas las bolas, un muro desde el fondo de la pista que no se rindió nunca. Ferru formó parte durante una década del histórico equipo español de copa Davis, esa generación de oro ganadora de 3 ensaladeras (2008, 2009, 2011) y finalista en otra más (2012), comandada por Rafa Nadal y completada por el propio Ferru, Feliciano, Verdasco, Robredo, Almagro y Ferrero. No solo eso, sino que David Ferrer ha conseguido ser muy grande en la época de los más grandes, siendo coetáneo del llamado “Big Four” (Federer, Nadal, Djokovic, Murray), lo que le permitió mejorar y crecer aún más, y le otorga un mérito extra y un valor añadido incalculable a su carrera. Su enorme trayectoria queda justamente ponderada por la época histórica del tenis mundial en la que le ha tocado competir: la más exigente y espectacular que ha habido (y probablemente habrá) nunca.




Se nos ha ido un referente, uno de los nuestros, y le echaremos mucho de menos sobre la pista. Pero el legado que deja es imborrable e inmaculado, es digno de recordar siempre y de admirar con cariño a quien desde la sencillez, la humildad y el trabajo, consiguió cumplir el sueño de miles de niños, y el suyo propio, en una carrera brillante y mucho más gratificante de lo nunca hubiera esperado. Por eso los homenajes y las muestras de agradecimiento, cariño y respeto que ha ido recibiendo estos últimos meses David Ferrer quedarán también grabadas como parte de una historia ejemplar de superación y pasión, de fuerza y de coraje, de un corazón lleno de bolas de tenis, que fue repartiendo durante todos los días de su carrera, durante todos los puntos de su vida sobre la pista, y que entregó a todos los aficionados en cada golpe con su raqueta.

Enhorabuena por tu carrera, David. Enhorabuena por tu forma de venir, de demostrar y sumar, y también por tu manera de irte. Enhorabuena y gracias por haber hecho crecer tanto al tenis y al deporte español, por haber creado equipo con todos nosotros. Gracias Ferru por tus enseñanzas dentro y fuera de la pista, gracias por ser un guerrero de los nuestros, de la marca España; por ser parte de un equipo que se llama sueños, ilusión, crecimiento, trabajo, superación, valores y espíritu deportivo. Gracias por tanto respeto y tanto cariño hacia ti mismo y hacia todos los que te seguimos. Gracias y mucha suerte en tu nueva andadura en la vida, porque te lo mereces todo, campeón. Eterno Ferru.

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