El oro no fue ayer ni la semana pasada. El oro se forjó
mucho antes, cuando el sueño empezaba.
El oro se ve hoy por fuera, colgado de sus cuellos y
agarrado a sus sonrisas, pero brilla más que nunca por dentro, en el corazón de
todas sus batallas que la historia revisa.
Cual iceberg que emerge al cielo al final del camino, y sorteando
lesiones, dolor y decepciones, acaba enfrentando su destino. Sustentado bajo un
mar de lágrimas, coraje y sufrimiento, esos que sólo ellas conocen, que no se
ven por fuera pero se llevan por dentro.
Oro que ilumina el sacrificio y esfuerzo de muchos años, de mucha gente, que honra el trabajo en silencio, vivido apasionadamente.
Oro que se sueña desde abajo y al que se llega sin atajos. Aquel
que transmite una idea, un estilo, una dirección y un proyecto. Transmite la
esencia de nuestro baloncesto.
Brillo dorado que está hecho de disciplina para llegar,
determinación para quedarse y motivación para superarse. Por el que tantas
veces tropezaron y otras tantas levantaron, aprendiendo a arrimar el hombro que
entre ellas nunca ha fallado.
El oro por empuje y convicción, que más allá del metal y la
medalla, es baloncesto ilimitado en su corazón. En el de todas ellas, de su
entrenador y del equipo alrededor, en el de todo un país y su afición.
El oro que no es sólo victoria, partido, canasta. El oro que
es más que un título o la gloria de tocar el cielo en la cancha.
El oro que no es triunfar una vez, ni dos ni tres, sino probar
a hacerlo mejor de lo que crees. Es llegar más allá de lo que ves, es superarte
una y otra vez.
Es no rendirte y apretar, es cautivar a la grada y hacerla enloquecer. Es retar al rival y mirarlo de frente sin dudar. Es competir siempre, sabiendo
sufrir y haciéndonos sonreír. Es generar expectación por tu capacidad de jugar un
baloncesto disfrutón. Es saltar a la pista y pasarlo bien, y sobre ella
transformar el juego en aprendizaje para crecer.
El oro es más que nunca el talento hecho emoción, el equipo
hecho familia que alimenta sin límites su ambición.
El oro es esa conexión que va más allá de la razón y la emoción.
Son esos lazos entre las jugadoras y su entrenador, entre compañeras de
profesión. El oro es esa amistad por tesón, el vínculo inquebrantable del
deportista con su pasión. Ese que une más que nada a un equipo campeón, que se
convierte en familia con enorme devoción.
El oro es recorrer ese camino y encontrar juntas las
sorpresas del destino. En todos los entrenos y todos los partidos. Conocerte
con una mirada, construir nuestro juego por encima de tu jugada, encontrar el
hueco, el pase y el tiro que te hacen olvidar tu ego. Es defender y atacar sin descanso más allá
del partido, es arrimar el hombro por el bien colectivo, vibrando de alegría
por el éxito compartido.
El oro son las chicas de baloncesto, las que hacen nuestra
selección. Las que cada año vuelven, están porque nunca se van, porque a esto
de jugar, y a las ganas de ganar, nadie las consigue igualar. El mejor equipo
nacional, pleno ejemplo de igualdad. Cuyo legado, inspiración y fuerza quedan
grabados cada año con letras de oro y eternidad.
Dentro del oro existen muchas vidas, muchos años, muchos
sueños. Dentro de él estamos todos y están ellas poniendo un emocionante
empeño. Y cada año estaremos con vosotras, todos, siempre, recordando que para
vosotras el oro y la victoria son consecuencia de construir el baloncesto desde
dentro, y apasionadamente.
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