martes, 21 de agosto de 2018

Equipaje de verano: vacaciones, descanso… y DEPORTE

La época estival es por excelencia el momento preferido para tomarse un periodo de descanso, desconectar, cambiar de aires y hacer cosas diferentes que a lo largo del año no tenemos tanto tiempo de hacer. Es necesario relajar cuerpo y mente para recargar pilas y pensar en otras cosas, pero, ¿qué llevamos en la maleta de las vacaciones? Sentimos la necesidad de dejar atrás durante un tiempo las obligaciones, las cosas que nos gustan menos, lo que nos carga, lo rutinario. Esto incluye objetos, actividades, lugares, personas… Está bien, dejemos fuera del equipaje veraniego, física y mentalmente, aquello que no necesitamos durante las vacaciones, soltemos lastre, pero por favor, hagamos siempre un hueco al deporte en él.


El deporte es como el saber, que no ocupa lugar. Llévalo contigo allá donde vayas en verano, porque es ligero, es un amigo. Es flexible y práctico, se adapta perfectamente a todos los esquemas y formas vacacionales, a todos los perfiles físicos, a todos los bolsillos, a todos los entornos y a todos los huecos temporales que tú le permitas. Haz lo que quieras, lo que puedas.



Puedes caminar, correr, a tu ritmo. Sólo o en grupo. Explora la montaña y la naturaleza en ruta, haz escalada, o senderismo. Pasea mientras conoces otras ciudades o la bahía de la costa. Visita el mar, el pantano o la piscina para nadar, ejercitarte sobre el agua. Puedes pedalear un rato en la bicicleta, en el gimnasio, en la ciudad o en el parque. Disfruta de la brisa en la cara y de la libertad del ejercicio. Hazle hueco a la gimnasia, yoga, pilates o similares: estira el cuerpo y la mente de todas las formas que encuentres. Ve a navegar, a surfear o practicar deportes acuáticos tan propios del verano. Coge un kayak, canoa, un hidropedal o haz esquí acuático. Desciende por el río o lánzate en tirolina. Juega con las olas, salpica y diviértete con ellas.  Bucea y explora el fondo marino. Ve a pescar o a echar unas bolas de golf. Anímate a una pachanguita de baloncesto o de fútbol con los amigos. Apúntate al torneo de pádel, tenis o frontón de la zona, del club, o simplemente pelotea con algún desconocido o contigo mismo. Participa en la carrera popular de las fiestas del pueblo, en un triatlón o en una marcha cicloturista; estírate en la pista jugando al vóley-playa. Salta, corre o revolotea por la arena con los niños, hazles participar de alguna actividad en movimiento, con el “frisbee”, las palas o la construcción de castillos. Patina, haz una ruta en moto, incluso esquía sobre la nieve si estás muy lejos, al otro lado del globo.



Aprovecha para todo ello las horas de luz, el sol, el viento, el agua. Empápate del aire limpio y renovado en los pulmones, del sudor agradecido en tu cuerpo. No es necesario competir ni ejercitarse al máximo nivel. Tampoco hay que hacerlo todos los días ni durante mucho tiempo, pero sí con cierta regularidad. Al nivel que se pueda, lo que esté más a mano y sea más factible para cada uno, pero se trata de no aparcar el deporte durante las vacaciones veraniegas, al contrario. No te pares, no te oxides; mantente activo e incluye el ejercicio físico liviano, ameno, en el delicioso periodo de descanso.

Porque el deporte es higiene mental permanente, un elemento de desconexión, eliminación de toxinas y recarga de energía como lo puede ser un buen libro, una puesta de sol, un concierto al aire libre o unas cañas con los amigos. Es una manera de entrar en contacto con uno mismo y de sentirse mejor. El ejercicio físico es una fuente salud corporal y mental, una herramienta que nos ayuda a estar más en paz, en equilibrio con el mundo que nos rodea.

Procura sudar un poco, procura concentrarte en el siguiente golpe, ola, zancada o lanzamiento. Pásatelo bien, diviértete con ello. Disfruta sintiendo tu cuerpo en acción, escuchando lo que te dice con cada postura, cada movimiento. Siéntete vivo, cansado físicamente pero satisfecho. Encuentra agujetas en sitios insospechados y ríete de ellas al día siguiente. Experimenta en esta época la plenitud de sentirte más ligero que el día anterior, más contento, más decidido a superarte. El verano es una época propicia para encontrar nuevas actividades deportivas, para descubrir ejercicios y planes que nos ayuden a mantenernos en forma y sanos.

Y cuando estés cansado de practicarlo, relájate, tómate un merecido descanso y disfruta del deporte de élite por televisión, que en estos meses estivales hay mucho, variado y muy bueno. Todos los años podemos disfrutar de los imperdibles: Tour de Francia, Wimbledon, Vuelta Ciclista a España, US Open y Másters de Tenis, partidos de pretemporada de deportes colectivos, motos, fórmula 1…. Y cada año además nos acompañan competiciones extraordinarias y cambiantes según el calendario, especiales y diferentes: campeonatos mundiales o europeos, tanto de baloncesto, como de fútbol, natación, atletismo, bádminton, balonmano… incluso Juegos Olímpicos cuando toca.  Una delicia televisiva para seguir vibrando con las competiciones profesionales de máximo nivel también durante nuestras vacaciones.

Así que este verano, vayas donde vayas, recuerda que el deporte es tu compañero ideal de vacaciones, para practicarlo y para verlo, porque te ayuda a disfrutarlas más. Incluirlo en tu maleta son todo ventajas, pues es muy agradecido: te da mucho y pide poco a cambio. Hazle hueco en tus rutinas y te mantendrá más activo y más entretenido. Además, te ayudará a hacer una transición suave  a modo de pretemporada. Acuérdate de él, compártelo y siente su bienestar. Felices vacaciones y feliz deporte estival.

miércoles, 25 de julio de 2018

“Inspiration Women”, el espejo de los sueños




La Federación Española de Baloncesto ha puesto en marcha, junto al Diario As, una magnífica iniciativa con motivo de la celebración del próximo mundial de baloncesto femenino que se disputa en España (Tenerife), del 22 al 30 de septiembre. Se trata de un ciclo de conferencias bajo el lema “Inspiration Women”, destinados a dar a conocer y compartir historias de éxito de mujeres de diferentes ámbitos de la sociedad, vertebrado con el hilo conductor de la mujer en el deporte. Su misión es la de ser un espejo, una fuente de inspiración que consiga enganchar a los jóvenes hacia el desarrollo de carreras exitosas, hacia la persecución de sus sueños en la vida. También la de atraer y promover, en este caso, la atención de los aficionados hacia el baloncesto, reclamando más apoyo y seguimiento, más interacción, fomento y práctica de este deporte.

Se trata de dar visibilidad y empujar el papel de la mujer en la sociedad, de poner en valor sus capacidades, y de enseñar mediante ejemplos enriquecedores, cercanos, reales. En un mundo idealmente igualitario y sin discriminación, esto no sería necesario, pues hombres y mujeres tendrían las mismas oportunidades y derechos, y serían valorados por criterios objetivos sin sesgos. Pero dado que el peso de la historia nos hace partir de una situación anómala, iniciativas como esta se tornan más necesarias que nunca, y se agradecen como viento fresco que renueva la ilusión por construir una sociedad paritaria en el futuro. Aún queda mucho por recorrer, pero lo importante es ponerse en marcha, y acciones como ésta nos recuerdan que estamos avanzando.



En mayo, las protagonistas del primer evento fueron Anna Montañana (ex jugadora internacional de baloncesto y entrenadora ayudante del Montakit Fuenlabrada) e Inmaculada García (presidenta de Loterías y Apuestas del Estado). Ahora en julio, con el segundo hito, les ha tocado el turno a Alba Torrens (jugadora internacional de baloncesto y de la selección española femenina) y a Nathalie Picquot (directora general de Twitter España). En septiembre, previo a la celebración del mundial, tendrá lugar el tercer ciclo de estas conferencias.

Resulta muy agradable la naturalidad con la que estas mujeres hablan de sus vidas, de su lucha por conseguir sus sueños. El denominador común de todas, este “Sueño Compartido”, se convierte precisamente en el lema de la campaña que está impulsando el mundial femenino en nuestro país durante estos meses. En estas charlas se aprecia que nada es fácil, para nadie, pero que el camino hacia la felicidad, el desarrollo personal, profesional y la consecución de las metas en la vida se hace más factible si uno cree en sí mismo, si tiene la determinación de conseguir lo que quiere. Estas mujeres lo hicieron, y lo siguen haciendo hoy en día. Su ejemplo de constancia, esfuerzo y sacrificio nos trae los resultados que proyectan en sus discursos: mujeres seguras, felices, plenas. Mujeres que han sabido crear las oportunidades en sus vidas mediante entrenamiento diario de los valores más necesarios. Mujeres que hacen avanzar el mundo con su empuje, su inspiración y con las ganas de contagiar su energía. Mujeres agradecidas que se sienten orgullosas de mirar hacia atrás y poder hablar de sus excepcionales resultados o experiencias, pero a la vez exigentes y autocríticas cuando miran al futuro, persiguiendo mejorar más.



Las historias que han compartido estas mujeres deben hacer eco en todos los estratos sociales, pero tienen un efecto especialmente potente a la hora de conectar con los jóvenes. Ellos son el futuro, y es muy importante que aprendan a perseguir sus metas pensando que éstas son posibles si se comprometen, confían y perseveran. Las mujeres de “Inspiration Women” nos hablan de la importancia de descubrir lo que nos emociona, pues es lo que nos mueve a luchar por las metas en la vida. Conjugan humildad y compromiso para superar los retos, y entienden orgullosas que rodearse de un equipo con el que perseguir sueños compartidos engrandece la tarea. También nos hablan de ser inconformistas, no rendirse nunca y luchar ante la adversidad. De desarrollar una fuerte resiliencia, de forjar un carácter que permita sobreponerse a las dificultades que se encuentran en el camino. Creer en uno mismo es lo más importante, dicen, como también lo es aceptar que, a pesar de todo, no siempre se consiguen los resultados esperados. En esa tarea, el deporte tiene la capacidad y a la vez la responsabilidad de enseñar a perder y a ganar, a disfrutar y a compartir, a competir y a explorar nuestros límites.

El deporte femenino en general, y el baloncesto en particular, tienen en este sentido mucho que contribuir al desarrollo de la mujer en España y en el mundo. Este próximo mundial debe marcar un hito, un antes y un después. Un trampolín que impulse el crecimiento de aficionados, licencias y práctica general de este deporte. La Federación Española de Baloncesto así lo percibe, y está llevando a cabo una excelente estrategia de difusión y expansión que va más allá de la cancha y se trasmite a través de su cultura, valores y principios. Para ello, está utilizando diferentes tipos de eventos, plataformas, competiciones y campañas, como ésta que nos ocupa, con las que impulsar la actividad femenina y su desarrollo en torno a la canasta. Un ejemplo fundamental para conseguir este objetivo a futuro es la retransmisión de los partidos de la Selección y de la liga femenina DIA a través de Twitter, que permitirá acercar la competición al aficionado con mejores herramientas, más información e interacción.

En definitiva, todo suma. Las iniciativas anteriores vienen a impulsar esta corriente en el marco del programa Universo Mujer, creado por el Consejo Superior de Deportes, en el que se pretende conseguir un cambio de paradigma, de actitud y de percepción de los españoles ante el papel de la mujer en la sociedad y en el deporte en nuestro país. Estamos ante un momento de transformación y cambio, de apostar realmente por una intensa promoción, de profundizar en la dimensión educativa, social y cultural de la mujer y el deporte, y de asimilar con naturalidad la igualdad en todos los ámbitos. Ello requiere de la implicación y participación activa de toda la sociedad, para la construcción de un modelo de convivencia inclusivo, más justo y sano. La mujer en el deporte, no sólo dentro del terreno de juego sino también fuera, desde la perspectiva de liderazgo, formación, responsabilidad social, desarrollo, planificación y promoción, es el vehículo ideal para visualizar este cambio con el impacto y la capilaridad necesarios. En la medida en que consigamos incorporar los valores del deporte al día a día de la sociedad, a nuestra educación y a nuestro modelo de convivencia,  los jóvenes estarán mejor preparados y más capacitados para conseguir sus sueños, y nuestra sociedad alcanzará mayores niveles de estabilidad, madurez y crecimiento.

“Innovation Women” es un excelente altavoz para concienciarnos de que queda mucho por hacer, pero también de que hay mujeres que son un excelente ejemplo para las generaciones venideras. Dar a conocer sus historias y sus emociones mediante este tipo de acciones, facilitando su papel de embajadoras para guiar a los jóvenes, es una potente herramienta que nos recuerda la responsabilidad de crear un mundo mejor cada día entre todos, y de progresar juntos. A través de la inspiración en mujeres de éxito, tenemos la extraordinaria ocasión de recorrer un camino más natural y sostenible que nos debe llevar más lejos, a seguir luchando por nuestros sueños. Gracias a la Federación Española de Baloncesto por crear esta oportunidad y compartirla.

jueves, 19 de julio de 2018

Rusia 2018, un mundial en la retina

Junio 2018, el mundial de fútbol. Ese evento mágico y único que nos visita cada cuatro años. Que nos mantiene en sesiones maratonianas viendo fútbol, analizando los grupos, las posibilidades, los enfrentamientos dispares entre culturas diferentes, o entre clásicos históricos, con jugadores tan diversos. Equipos y aficiones llenos de ilusión, países enteros que se paralizan por ver sus colores y seguir a su selección. O a cualquier selección, el caso es empaparse de mundial, exprimir el delicioso mes intensivo que nos trae esta competición y seguir el día a día como si no hubiese nada más importante. Participar es una fiesta para algunos, para otros ganar es la obligación. Para los amantes del fútbol, seguirlo es una tradición de la que no es posible prescindir.

El mundial consigue marcar el tempo del planeta durante el mes que dura. Todos somos un poquito más felices mientras hay mundial, no nos vamos a engañar. Nos emociona, nos hace vibrar, nos hace sonreír y soñar, nos ayuda a conocer más el mundo, su cultura, tradiciones, su geografía. El mundial está para no hacer planes más allá de los partidos, para quedarse en casa amortizando el sofá, para compartirlo en las plazas y en los bares. En año de mundial la natalidad crece, el turismo mejora y aunque algunas parejas lo encuentren incomprensible, el mundo se da una tregua amistosa que hace más amable y llevadero el día a día de esta sociedad.

Durante el pasado mes hemos presenciado en Rusia 2018 un mundial sorprendente, entretenido, diferente. Con muchos goles, con muchas jugadas decisivas en los últimos minutos, con acciones determinantes que han cambiado partidos en los instantes más emocionantes. Con el VAR como protagonista novedoso, una ayuda que ha venido para quedarse, más ecuánime, aunque a veces dilate en suspense la alegría incontenible que provoca un gol. Con eliminaciones tempranas e inesperadas de selecciones favoritas como Alemania, Argentina, España o  incluso Italia, que ni siquiera clasificó para Rusia. Con sorpresas y equipos rindiendo por encima de lo esperado (Croacia, Inglaterra, Suecia).

Ha sido un mundial de bloques, de equipos más que de estrellas individuales: Messi, Cristiano y Neymar se fueron pronto para casa. Su aportación aislada no fue suficiente para conseguir llevar a sus selecciones más lejos, lo que demuestra que el fútbol sobre el césped es hoy más colectivo que nunca, a pesar de que el marketing y los contratos digan lo contrario. Los jugadores pueden ganar partidos pero los equipos ganan campeonatos. Así lo hemos visto en los bloques sólidos y comprometidos basados en la fuerza del conjunto, que han llegado hasta las últimas rondas: Francia, el campeón merecido por solidez, táctica seria y disciplinada, solidaria, práctica y eficaz; Croacia, una selección sacrificada, equilibrada y más motivada que las demás; Bélgica, probablemente el equipo que mejor fútbol ha desplegado, que más ha brillado gracias al talento joven y combinativo de sus jugadores, a la asociación grupal de toque alrededor del balón.

Se agradece la frescura que aporta el mundial a la hora de ver un juego diferente. Las selecciones juegan de otra manera distinta a los clubes; la competición especial anima a ello. Un fútbol desde otro paradigma, más comprimido, más definitivo, más imprevisible. Un fútbol donde el dominio de los equipos europeos está más patente que nunca sobre el campo (con cuatro semifinalistas de este continente); además, los últimos cuatro mundiales los han ganado combinados del viejo continente: Italia, España, Alemania, Francia.



Asimismo, a nivel del escaparate individual que supone el mundial para la mayoría de jugadores, en este hemos asistido a un fenomenal desfile de candidatos: descubrimos futbolistas magníficos que no sabíamos ni en qué equipo o liga jugaban, que se revalorizan, y el mercado de fichajes se anima. La caza de jugadores tras un mundial se vuelve normalmente muy entretenida, y ojalá siga esa tendencia este verano, aunque la inflación desproporcionada del mercado por las grandes estrellas en los últimos años ha provocado un salto insalvable para la economía de la mayoría de clubes del mundo, lo que mengua la actividad.

Hemos podido disfrutar de un mundial retransmitido por televisión en abierto al 100%, al menos en España, cosa cada vez más extraña de ver, lo cual aseguraba fútbol casi a todas horas. Hemos contemplado cómo el seguimiento y las interacciones con el evento a través de todos los canales que las redes sociales permiten hoy por hoy se multiplicaban exponencialmente durante este fantástico mes. Hemos asistido una vez más a un desplazamiento masivo de aficionados, pieza capital que da sentido a un mundial. Espectadores que dan color y calor a las gradas, a los estadios y a las ciudades, que cantan sus himnos con pasión y que reclaman al mundo un trocito de protagonismo a propósito del fútbol. Personas que esperan este evento durante años, ahorrando para hacer el viaje de sus vidas y cruzar medio planeta para vivir el fútbol en directo.



En la retina queda un mundial que ha cumplido expectativas organizativas, sociales y económicas. También a nivel deportivo para unos cuantos, aunque no para nuestra querida España, cuya tormenta inicial dentro del equipo se ha tornado insalvable finalmente. Un episodio del que aprender a futuro, y del que ya pasamos página mirando al horizonte con optimismo y confianza en la continuidad de un estilo y una forma de entender el fútbol, aquel que nos llevó muy lejos, y que nos debe seguir manteniendo en la élite competitiva mundial del fútbol.

De Rusia 2018 queda también un poso de juego limpio, donde el número de tarjetas y expulsiones registradas ha sido el menor de la historia reciente. Tampoco ha habido especiales encontronazos, tánganas o acciones violentas sobre el césped; comportamiento que es de agradecer por el buen ejemplo que supone (otra consecuencia positiva que también es gracias al VAR). Aficiones más respetuosas con los himnos, estadios más modernos y muy tecnológicos que han permitido vivir el fútbol con la mejor calidad desde todos los ángulos y perspectivas hacia todos los rincones del planeta.



Ha sido un mundial muy positivo en todos los sentidos, un evento muy disfrutado para todos. Sobre el campo y fuera de él, el reto es seguir haciendo evolucionar este extraordinario evento, pero manteniendo su excelente nivel como producto de entretenimiento. Lógicamente, debe buscar el seguir creciendo en expectación, seguimiento y valor, pero sin desvirtuar el formato, la emoción que genera, la igualdad y lo impredecible de sus resultados, las condiciones para que los futbolistas rindan al máximo nivel y den el mejor espectáculo, y sobre todo la pasión de un evento por el que el planeta fútbol siente devoción. Con estas premisas, el mundial viajará en el tiempo dentro de cuatro años, en 2022, hasta Qatar, donde habrá cambios importantes: respecto al calendario (se jugará en el otoño del hemisferio norte), y respecto al número de selecciones, cuyo aumento está aún por ratificar. Confiemos en que FIFA no patine y permita mantener la esencia que hace grande, único y diferente al mundial: la pasión por el buen fútbol, la emoción de grandes partidos y el formato más atractivo posible para el espectador.

jueves, 12 de julio de 2018

Cristiano Ronaldo, la leyenda contra el tiempo

No habrá otro como Cristiano Ronaldo, será insustituible. Goleador voraz, competitivo al máximo, líder indiscutible, ganador nato, creyente en sus posibilidades por encima de todo. Atleta hecho a sí mismo a base de trabajo incansable, de nunca rendirse, con una mentalidad de acero y una resiliencia imbatible. Futbolista total, probablemente el más completo de la historia, motivador estandarte e icono del balompié mundial, capitán de su país, deportista de estadísticas inconmensurables, a base de una carrera de récords.
Con un físico portentoso, un ego superlativo y una mente empeñada en ser el número siempre, contra viento y marea, contra las circunstancias, contra el mundo, contra sí mismo y contra el tiempo. Estuvo en el momento preciso y en lugar correspondiente para marcar un antes y un después en el fútbol. En la época más excelsa de este deporte, en el club más grande donde podía crecer. Ha sido todo lo grande que ha querido, ha elevado al Real Madrid todo lo que ha podido.
Cristiano y el Madrid se han realimentado mutuamente en una relación simbiótica que durante la última década ha cosechado unos frutos gloriosos a nivel de títulos deportivos, prestigio mundial, impacto económico y mediático. También ha cosechado recelos y odios, no nos engañemos, pues la ambición sin límite por ganar y ser el mejor, la autoexigencia sin sensibilidad, despide emociones de falta de humildad y prepotencia.
Gracias a Cristiano, entre otros, el Real Madrid ha conseguido no sólo equilibrar el pulso que venía perdiendo con el Barcelona antes de la llegada del portugués, sino que ha conseguido doblegar a su rival en la hegemonía europea y mundial, sobre todo en el último lustro. Y ello a pesar de coexistir con Leo Messi (honestamente, el mejor futbolista de la historia con el balón en los pies), lo cual ha hecho mucho más grande y espectacular la batalla del fútbol en nuestra liga, y mucho más meritorio los impresionantes números de Ronaldo con el Madrid: 450 goles en 438 partidos, 16 títulos (4 Champions entre ellos), 4 balones de oro, 3 botas de oro… pero sobre todo su espíritu de superación, capacidad de creer en sí mismo, en la victoria, en ser cada día más grande. Quizá el mejor resumen de todo ello se plasme en el gol de chilena que le marcó precisamente a la Juve esta temporada: “Cum laude”, excelso colofón a todo lo que ha sido Cristiano Ronaldo en el Real Madrid.



Puede que no haya caído bien como persona, incluso dentro del Bernabéu, pero su aportación al equipo en el campo y fuera de él están fuera de toda duda. Cristiano nos deja un legado espectacular de fútbol y goles, de todas las formas imaginables, en todos los escenarios, en todas las competiciones. El éxtasis ha acompañado cada uno de sus goles, machacando las redes contrarias como un martillo pilón. Ha sido el ancla del barco y el faro que ha guiado al Real Madrid en la tempestad, en los momentos cruciales y determinantes, cuando había que dar un paso al frente.



El Madrid ha volado a lomos de Cristiano, y éste ha recibido con creces los honores y la gloria de vuelta. Cristiano ha estado a la altura del reto, ha superado las expectativas con las que se le fichó. Ha sabido tirar del carro, encumbrar su talento, y asumir la responsabilidad del 7 del Madrid, una tarea complicadísima por el enorme peso que lleva su historia, ya que habla por sí sólo con letras de oro: Kopa, Amancio, Juanito, Butragueño, Raúl, Cristiano. Ronaldo ha conseguido unir al madridismo, encabezar la lucha por la defensa de su escudo en España, en Europa, en el mundo. Todos estos años, ha sido el abanderado de la victoria permanente, el icono de un sentimiento, la fortaleza de los más grandes.

A Cristiano le honra su dedicación como profesional entregado, y su valentía como jugador. Incansable en su preparación y entrenamiento, jamás se escondió en el campo, nunca rehuyó una disputa por el balón, un esfuerzo extra por llegar más lejos y ayudar al equipo. El talento a la par que la nobleza, valores que ha asumido mejor con el paso de los años en el seno del Real Madrid. También a la hora de evolucionar como futbolista, de entender y explotar de manera más eficiente sus virtudes, de adaptarse a lo que el tiempo y el fútbol le han ido obligando. Ha sabido mantener la templanza casi siempre, ha sido un jugador respetuoso con sus compañeros, rivales y con su profesión, consciente de los galones y del ejemplo que representaba para el madridismo y para el fútbol, en especial para los niños. Fuera del campo, además, le honra su generosidad y humildad a la hora de acercarse socialmente a los más desfavorecidos, acciones desinteresadas, donaciones y actos benéficos.



Cristiano nunca tuvo techo en el Real Madrid, más allá del tiempo. Su hambre por mejorar, su capacidad de superarse, su afán de victoria, son los genes compartidos con este club que le han permitido crecer sin límites. La mejor semilla para la mejor tierra. Si la naturaleza le permitiese jugar al mismo nivel físico hasta los 50 años, lo habría podido hacer sin duda en el Madrid, donde siempre hay cabida para alguien que quiere ganar, ganar y volver a ganar,  sin cortapisas. Pero Cronos, dios del tiempo, no perdona a nadie por muy Cristiano que sea.

¿Más dinero? ¿Problemas fiscales en España? ¿Búsqueda de su sucesor en el Madrid? ¿Mala relación con el presidente, y poco cariño de la afición? ¿Jugador camino de los 34 años? ¿Nuevos retos en otro equipo? Son argumentos dudosos que sobrevuelan la marcha del astro portugués a la Juventus de Turín. Seguro que hay un poco de todos y nada de alguno. Se antoja complicado entender, por ejemplo, cómo uno de los mejores futbolistas del mundo (que pretende seguir siéndolo), jugando en el mejor club y la mejor Liga del planeta, posicionado en el mayor escaparate mundial, decide salir hacia un torneo de menor nivel y competitividad, menor impacto mediático, más dura y más aburrida… ¿buscando qué retos?

Lo cierto es que Cristiano Ronaldo ha dejado un gran vacío en el Real Madrid, en LaLiga y en el fútbol español. Su marcha, incomprendida y dolorosa para muchos, celebrada por otros, es la consecuencia natural de tantos años en la élite. Del paso del tiempo, del desgaste. Nadie es eterno y Cristiano Ronaldo tampoco. Pierden todos, pero es necesario, inevitable, porque todo pasa en la vida, y en el deporte aun más rápido. Hay que aceptarlo, tarde o temprano iba a ocurrir. Más vale una despedida en lo más alto, amable y cordial, que no un adiós empañado y crispado por las horas bajas, desgarrado por el empeño de estirar lo que es imposible.

Nadie duda de que esta misma situación no se hubiera dado si Cristiano tuviera 4 años menos, es evidente. Quizá simplemente suponga una transición honrosa hacia su jubilación, para dejar inmaculada su imagen futbolística en el Real Madrid. Una retirada a tiempo puede ser una victoria para ambos. El tiempo da y quita razones, y nos dirá retrospectivamente si éste era el mejor momento para que el Real Madrid y Ronaldo separasen sus caminos, si debió ser después. También si debió ser más cálido por ambas partes, puesto que el poso que deja en los aficionados es que la ruptura de este amor futbolístico no ha estado a la altura del idilio histórico que han compartido club y jugador. Demasiado discreto y silencioso para una leyenda.



En cualquier caso, toda la grandeza de Cristiano Ronaldo debe ser entendida en el contexto del Real Madrid. En su historia, en su mentalidad, en su ADN ganador. Y es oportuno recordar que ningún jugador debe estar nunca por encima de este club, ni siquiera la leyenda y el mejor jugador de su historia. Agradecimiento y orgullo acompañarán siempre la fabulosa aportación de Ronaldo al equipo de Chamartín: el jugador al servicio del club y no al revés. Durante los últimos nueve años,  Cristiano ha sido parte esencial en la “historia que tú hiciste” del Real Madrid, que ya es pasado. Pero hoy ya ha dejado de ser parte de la “historia por hacer” de este club, de su futuro. Tan grande es la leyenda de lo que fue como todo lo que queda por venir.

La vida sigue y el fútbol también. Queda mucha pasión por disfrutar, muchas emociones que llenar. Después de una de las épocas más gloriosas de su historia, tras la marcha de Zidane y de Cristiano, al Real Madrid le toca reinventarse de nuevo para seguir ganando, y apoyarse en sus valores para superar el duelo, el vacío y la sombra de un futbolista que será irrepetible. A Cristiano, la leyenda, en su afán de exprimir una carrera memorable que se va acercando al ocaso, le toca seguir luchando contra el tiempo. Suerte a ambos.

martes, 29 de mayo de 2018

Historia que tú hiciste, historia por hacer

El Real Madrid eleva la marca España, LaLiga y su fútbol de nuevo hasta cotas insospechadas. También el baloncesto español y la ACB. Doblete europeo en una misma temporada, gesta única en la historia de cualquier club deportivo profesional. El dominador de la máxima competición continental suma ya 13 títulos en fútbol y 10 en baloncesto, que le consolidan como el rival a batir cada año. Pocos ejemplos concretos existen, además del deporte, en el que España tenga un prestigio y una dominancia tan abrumadora. El mundo entero identifica, respeta y reconoce la marca Real Madrid como el emblema deportivo español por excelencia, asociado a liderazgo, competitividad y superación.

El club blanco ha vivido desde siempre un idilio simbiótico con la Copa de Europa. Hay una especie de atracción que nadie se explica pero que todo el mundo percibe, una fuerza especial que le vincula con esta competición, con la respuesta en los momentos más decisivos, con hacerse grande cuando los rivales le exigen ir un paso más allá. Llámese ADN, instinto, gen o impronta, pero existe algo muy hondo en la naturaleza de este club y de los que se identifican con él que permanece latente siempre, hacia la victoria, hacia el éxito. Aun no jugando mejor que el rival, aun en situaciones de inferioridad técnica, táctica o anímica, el Real Madrid tiene ese plus adicional que sabe utilizar en los momentos clave. ”De repente, percibes que el Real Madrid te va a ganar. No sabes cómo lo ha hecho o de dónde lo ha sacado, pero sientes que te dice: aquí estoy yo y voy a derrotarte. Y acaba haciéndolo”. Es un mensaje que muchos jugadores, técnicos, expertos deportivos y aficionados han expresado, sentido o reconocido en muchas ocasiones.



Esto sólo se entiende porque en definitiva el Real Madrid es un club que está concebido para ganar, para saber competir pase lo que pase, y ese factor en el deporte es algo diferencial. Cuando el Madrid está enchufado, concentrado al 100% (cosa que últimamente suele pasar principalmente en Europa), es muy difícil de batir. Lo es porque mentalmente el equipo construye y visualiza la victoria desde mucho antes de saltar al campo, a la pista. Se sabe con la confianza y los recursos del que juega seguro de sí mismo, de que su momento va a llegar y que sólo es cuestión de saber madurar los partidos y aprovecharlo. Se siente en su territorio, pues la Copa de Europa es su casa, el hábitat donde desarrolla su pleno potencial. Ese dominio emocional es lo que le da el éxito, porque el Real siempre cree hasta el final, y más allá. Por eso nunca baja los brazos, por eso no acepta lo inevitable, por eso tiene esa capacidad de aguantar, renacer y conseguir lo imposible. Mira más allá de sus propios límites, no se fija un techo, y siempre quiere más. La voracidad por el triunfo es insaciable en el Real Madrid: no hay más que observar cómo, una vez ganado un título, ya se piensa en el siguiente. Pura exigencia y convicción mental.

El club ha ido alternando temporalmente rachas de sequía con épocas de dominio apabullante en la competición europea. Ha sabido pasar por grandes desiertos y oscuras llanuras deportivas, pero también reencontrarse con su mejor versión y la reivindicación de su competición. El Madrid siempre acaba volviendo, antes o después, a la senda de la victoria en Europa. Los altibajos son parte del ciclo necesario para alimentar y construir los triunfos venideros, y sobre todo para otorgar el enorme valor y reconocimiento que merecen los títulos y las épocas de dominio absoluto, como la que está viviendo actualmente. También para reconocer con la humildad necesaria que esto es algo extraordinario, inusual, y que se tardará mucho tiempo en volver a ver. Valorar el éxito deportivo sin la perspectiva de la historia o del tiempo requiere de un ejercicio de madurez y análisis verdaderamente crítico que la mayoría no es capaz de asimilar sin pellizcarse.

Estos años de bonanza madridista en Europa producen sin duda un efecto de admiración y envidia a la par. Trae reconocimiento por lo complicado de las gestas, pero también provoca el recelo de los rivales, a los que mina en su confianza, pues la racha actual es sin duda una de esas que dejan huella en la historia, de las que sorprenden porque hacen trizas los registros anteriores. El Real Madrid lleva unos años batiéndose a sí mismo, pulverizando sus propios récords y siendo el primero en ir conquistando cotas a las que nadie hasta ahora había llegado. Es tal su afán de superación, que sus metas trascienden lo temporal. Da la sensación de que hace tiempo que dejó de competir con los demás equipos europeos, y que su espíritu le empuja a superar su propia historia, a hacerse más grande que sus antepasados en el club, a estirar los límites de lo imaginable. En una competición cada vez más pareja e igualada, en un deporte de élite cada vez más exigente que se decide por pequeños detalles, mucho más complejo y profesionalizado que antiguamente, la gesta actual del equipo de fútbol, ganando tres Champions League consecutivas, y cuatro en cinco años, parece aún más valiosa si cabe, antológica. También la de baloncesto, llegando a cinco Final Four en los últimos seis años, de las cuales ha ganado dos.

Gran parte del mérito de estos años lo tienen los enormes entrenadores del Real Madrid, Zidane y Laso. Es un modelo de entrenador que le funciona al Madrid: ex-jugadores, integrados con los valores y la exigencia del club desde muy adentro. Ambos humildes, conocedores de sus limitaciones y capaces de asumir errores, aceptar las críticas a su trabajo parta conseguir mejorar, y defensores de sus jugadores como principal activo y aval de triunfo. Ambos conocen el juego lo suficiente como para engrasar sus equipos hacia la victoria. Y ambos son excelentes gestores de vestuario, de plantillas de élite y jugadores legendarios: la confianza que depositan en su grupo es clave. Capaces de mantener el rumbo y el equilibrio en los momentos complicados, apelando a un discurso natural, práctico y cercano, a conseguir crear en los jugadores un sentimiento de compromiso, solidaridad y hambre de victoria continua. Laso y Zidane hablan el mismo lenguaje que sus jugadores, y su éxito está en saber transmitir la mentalidad ganadora del Real Madrid y mantener competitiva su plantilla mentalmente. A pesar de contar con varios de los mejores jugadores del mundo que lo han ganado todo, son capaces de despertar en ellos la motivación necesaria para ganar año tras año, para ser mejores que los demás, para superar sus propios números, para engrandecer la historia misma de un club de leyenda.

El Real Madrid no se cansa nunca de la victoria porque es capaz de realimentar sus propios éxitos, y su gen ganador viaja en el tiempo: los triunfos de hoy son sus visiones ayer, y las gestas de antaño son la motivación para los títulos de mañana. Sólo así se explica el rendimiento de este club, su capacidad de conquistar lo impensable, su afán de superación más allá de sí mismo. Porque nadie resiste sus ganas de vencer. Sólo así se entiende que la historia que tú hiciste, es la historia por hacer.

martes, 8 de mayo de 2018

Tributo al fútbol honrado: despedida de Iniesta y Torres

Se despiden de La Liga, del fútbol español esta temporada. Andrés Iniesta y Fernando Torres cambiarán de rumbo en apenas un par de meses. A sus 34 años, y mirando en el horizonte el ocaso de sus carreras futbolísticas, han decidido despedirse honrosamente del fútbol de élite y de los clubes de sus vidas en España, como ya pocas veces ocurre.
Estamos ante un momento de aceptación, pues el tiempo es inexorable para todos. Pero también de alegría, de aplauso y de respeto. Hacia dos enormes jugadores que en los últimos 15 años han marcado de manera muy importante el salto de calidad del fútbol español, la modernización del fútbol europeo, y la puesta en valor nuestra Liga. Pocos jugadores hay en el panorama actual que despierten tanto respeto y gratitud por sus carreras, por su fidelidad a sus valores y a los de sus clubes, pero sobre todo la honradez hacia sí mismos y hacia el fútbol, ése que les ha dado tanto, ese que les debe agradecer tanto.
Iniesta ha sido probablemente el mejor jugador español de la historia del fútbol; a nivel técnico, con el balón en los pies, nadie ha conseguido dominar como él los registros del toque, el pase y el espacio, la verticalidad, el tempo, las asistencias. Es la elegancia de un fútbol suave y sin asperezas, práctico, sencillo, de asociación y movimiento con un único objetivo: respetar el balón. Ese balón que protege como nadie, tan difícil quitárselo. Ese balón que domina con enorme inteligencia táctica en el campo, tanto con él como sin él. Iniesta ha visualizado las jugadas antes que los rivales, yendo un paso por delante en la ocupación de los espacios y en la ejecución de los movimientos, suyos y de sus compañeros. Eso le ha permitido gobernar el ritmo de juego, frenar o acelerar los partidos según lo que el equipo necesitaba, leyendo entre líneas lo que muy pocos consiguen descifrar. El manchego ha sido el creador de fútbol y magia, inventor de jugadas inverosímiles y sorprendentes, pero no de cara a la galería, sino efectivas y con sentido, para hacer más grande a su amigo el balón, para honrar a su padre fútbol. Ha sido el guardián del buen gusto en el campo, el defensor de un estilo y de unos valores gracias a los cuales ha crecido como pocos. Iniesta fue generoso con el fútbol y éste le devolvió todo lo que tenía, salvo el Balón de Oro 2010, que toda España siente como suyo tras el Mundial de Sudáfrica, y que nos queda como cuenta pendiente con el planeta fútbol.
Fernando Torres por su parte, ha sido uno de los grandes delanteros españoles de la historia, y se ha labrado el respeto de toda Europa, allí donde ha jugado. Un jugador rápido y vertical, sigiloso en su desmarque y generoso en su esfuerzo. Un futbolista diferente que explotaba el espacio y la espalda de la defensa, jugando a la contra con una enorme velocidad y una potencia envidiable. Ha sido un delantero que ha sabido transformarse según avanzaba su carrera, aprovechando y adaptando sus cualidades en cada momento. Un jugador que hace muy fácil la transición a sus compañeros, que enlaza, se ofrece y no se esconde. Un delantero con el que muchos han querido jugar al lado, porque cerca de él podían brillar más. “El niño”, como se le apodó,  ha sido un delantero nada egoísta, que ha sabido gestionar muy bien su relación con el gol, tanto en las rachas buenas como en las menos buenas, y que siempre ha cumplido en el campo, acudiendo fiel a su cita con el trabajo, con la presión, con el esfuerzo, con el desmarque y con el gol. Goles que ha marcado en grandes cantidades, de todas las formas, asombrando a Europa. Y con la defensa de sus colores, de sus valores, con la reivindicación de sí mismo en el campo. El saber estar dentro y fuera del terreno de juego de Fernando Torres es de una grandeza admirable, y el reconocimiento de la afición por ello es más que merecido.
Mención aparte para la época dorada que, entrelazados y juntos, han construido Iniesta y Torres junto al resto de su generación en la selección españolaNos dejan arriba, muy arriba. Nos han llevado a salir de una dinámica derrotista y perdedora, a conseguir en la última década las cotas más altas de la historia del fútbol español. Nos han llevado a creer en nuestra cantera, a pensar de una vez por todas que somos grandes en este deporte, y que sabemos jugar al fútbol como los mejores. Nos han recordado que la cabeza lo es casi todo, y que la mentalidad ganadora también es parte de España y de nuestro deporte, aunque hubiera estado aletargada tiempo atrás. Torres marcó en las inolvidables finales de la Eurocopa 2008 de Austria y Suiza (el gol de la victoria ante Alemania) y de la Eurocopa 2012 de Ucrania y Polonia (el tercer gol de los cuatro que España le endosó a Italia). Iniesta por su parte, hizo el gol memorable para la historia que nos coronó en la prórroga ante Holanda como campeones del Mundial 2010 de Sudáfrica. Con ellos hemos vivido el éxtasis de un fútbol exquisito y ganador, de una generación que ha llevado a España a ser el ejemplo mundial de lo que es jugar al fútbol: dominar, deleitar, dar espectáculo, marcar y ganar. Pero también de lo que es un conjunto de jóvenes jugadores ejemplares y unidos, una generación de futbolistas en la que la mayoría son o han sido tan talentosos como respetuosos, discretos y agradecidos. Jugadores como Iniesta y Torres, humildes, que saben de dónde vienen y la suerte que han tenido de poder vivir años históricos de plenitud futbolística con España, con sus clubes, en sus carreras inolvidables, en su vida. Jugadores que son inspiración para nuestra sociedad, personas que nos han hecho mejores a todos.
Más allá del palmarés y la cantidad de títulos que estas dos leyendas acumulan a lo largo de sus carreras, está su aportación tanto en el terreno de juego, como fuera de él. Capitanes merecidos en sus equipos, galones de quien hace honor a un brazalete con historia, que han sabido llevar en sus clubes y en la selección nacional. Su ejemplo, sus valores, su compromiso con el trabajo bien hecho, su dedicación y mejora continua, su ambición sana por ser mejores. Acorde con la personalidad de ambos, huyendo de la polémica y de la confrontación envenenada, respetando siempre la competición y a los rivales, tendiendo una mano por el juego limpio, la concordia y la competitividad dentro de los límites morales del deporte.
Ambos son una fuente de inspiración extraordinaria para la juventud que ha crecido con ellos, un espejo valioso en el que mirarse y del que aprender, ante un mundo cada vez más crispado y hostil, que intenta a veces envenenar el deporte a través de una excesiva tensión y violencia. En este escenario, Iniesta y Torres, dos chavales discretos y educados, han sabido labrarse sendas carreras de élite sin perder los pies del suelo, construyendo con su trabajo y talento, y demostrando con sus valores, que en el fútbol sigue habiendo espacio para los románticos, para enamorarse de unos colores y de un espectáculo, para construir carreras ejemplares y diferentes, para honrar y respetar un deporte precioso y una competición maravillosa, para ser fiel a uno mismo y disfrutar de una vida de pasión, balón y gol. Una vida de deporte y respeto, de tolerancia y fútbol.
Hemos de dar las gracias de todo corazón a estos dos fenómenos españoles del fútbol mundial, Andrés Iniesta y Fernando Torres. Sus homenajes son más que merecidos, por el legado que dejan y el espíritu deportivo que han sabido mantener. Mucha suerte a ambos en sus nuevas etapas.
Y quizás, sólo quizás, podamos pensar en un último gran sueño este verano en Rusia para despedir a Iniesta en activo de la selección: otro título Mundial y otro gol en la final. ¿Queremos soñar con ello? YO SI.

jueves, 19 de abril de 2018

Joaquin & Setién, el Betis y la primavera del fútbol

Huele a feria de abril y a primavera, en Sevilla y en España entera. En el Betis, sin embargo, lleva oliendo a éxito desde principio de temporada. El Betis lleva todo el año viviendo en primavera futbolística, a pesar del frío o la lluvia, porque el año del equipo verdiblanco está siendo una continua cosecha de frutos jugosos y objetivos muy bien trabajados a lo largo del año. A un mes del final de competición, le queda rematarlo con la guinda, pero tiene las hechuras y el recorrido planificado para poder conseguirlo: entrar de nuevo en Europa.
Una parte de este fruto se debe a una directiva renovada, con experiencia y con rumbo claro, implicada y que hace partícipe a todos sus estamentos desde la apelación al sentimiento deportivo común. Cuyo proyecto de club está muy bien trazado, y cuya ejecución en su gestión deportiva, social y económica está siendo muy acertada, meditada y con perspectiva. Bravo por su paciencia. Aterrizando al siguiente nivel, gran parte del mérito se lo lleva Quique Setién, el entrenador tranquilo, paciente y consciente del entorno en que se desenvuelve, que de fútbol sabe muchísimo, y además le están dejando hacer. Habla poco, claro y directo fuera del campo, pero dentro de él transmite, motiva, enseña y conecta con su plantilla como pocos lo saben hacer, hasta sacar el máximo rendimiento físico, táctico y emocional de su joven plantilla.
Joven plantilla de chavales comprometidos que hacen piña, solidarios y con ganas de aprender, un grupo de futbolistas competitivo y en formación con mucha progresión por delante. Y donde emerge como ninguna la gran figura del capitán Joaquín, el eslabón donde empieza y termina el proyecto del euro-Betis, la piedra estratégica donde todo conecta y converge en este club. A sus 36 años, está viviendo una plenitud dorada en sus últimas temporadas como futbolista. Es el fiel reflejo del que es y está feliz con lo que hace, donde lo hace, cómo lo hace y con quién. Es la imagen de un jugador de leyenda que ha sabido entender su carrera y su transición, su sitio y su tradición. Es aquel jugador que sabe bien de dónde viene y donde debe terminar, todo lo que le han dado y lo que le queda por aportar.
Joaquín es la viva imagen de la felicidad del día a día, de la alegría hecha fútbol, de la gratitud por el esfuerzo, el trabajo bien hecho y la recompensa merecida. Joaquín ejerce de todo en el Betis; desde consejero y accionista, hasta jugador; desde padre, amigo y hermano en el vestuario hasta de conductor; de utillero, compañero o de psicólogo, así como de entrenador. Es la prolongación del míster en el campo, de los compañeros en los momentos difíciles o de duda, y también de euforia claro está, y del espíritu que marca el rumbo claro de una pasión, la del Betis por su equipo y su afición.
Joaquín estaba llamado a ser un referente del fútbol español, y lo fue a ráfagas durante algunos años. Las circunstancias no le llevaron a ningún club “top” de Europa, pero ello le ha permitido quizás ser aun más grande, y llevar toda su calidad, su arte y su genialidad a distintos rincones del planeta fútbol, y en todos ellos ha dejado impronta, ha hecho más grande el equipo, y sobre todo ha dejado un recuerdo imborrable por actitud, compromiso, ejemplo y pasión hacia su profesión. Joaquín es un artista entregado a su causa, un profesional que entiende el fútbol igual que la vida: lleno de alegría, vitalidad, optimismo, esfuerzo y belleza. El fútbol fluye por sus venas con la misma facilidad con la que le sale la guasa y los chistes, con la misma naturalidad con la que pone siempre buena cara, se supera y trabaja para conseguir sus objetivos.
Ver a Joaquín siempre, pero en especial este año, es ver el goce por una profesión, un deporte, y un equipo; por sus colores, su gente y por su club. Es un personaje genuino de nuestra sociedad que nos hace mucho bien, nos recuerda que la felicidad está en el día a día y que el fútbol puede contribuir a ello con mucha fuerza. Joaquín es un tipo honesto, que respeta la competición, la historia, los rivales y el juego limpio. A su edad le queda poco que demostrar, y sin embargo sigue siendo un ejemplo que sorprende y enamora, que hace agradable cualquier aparición suya dentro y fuera del campo. Se hace tan amable que toda España sonríe al verle, y la mayoría se alegra por su buen hacer y la fenomenal temporada de su Betis (salvo los sevillistas, por lógica y natural  rivalidad futbolística).
El Betis y Joaquín viven un momento dulce que ha llegado tras años de zozobra y sufrimiento en el club, y tras mucho trabajo para sacar adelante un extraordinario proyecto, que está brotando actualmente de una manera fresca y natural. Así surgen siempre las mejores cosas en la vida, y el fútbol no es una excepción. La constancia en el trabajo bien hecho, la dedicación con cariño a unos colores y a un sentimiento, el apoyo incondicional de una afición que nunca le abandona, es lo que da fuerza y está llevando al Betis en volandas. Esta temporada partía con el objetivo de mantenerse en primera, de no sufrir, y está terminando mirando de frente a Europa, siendo uno de los rivales más peligrosos de esta liga y jugando un fútbol vistoso, equilibrado y práctico, que nos ha regalado extraordinarios partidos, goles y espectáculo de manera sostenida.
Uno se siente alegre y contagiado del fútbol del Betis, de su gente, de sus colores, de su proyecto y su manera de entender la competición. Se siente cercano a un equipo que desprende simpatía, profesionalidad y desparpajo a partes iguales, valor y fe en sus posibilidades. Uno se siente agradecido de tener en LaLiga un club con tanto arte y solera, que después de muchos años oscuros de farándula directiva y deportiva, ha sabido cuajar un proyecto a la altura de esta entidad. Un equipo construido y dirigido por el visionario Setién,  artesano discreto del fútbol sencillo, efectivo y gustoso, al que hay que elogiar tremendamente. Y un equipo aderezado por un mago de la vida y del balón, un líder con carisma, talento y don de gentes que arrastra felicidad allá por donde va. Joaquín es el corazón del Betis, su leitmotiv. Es su imagen visible, la del bienestar futbolístico, la madurez bien llevada dentro y fuera del campo, la alegría de vivir cada día. Su fútbol, su actitud y su expresión reflejan la felicidad de una afición entera, que vive un momento dulce, de trabajo en continua feria, y una temporada repleta de primavera.